Un día ellas pasaron por Cádiz, estuvieron en Jerez de la Frontera, Madrid y en el teatro de Comisiones Obreras de Sevilla. Dejaron una estela de dignidad y de coraje. Cantaron, bailaron y lloraron. La gente lloró con ellas y con ellas bailaron y cantaron. Hablaron de sus hijos sacrificados. Y de otros hijos y otras madres, con un dolor que rompía las fronteras del egoísmo. Hablaron de la ilusión de la paz y sus desencantos y de la re-ilusión permanente. Con el reciente fallo de la Corte sentirían la misma desazón de aquel extraño 2 de octubre cuando la sinrazón le dijo no a la paz. Las imaginamos diciendo ahora ante el fallo que lanza el Acuerdo de paz a la jauría de los halcones para que “lo hagan trizas”, que así como los bandidos saben que hecha la ley hecha la trampa, el pueblo también ha aprendido a hacer conjuros contra las maldiciones y que el más efectivo será el de la movilización multiplicada, la unidad y la infinita terquedad en la defensa de los acuerdos y de aquello que los abuelos nos enseñaron: el respeto a la palabra empeñada.
El expresidente Uribe se ha visto obligado a pedirles perdón, a ellas, las Madres de Soacha, mujeres humildes, trabajadoras e indoblegables. No solo fue obligado. Fue insolente. Soberbio. Es la larga historia de los pueblos de América Latina que no han conocido nunca del arrepentimiento de sátrapas y dictadores. De la misma manera que indolente es la Corte Constitucional con la paz. Por los santanderistas vericuetos de las leguleyadas se pone en peligro a todo un país y se le dan alas a la táctica dilatoria que en estos meses ha desarrollado el uribismo en el congreso. Y la actitud del gobierno con el Chocó que tras siglos de abandono reclama justicia tiene los mismos niveles de indolencia. Santos se desnuda. Un día dice que la paz se construirá desde las regiones, y cuando ellas reclaman, ignoran lo dicho y responden con violencia y con los escuadrones de siempre. No deja de ser sospechoso que quien inclinara la balanza guerrerista en la Corte haya sido el magistrado ternado por el gobierno. Alguien que ya era conocido por sus ataques a los acuerdos de La Habana. Ya sabemos que a los tahúres les gusta jugar con cartas marcadas. Ya con los resultados del 2 de octubre quiso aprovechar el momento para cambiar cosas pactadas. Ahora querrá hacer lo mismo para forzar renegociaciones. Quizás por eso le quita hierro a la gravedad del fallo.
Un abrazo para las Madres de Soacha y otro al bravo pueblo chocoano. Muestran el camino.