Precarización laboral, obsesión por la inmediatez, mala formación de los periodistas y propiedad corporativa de los medios, son algunos de los problemas que afronta la comunicación en la actualidad
Roberto Amorebieta
@amorebieta7
Se ha hablado mucho últimamente de la crisis que afrontan varios medios de comunicación en Colombia y en otros países, a propósito del reciente despido de numerosos periodistas y la difícil situación financiera que afrontan medios como los canales de televisión RCN y NTN 24, que hacen prever su inminente quiebra.
Ante ello, es frecuente encontrarse con explicaciones convencionales que responsabilizan de dicha crisis al auge de internet y de las nuevas tecnologías y que invitan a “superar” el formato impreso y convertir toda la comunicación en un ejercicio digital.
Reducir todo a una simple transición digital y no hablar, por ejemplo, de los contenidos, la propiedad de los medios o de las condiciones de trabajo de los periodistas, problema que desde una perspectiva simplista y demasiado instrumental ignora el contexto actual de la comunicación y el sentido que tienen los medios en la sociedad contemporánea. Se hace necesario, por tanto, concebir el problema como algo estructural y complejo si no queremos que en un futuro cercano el periodismo sea una profesión prescindible y los periodistas se conviertan en trabajadores desechables.
Los dueños
Lo primero que debe advertirse es que en la actualidad los medios ya no son propiedad de los periodistas. Desde el decenio de 1970 hemos asistido a un paulatino cambio de propietarios que ha hecho que grandes grupos empresariales adquieran periódicos, revistas, emisoras de radio y canales de televisión con el fin de incidir en la opinión y así ganar poder político.
De este modo, el periodismo ha dejado de ser una actividad de control de los poderosos (el llamado “cuarto poder”) para pasar a ser una actividad de propaganda en función de intereses económicos y políticos. Un buen ejemplo de ello es el diario El Tiempo que se ha convertido en un pasquín al servicio del grupo Aval y de Luis Carlos Sarmiento Angulo. Algo similar ocurre con RCN (propiedad de la Organización Ardila Lülle), Caracol Televisión, Blu Radio y el diario El Espectador (propiedad del Grupo Santodomingo), Caracol Radio (propiedad del grupo español Prisa, fundado por la familia Polanco y hoy bajo el control de un conglomerado financiero internacional) y la revista Semana, recientemente adquirida por el grupo Gilinsky, dueño de Bancolombia.
Vale decir que los anteriores medios de comunicación acaparan el 95% de la audiencia y de la pauta publicitaria en Colombia, es decir, desde cinco grupos económicos se define la información que recibimos los colombianos y por ende, la idea que nos hacemos del mundo. Algo muy similar ocurre en el resto del planeta.
Funcionales al poder
Lo anterior lleva a que el periodismo, como oficio que intenta buscar la verdad y ponerla en conocimiento del público, se haya convertido en un ejercicio incómodo para el poder y que los periodistas deban medir con mucho cuidado lo que publican para no afectar negativamente los intereses de los dueños del medio en que trabajan.
Antes un periodista era un profesional que buscaba la verdad, como un detective o un investigador. Hoy el oficio periodístico se limita, en la mayoría de los casos, a copiar los comunicados de prensa de las instituciones públicas o transcribir los cables que envían las agencias de noticias.
Es paradójico, pero las nuevas tecnologías que han agilizado sorprendentemente las comunicaciones y que se supone deberían facilitar la investigación periodística, han terminado por convertirse en un pretexto para no hacer periodismo. Ya los periodistas no salen a la calle, no hacen reportería y no contrastan las fuentes. Ahora, desde sus escritorios, editan los contenidos que les envían y repiten de forma acrítica las informaciones que encuentran en internet. Los periodistas se han convertido en amanuenses del poder.
Las nuevas tecnologías de la información
Por supuesto, hay una situación que influye enormemente en la crisis de los medios y es que el internet ofrece hoy innumerables contenidos gratuitos lo que acostumbró a los usuarios a enterarse de las noticias sin pagar. Antes, los lectores debían comprar el diario si querían informarse. Hoy basta con encender el computador o el teléfono inteligente.
Por eso, el experimento que hacen algunos medios como la revista Semana o los diarios El Espectador y The New York Times de cobrar por el acceso a sus contenidos en internet no se ve como una solución a largo plazo. Es sorprendente cómo los internautas están dispuestos a pagar por contenidos como música (Spotify) o videos (Netflix) pero no le dan el mismo valor a la información.
La inmediatez en la información también es un elemento que atenta contra el buen periodismo. En un mundo en que la avalancha de noticias es abrumadora, los medios han optado por renunciar a la profundidad y dedicarse a hacer “cápsulas”. Los grandes conglomerados mediáticos producen noticias cortas, de fácil digestión, sin contexto y sin aclarar el sentido de la información. La misma nota que se emite en la televisión, se emite por radio y se escribe en el periódico, haciendo que haya muchas noticias pero sin la debida investigación. La brevedad se ha impuesto sobre el análisis. Ahora tenemos a nuestra disposición innumerables titulares pero muy poco desarrollo informativo.
La academia
Finalmente, es importante hacer una crítica a las Facultades de Comunicación y Periodismo y al tipo de profesionales que se están promoviendo al mercado laboral. Hoy presenciamos el florecimiento de dichas facultades y la profusión de programas académicos de Comunicación. El problema es que no hay un mercado suficiente para tanto egresado y la mayoría de quienes terminan su carrera universitaria son muy hábiles manejando aparatos y programas informáticos, pero muy torpes a la hora de ejercer el pensamiento crítico.
A los comunicadores les cuesta leer, no tienen buena redacción ni ortografía y, vale decir, tampoco tienen tiempo para aprender. Semestres con ocho o nueve materias, prácticas profesionales donde les explotan y muchas veces ni siquiera les pagan o profesores mediocres que no atienden las verdaderas necesidades de los estudiantes, son algunas de las dificultades a las que se enfrentan los jóvenes periodistas.
Ley de medios
Por lo anterior, la experiencia de países como Ecuador, Venezuela o Argentina, donde se han promulgado “leyes de medios”, abre la posibilidad de dignificar y cualificar el ejercicio periodístico. Es indispensable que existan medios públicos fuertes, independientes y bien financiados. La mejor competencia que pueden tener los medios privados es un sistema de medios públicos confiable, que les obligue a mejorar, tanto en la calidad de su información como en el trato a sus periodistas.
Casos como la BBC de Londres o Televisión Española son buenos ejemplos de medios públicos que marcan la pauta informativa. Lo que vemos hoy en Colombia, por el contrario, es el marchitamiento de los medios públicos.
Por ello, y mientras las fuerzas democráticas logran llegar al poder, se hace urgente la creación de sindicatos de periodistas que pongan freno a los abusos que los medios privados ejercen contra sus trabajadores y contra el público. La organización es, por ahora, la única forma que se tiene de garantizar el derecho a la información de la ciudadanía, que es en últimas de lo que se trata. Mientras tanto, nos queda como último recurso de periodismo serio, las filtraciones de grupos como Wikileaks.