El énfasis del proceso de reforma de las últimas décadas se centró en la erradicación de la pobreza, en facilitar el crecimiento económico y el bienestar de la población. Al final de este proceso, China emergió como la segunda potencia del mundo
Ricardo Arenales
De los 100 años de existencia del Partido Comunista de China, 70 ha estado en el poder. El secreto de su longevidad radica no tanto en su militancia: tiene 90 millones de afiliados, ni en su prestigio en la base social, o porque controla los hilos del poder; sino en su capacidad de analizar la realidad social, la correlación de fuerzas en la arena internacional, en el arte de trazar estrategias políticas en el país más densamente poblado del planeta y en su capacidad de movilizar recursos.
Creado el primero de julio de 1921, traza una línea de continuidad en la construcción del ideal nacional, combinado con la práctica del internacionalismo proletario, heredado del Partido Comunista de la Unión Soviética, que tuvo una fuerte influencia en su línea política en los primeros años de su fundación. Hoy, en su primer centenario, la celebración se da en una coyuntura de pleno apogeo político y al mismo tiempo de asedio por parte de Estados Unidos, de la OTAN y de algunas potencias occidentales.
Ya desde antes de la revolución china, que marcó el ascenso del partido al poder y de la fijación de unas bases para la construcción socialista en ese país, el partido comenzó a irrigar un sentimiento de patriotismo, como una variable ideológica que va más allá de los intereses de cualquier grupo nacional.
Recuperación
En estas condiciones, la historia del Partido Comunista es en gran medida la historia de China en la última centuria. Una evolución marcada por el orgullo de su civilización y de resistencia frente a los constantes intentos de las potencias occidentales por intervenir en sus asuntos internos y desmembrar la gran nación. Y a pesar de agresiones y sabotajes, la población asumió en primera persona el precio de una recuperación que hoy posiciona al país en puestos de vanguardia a nivel global.
Hoy se discute si China es o no un país socialista a la luz de las transformaciones económicas que ha tenido el coloso asiático en las últimas décadas. También hay quienes discuten si el partido comunista sigue siendo comunista. Desde luego, su nacimiento hunde sus raíces en los principios del marxismo leninismo, con gran influencia de la Unión Soviética.
Fue a partir de 1935, con el liderazgo de Mao Tsetung que comienzan a priorizarse las condiciones particulares de China y a la influencia soviética, que llevaron a una ruptura en los años 60. Para ese momento se acuñó un eslogan: marxismo leninismo pensamiento Mao Tsetung. A esta mixtura se se le agrega el contenido de teorías ideadas por el líder chino, especialmente de antes de la revolución.
Entran algunos demonios
Tras la muerte de Mao en 1976 y la cuantificación de su “70 por ciento de aciertos y 30 por ciento de errores”, la reforma y la apertura promovidas por Deng Xiaoping impulsaron en paralelo nuevos desarrollos en materia ideológica con su teoría del “socialismo con particularidades chinas”, abriendo espacio a expresiones del mercado y de propiedad privada, que apenas unos años antes eran consideradas como ‘demonios’.
Al final de la gestión de Deng, el partido proclamó su fidelidad al marxismo, al leninismo, al maoísmo, pero admitiendo en lo económico principios liberales y algunas reglas del mercado, para salvar al país del atraso y superar la decadencia de los últimos siglos.
Y aunque el cambio no fue de buen recibo entre algunos teóricos de izquierda, muestra a un partido capaz de cambiar cierto nivel de dogmatismo, con la flexibilidad necesaria para asimilar aquellas influencias que puedan contribuir a fortalecer su liderazgo y hegemonía en la sociedad china.
El problema de la vanguardia
La singularidad de las “características chinas” permitió al país evolucionar, desarrollarse, conquistar liderazgos mundiales en cada vez más aspectos, evitando rupturas internas, buscando la unidad de los contrarios, en una cosmovisión diferente a la occidental. China creó su propio universo.
Por ejemplo, Mao cuestionó la tesis que otorgaba al proletariado la condición exclusiva de vanguardia de la revolución y en su lugar privilegió el papel del campesinado, estrategia que resultó exitosa en un país inmensamente rural y atrasado. Esto implicó reconocer el potencial transformador del campo respecto a la ciudad.
En esa evolución, el actual líder chino, Xi Jinping, introduce el programa de convertir a China en un Estado de Derecho, mediante una gobernanza basada en la ley. Las “características chinas” son una singularidad del gigante asiático, que se basan en su cultura, demografía e historia y sirven para reivindicar la adopción de valores universales a su idiosincrasia. Y al mismo tiempo evitar influencias no deseadas.
Pensando en el futuro
Esas características a veces son problemáticas en el manejo de la política doméstica. Mao, por ejemplo, fomentó campañas anti Confucio, a quien consideró un reaccionario. Pero fracasó en ese empeño y hoy crecen la veneración y el respeto hacia el gran pensador chino.
En el balance que hoy hacen las autoridades chinas, se examina lo que significan los 70 años del partido comunista en el poder. Desde luego, al partido le preocupa su futuro. Su capacidad de supervivencia quedó demostrada tras el derrumbe del campo socialista y del papel rector del PCUS en la Unión Soviética.
Con espíritu visionario, Deng Xiaoping dijo que China se encuentra en la etapa primaria de la construcción del socialismo, que podría durar cien años, y ya nos acercamos a esa fecha.
El énfasis del proceso de reforma de las últimas décadas se centró en la erradicación de la pobreza, en facilitar el crecimiento económico y el bienestar de la población. Al final de este proceso, China emergió como la segunda potencia del mundo y en algunas líneas tecnológicas y de comercio, ya supera a la primera potencia.
Hoy el partido comunista lidera una transformación integral de la sociedad con miras a que en 2049, cuando se cumplen los primeros cien años de creación de las República Popular China, pueda acreditar el cumplimiento de la modernización, o de la revitalización de la nación, algo que llaman el “sueño chino”. Esto implica dar paso a un nuevo modelo de desarrollo que coloque a la economía y la tecnología chinas en la vanguardia de los avances mundiales.