Peligro de recesión. La economía y sus “daños colaterales”

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Carlos Fernandez

Los analistas económicos de diferentes tendencias políticas han coincidido, al examinar las cifras sobre el pobre crecimiento de la economía colombiana en el primer trimestre de 2017, que, si bien no estamos en recesión, el peligro de que lleguemos a ella es real. Los más optimistas, proclives al gobierno, consideran que, todavía, éste está en condiciones de evitar caer en el abismo recesivo mediante el ajuste de algunas de sus políticas. Otros incluyen en su análisis, además de las variables internas, la situación de la economía internacional para señalar que no todo depende de la política oficial para evitar el desastre. Convencionalmente, los economistas admiten que a dicho estado de recesión se llega cuando la variación en términos anuales del Producto Interno Bruto (PIB), imperfecto indicador de la evolución de la riqueza económica, es negativa durante dos trimestres consecutivos.

Las cifras del desconcierto

En términos anuales, el crecimiento del PIB colombiano en el trimestre enero-marzo del presente año fue de 1,1% respecto al mismo trimestre de 2016. Este nivel de comportamiento tan pobre sólo se observó durante el primer trimestre de 2009, cuando el crecimiento fue idéntico respecto al primer trimestre de 2008. Es más, puede decirse que el crecimiento no fue inferior o, incluso, negativo, gracias a un sorprendente crecimiento del 7,7% del sector agropecuario, el cual logró este resultado gracias al aumento del café y de otros cultivos, los cuales presentan una cierta recuperación luego de un precario 2016, como lo prueba el hecho de que el crecimiento de este sector fue de sólo 1,6% respecto al cuarto trimestre de 2016. El otro sector que contribuyó a que la debacle no fuera mayor fue el financiero, con un crecimiento anual del 4,4%, si bien su crecimiento respecto al último semestre de 2016 fue de sólo 0,8%. El resto de sectores importantes presentaron cifras aún más bajas e, incluso negativas, como la extracción de petróleo, gas y minerales, la industria manufacturera y la construcción. Un análisis más detallado mostraría que los vaivenes de los sectores realmente productivos (ayer, la extracción de petróleo, antier, la industria manufacturera y la construcción, antier, también, y trasantier, el sector agropecuario) no son sino el resultado de una estructura económica y unas políticas públicas que desincentivan la creación de auténtica riqueza, en aras de una fementida modernidad que favorece a manos llenas la estabilidad de sectores, en gran medida parásitos de la creación de riqueza, como el financiero.

¿A quiénes afecta esta situación?

Primero que todo, a la gente común. El consumo de los hogares creció, en términos anuales, en sólo 1,1%, en tanto que el del Gobierno lo hizo a 1,8%. Esto se debe, en parte importante, a la última reforma tributaria, que elevó el IVA, impuesto que paga el grueso de la población, independientemente de sus ingresos, del 16 al 19% en muchos productos. Pero se refleja, sobre todo, en la situación laboral de la población. Si bien un crecimiento precario o recesivo no se refleja inmediatamente en los niveles de empleo y desempleo, las cifras de desempleo a abril muestran que, al finalizar este mes, el desempleo en el nivel nacional se mantenía prácticamente igual al del mismo mes del año anterior y seguía girando alrededor de más de 2 millones 200 mil personas sin trabajo. Al mirar las cifras de las 13 principales áreas metropolinas, que son las que generan mayor empleo, se observa, al finalizar abril, un aumento de la tasa de desempleo del 9,1%, el año anterior, al 10,7%, el presente año.

En segundo lugar, sufre el relacionamiento económico internacional del país, toda vez que importaciones y exportaciones presentan decrecimientos importantes. Las primeras, porque el pobre crecimiento hace que se cancelen proyectos de inversión productiva, como se ve en la industria manufacturera. A marzo, su comportamiento fue negativo, al presentar una tasa de menos 0,4% respecto al primer trimestre de 2016. Las segundas, porque al bajar la producción nacional y, ante la política comercial de los grandes centros económicos, la producción nacional exportable pierde espacios que venía ocupando de tiempo atrás. Éstas, también, tuvieron un comportamiento negativo, al decrecer en 3,6% respecto al primer trimestre de 2016.

Por último, sufren las finanzas públicas, que han tenido que aumentar el endeudamiento interno y externo en proporciones alarmantes, ante la baja dinámica económica, la disminución del precio del petróleo y otros factores internos y externos que desbalancean los ingresos fiscales. Eso explica el interés de muchos de sacar barata la implementación del acuerdo de paz, lo cual, más que un daño colateral, sería catastrófico para el país.

* Investigador del CEIS.