Pío Quinto de la Cruz

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Pío Quinto de la Cruz

José Ramón Llanos

La historia demuestra que quienes se ponen la camiseta de la solidaridad y tienen la voluntad de defender la causa popular y de los explotados y excluidos, son inmortales, porque viven en la memoria y en el corazón de los pueblos. El comunista Pío Quinto de la Cruz, recientemente fallecido, es uno de los hombres perennizados porque dedicaron su vida a la organización del pueblo, a la elevación de su nivel político para hacer más eficaz la lucha por sus reivindicaciones y hacer realidad un mundo sin explotados ni humillados y pleno de los valores humanistas del socialismo. Desde los venturosos 18 años, ya abrazaba la causa y la bandera del Partido Comunista Colombiano.

Orientador de la lucha política

Pío Quinto de la Cruz, a lo largo de su extensa vida partidaria, fue un gran dirigente sindical, fue cofundador de Sutimac y se desempeñó como miembro de su junta directiva, en cuya labor se distinguió por las iniciativas y propuestas útiles para consolidar la organización, la disciplina y la combatividad del sindicato en la promoción y defensa de los pliegos de peticiones y el desarrollo de la lucha para defender la estabilidad laboral y el respeto de las convenciones de trabajo. Perteneció también a la CSTC.

En su condición de líder sindical, orientó su labor proselitista tan acertadamente, que sus compañeros del sindicato siempre tuvieron claras las limitaciones de la lucha economicista y por ello impulsaron el horizonte imperativo de la lucha política, que es la que definirá, sin sesgos ni titubeos, la victoria de los valores humanistas, y al decir de Carlos Marx, el inicio del fin de la prehistoria del hombre, con la extinción del capitalismo.

Pío Quinto de la Cruz, dados sus formidables recursos de orador, su contagioso carisma, siempre con sus discursos socializaba los principales objetivos de los distintos paros y movilizaciones, por tanto lograba el apoyo masivo y amplio del pueblo en los distintos frentes en que el PCC le asignara. Combatiente comunista y de la Unión Patriótica infatigable, certero en sus objetivos políticos, por eso, en los años aciagos del genocidio de la UP, intentaron asesinarlo dinamitando la residencia donde habitaba con su tía María Trinidad Castellanos, valerosa compañera de lucha.

Finalmente, partió, sin frustraciones, con el convencimiento de que ofrendó su vida a la lucha con la hoz y el martillo en sus manos, los principios revolucionarios en su conciencia, con la mirada puesta en el futuro socialista y como diría el poeta Jorge Artel: “luchando por la paz/ por un mundo sin clases/ con justicia social sobre la tierra”.