La superación de la crisis ética, moral, política y económica por la que transita el país, demanda con urgencia reformas estructurales, que los denominados padres de la patria no están en condiciones de sacar adelante en el Congreso
Gonzalo Álvarez Henao
@gonzaloalvarezh
La seguidilla de escándalos en los que están comprometidas personas vinculadas a la actividad política, magistrados de las altas cortes, el Fiscal General de la Nación, algunos conglomerados económicos y la desaprobación de la mayoría de los ciudadanos al presidente Duque, no le ha permitido a los colombianos hacer un balance serio y reposado de la precaria y limitadísima gestión del costoso e ineficiente Congreso de la República, de la legislatura que terminó con más pena que con gloria, a juzgar por sus resultados.
No sobra decir que la superación de la grave crisis ética, moral, política y económica por la que transita el país, demanda con urgencia unas reformas estructurales, que como es sabido, los denominados padres de la patria no están en condiciones de sacar adelante en el Congreso, porque muchos de ellos serían los primeros perjudicados. La prueba más palmaria de este señalamiento es que todo intento por reformar la justicia fracasa en el parlamento, pues su mayor beneficio lo derivan de la impunidad.
La propuesta de referendo, plebiscito o Asamblea Nacional Constituyente, tendría que tener como ingrediente fundamental, no solo las reformas estructurales que se requieren con urgencia, sino también la revocatoria del Congreso. Esta propuesta de terminar anticipadamente el periodo de los actuales congresistas, se debería constituir en un propósito nacional. A los ciudadanos les queda la sensación de que en el parlamento se siguen tramitando leyes de muy poco contenido y alcance y que la mayoría de ellas son las que decretan honores.
Sacudirse del letargo
En ocasiones se ha intentado suprimir la cantidad de leyes inútiles, pero ni para eso está preparado el Congreso de la República, mucho menos para enfrentar reformas de fondo y estructurales, tales como las de la distribución del ingreso, la reforma del sistema de salud, la política o la reforma a la justicia. Las reformas estructurales que requiere el país, para salir de la crisis ética, política, moral y económica no dan espera, razón por la cual los colombianos tendremos que sacudirnos de ese enorme letargo en el que hemos vivido, para llegar a la conclusión de que solo con la participación decidida de los ciudadanos buscando vías como el referendo, el plebiscito o Asamblea Nacional Constituyente, se podrán tramitar, puesto que el desprestigiado Congreso de la República, no está ni lo estará en poco tiempo en condiciones de hacerlo.
Está demostrado hasta la saciedad que en esta desvencijada institución, pesan más los vicios, la corrupción, el clientelismo y los intereses personales que el destino y la suerte del país. La limitada reforma a la justicia se hundió y parece que la misma suerte le espera a la reforma política, pues no terminaron su trámite en la Cámara de Representantes. Esto me lleva a pensar en la famosa frase que con frecuencia escuchamos: “En Colombia la justicia cojea, pero llega”, está perdiendo sentido. Mejor digamos con Quevedo: “Donde no hay justicia es peligroso tener razón, ya que los imbéciles son mayoría”.