La historia a contrapelo
Sergio de Zubiría Samper
Además de los obstáculos compartidos con todos los niveles de implementación en Colombia, las dificultades sobrevinientes del proceso legislativo especial, el boicot al proceso por parte de la derecha, el peso excesivo de las decisiones parlamentarias, entre muchas otras, la implementación del Acuerdo Final desde los territorios contiene otros inconvenientes adicionales.
Una de las grandes dificultades es el imaginario dominante de “paz territorial”, como si aquella fuese una preparación pasiva de las regiones para que “llegue el Estado con sus instituciones fuertes”. Ante lo que se ha denominado en las aproximaciones al conflicto el “abandono estatal” se trataría ahora de acondicionar los territorios para un desarrollo capitalista “normal”. Los núcleos fuertes de este enfoque ideológico dominante de “paz territorial”: un enfoque de “paz limitado a derechos”, la necesidad de instituciones estatales fuertes y el aclimatamiento territorial para proyectos capitalistas.
Existen otras perspectivas de la paz desde los territorios que se oponen a la visión capitalista de la paz territorial. En una investigación de la organización Planeta Paz, se vislumbran otros horizontes políticos. Las gentes del común que experimentan los procesos de territorialización la conciben desde otros ejes interpretativos.
Ante el interrogante de la existencia de un concepto de paz en los territorios, las organizaciones sociales y populares en el ejercicio de Planeta Paz, subrayan otras claves políticas y culturales para concebir la paz desde los territorios . En primer lugar, se trata del despertar desde los territorios al tratamiento y manejo de su propia conflictividad para que “en diálogos imperfectos, sin violencia y con un papel distinto del Estado” se tramiten las demandas y las tensiones en una atmósfera verdaderamente democrática y creativa. En segundo nivel, el territorio es concebido como un “sistema vivo” en el cual los acuerdos y desacuerdos deberán principalmente impulsar planes y agendas colectivas para la protección de la vida y la construcción de paz. Existe un rechazo a la visión extractivita, productivista y expoliadora de la naturaleza y el territorio. En tercer lugar, el territorio es comprendido como un ser aprendiente y por ello una tarea fundamental de la paz desde los territorios tiene que ver con transformaciones estructurales en los campos de la educación y la cultura. Su potencia plebeya devela que sin una profunda revolución educativa y cultural no será posible una paz estable y duradera. Cuarto, se requieren dinámicas populares donde las bases sociales de las organizaciones impulsen la creatividad y el espíritu autogestionario como núcleos de la paz desde los territorios.
Existe un nítido clamor por la autonomía, la autogestión y la recuperación de la creatividad humana.