A pesar que voceros del Vaticano y de la jerarquía eclesiástica siempre insistieron en que la visita del papa Francisco I era “estrictamente apostólica”, el jefe de la Iglesia Católica rompió la estrechez temática para referirse a la realidad colombiana y en concreto a la paz. Convocó a preservarla y dio la alerta contra los que meten cizaña para destrozarla. Dijo que “la verdad debe servir para el perdón; no debe generar más odios”. Fue tan contundente el Sumo Pontífice en su activa participación en la paz de Colombia, que la resumió en los conceptos (dialécticos para nosotros) de paz y reconciliación, siempre presentes en sus discursos.
El papa le habló a las víctimas, a todas ellas; su posición fue más generosa que la de los grandes medios de comunicación que destacaron solo “a las víctimas de la guerrilla” con ese odioso sesgo mediático desinformador. Rodrigo Londoño en carta al papa que se publica completa en esta edición de VOZ, solicitó el perdón por las víctimas que dejó su organización guerrillera; los altos mandos militares también lo pidieron en Villavicencio, pero faltó el perdón de la clase dominante burguesa, la que promovió y alentó la guerra, así como ha gobernado siempre con violencia. También de los grandes medios, que alientan el odio y la venganza aun después del fin de la guerra.
Muy importante que el papa Francisco haya centrado su discurso en la reconciliación. Sin esta no habrá paz, dijo sin ambages. “La paz sin la reconciliación está condenada al fracaso” fue el mensaje a los que destilan odio y actúan como en los peores momentos del conflicto armado. Para esos belicistas el tiempo se detuvo, están llenos de odio y animados de retaliación.
Desde la izquierda hay quienes entienden la reconciliación como un concepto contrarrevolucionario y antimarxista. Lo analizan con óptica dogmática sin tener en cuenta la realidad colombiana. Hay que hacer “el análisis concreto de la situación concreta” sin temer coincidir con el jefe de la iglesia católica cuando asegura que “reconciliación no es un concepto abstracto”. No hay que caer en el colmo de la señora Cabal, al otro extremo, que considera a Francisco el antipapa.
La reconciliación en el marco de la lucha por la paz no es la renuncia a la lucha de clases, menos aún la claudicación ante la dictadura del capital. Es ponerle fin a la violencia armada en la política, para que la lucha de clases, la contradicción entre el capital y el trabajo, se desarrolle por otras vías diferentes a la confrontación armada. Los estallidos sociales continuarán, como también la movilización de masas en demandas sociales propias de una sociedad que está bajo las condiciones de la explotación de los capitalistas y de una burguesía sometida a la dependencia del imperio gringo.