Carlos Antonio Lozada
@Carlozada_FARC
Tras el cierre del año 2018, en medio de la movilización estudiantil, la indignación nacional contra la corrupción, el sistemático asesinato de líderes sociales, la rabia por la reforma tributaria y una popularidad a la baja del presidente Duque; comienza este 2019 con señales que presagian una aguda confrontación política y social en Colombia y el continente.
En lo interno, ya desde su posesión, era evidente la intensión gubernamental de acabar los diálogos con el ELN; lo que fue facilitado por la errónea apreciación que tiene esta organización insurgente de la realidad actual que viven el país y la región.
Confirma esa intención gubernamental, el conocido viaje de Everth Bustamante a La Habana, de manera oficiosa; al igual que el de Angelino Garzón, antes de tomar posesión Iván Duque, al parecer, llevando un mensaje, para que no se firmara el cese al fuego con el gobierno saliente, que quizás nos hubiese ahorrado los muertos y heridos de los últimos cinco meses, además de los que vendrán.
Lo cierto es que, carente de agenda política para la solución de los problemas más graves que afectan al país, la extrema derecha en el poder no encontraba la forma de enrumbar su gobierno, hasta cuando estalló el carro bomba al interior de la Escuela de Cadetes General Santander, lo que le permitió contar con un enemigo contra el cual enfocar la atención de la opinión, para justificar su permanencia en el poder.
En lo externo, esa misma política de crearse unos enemigos para ganar apoyo, está contenida en el desconocimiento del protocolo que otorga garantías para el retorno de la delegación del ELN al país; así como en la manifestación expresa de querer modificar lo pactado entre el Estado y las FARC; como también, al poner la política exterior al servicio de los intereses estadounidenses.
Preocupa el erróneo manejo que el Gobierno Duque le está dando a esta compleja situación política, nacional e internacional, que demanda mucho tacto, algo que no es característico del partido Centro Democrático, hoy en el gobierno.
Apostarle a revivir una guerra interna moribunda, para de paso llevarse por delante la implementación de lo acordado entre el Estado y las FARC, a la vez que se involucra al país, como peón de brega, de la estrategia injerencista de los EE.UU. contra el legítimo Gobierno de Venezuela, no solo es irresponsabilidad, es un crimen de lesa patria.
Solo la unidad de acción de las fuerzas que le apostamos a la paz, la vida y la democracia, tareas centrales del momento, podrá detener a la extrema derecha que se encuentra ejerciendo el poder y amenaza con hundirnos en el pantano de la guerra.