Ricardo Arenales
El golpe de Estado en Perú no es una posibilidad lejana de la que se especule en círculos de políticos. Es una realidad que ha comenzado a andar. Los planes se vienen fraguando, hay una estrategia más o menos clara para ello entre los sectores más duros y profascistas de la burguesía y lo que queda por delante es encontrar el momento oportuno, intención contra la cual se opone una acción de masas cada vez más fuerte y vigorosa.
Una vez finalizado el conteo de los votos, la derecha no tenía claro cuál sería su estrategia. Pensaba sí en que no estaba dispuesta a tolerar un gobierno progresista que les dañara su luna de miel en un reino de corrupción y desgreño por los acuciantes problemas del pueblo peruano.
En principio utilizaron la retórica del fraude en las urnas. Pero nunca hubo como sustentarlo. Las cifras no daban. Se les agotaron los argumentos. Ahora está claro que quieren es apostarle al golpe. El problema es que, hasta este momento, las cifras tampoco les dan para la aventura inconstitucional, pues lo ideal sería el golpe militar, pero la cúpula castrense no muestra formalmente mayor entusiasmo para ello.
Keiko se desdibuja
El gran vacío para la estrategia anticonstitucional de los sectores de derecha es que la fórmula de Keiko Fujimori se les ha venido desvaneciendo. Se habla de que la candidata no resultó tan dirá como ellos pensaban, y de alguna manera le pasó su cuarto de hora. Si hubiera una coyuntura que le permitiera llegar a la presidencia, realizaría un gobierno en medio de un inmenso rechazo popular. Sería inviable.
Necesitan otra fórmula, representada en un personaje que aplique ‘mano dura’ y le cierre el paso a un ‘gobierno comunista’. Quien se perfila como el candidato ideal para esa opción es un militar en retiro, ultraconservador, de los que levantan el emblema de esvástica. Se trata de Jorge Montoya, quien alcanzó la segunda votación más alta en la primera vuelta, después de la Fujimori.
La idea es que el fujimorismo impugne una y otra vez actas electorales donde se pueda, u ordene el conteo de mesas de votación, manteniendo la idea del fraude y provocar un desgaste en las autoridades electorales, hasta el 28 de julio, fecha en que asumiría el nuevo mandatario. Se crea artificialmente la sensación de vacío de poder. Antes se habrá elegido mesa directiva del senado, y correspondería a Jorge Montoya asumir la presidencia del congreso, por la edad y por ser la tercer mayor votación. La ley también dice que, en caso de ausencia del presidente, corresponde al presidente del senado asumir el cargo.
La carta militar
La otra opción, más franca y desenfadada, más expedita, es la de la intervención de las fuerzas armadas, desconociendo de plano el resultado de las urnas, argumento que no hay claridad en el conteo final. Un grupo de exmilitares y de oficiales en activo de baja graduación, suscribieron una carta reclamando del alto mando apostar por esta opción.
De momento, la cúpula militar ha dicho que es respetuosa de la constitución y no va a interferir en la decisión popular. Pero, cuando el río suena… La verdad es que sí hay en el estamento militar quienes simpatizan con la idea. Gracias a una labor mediática sostenida, se vende la imagen que Pedro Castillo va a instaurar una nueva Venezuela, que su ideario es ‘comunista’ y que no van a permitir que se entregue fácilmenrte el país al comunismo.
Entre los sectores de la alta burguesía, y los que permanecen ligados a la embajada norteamericana en Lima, toma fuerza la idea de que Pedro Castillo no debe ser proclamado presidente. No les importa el desenlace, así implique un baño de sangre. Perú ya no está en este momento en el terreno de la disputa política bajo las reglas democráticas.
No torcerán la voluntad de cambio
La reacción de quienes votaron por Pedro Castillo y de un amplio sector de las masas populares no se ha hecho esperar. El pasado sábado 19 de junio, en momentos en que en varios países se celebraba el día del padre, miles de manifestantes se lanzaron a las calles respaldando al candidato ganador y pidiendo respeto por la constitución y de la voluntad popular en las urnas. Muchos gritaron una consigna: “si no hay reconocimiento: paro general”.
Pedro Castillo atendió al respaldo popular en torno a su candidatura, y fue enfático: “cuando el pueblo se alza, no hay mafia ni amenaza que puedan detenerlo”.
Dijo además a los manifestantes en las calles: “ninguna maniobra torcerá su voluntad de cambio. A ustedes nos debemos, compatriotas. No les defraudaremos. Juntas y juntos abriremos los surcos de un Perú nuevo y escribiremos la nueva historia con el lápiz de la victoria. Mi abrazo inmenso de gratitud y cariño”.