El presidente, desde las oficinas del Despacho Oval, amenaza con detonar una crisis política tan grave, que algunos temen podría marcar el fin del llamado “experimento americano”
Alberto Acevedo
Estados Unidos vive en estos momentos una situación inédita, en la que el presidente de la Nación es el que más contribuye a la desestabilización, a la anarquía y al caos en una campaña que apunta al corazón del sistema electoral, en una nación que no solo es la más poderosa del orbe, sino que se reclama poseedora de la mejor y mayor democracia.
La coyuntura electoral se da en un contexto especial, caracterizado por una crisis de salud pública calificada como la más grave del siglo, por la peor crisis económica desde la Gran Depresión y una crisis social de hondas proporciones expresada en el estallido de la protesta social más grande desde la guerra de Vietnam, contra el racismo y la violencia policial.
A este caldero de pócimas endiabladas se suma la reiterada afirmación del presidente Trump de que no solo no reconocerá los resultados de la elección del 3 de noviembre próximo si él no gana, sino que tampoco está dispuesto a comprometerse con una transición pacífica del poder, y que él es el único defensor del país ante la amenaza del desorden en las calles, promovido por la izquierda radical y los socialistas agazapados detrás de la candidatura de su contendor Joe Biden. Jamás nadie dijo algo semejante en una campaña política anteriormente.
El cuento del fraude
De esta forma, el presidente norteamericano, desde las oficinas del Despacho Oval, amenaza con detonar una crisis política tan grave, que algunos temen podría marcar el fin del llamado “experimento americano”. Trump ha dicho además en forma provocadora que su contrincante a la presidencia, el demócrata Joe Biden, debería retirarse de la campaña electoral.
Trump se ha inventado el argumento de que, debido a la pandemia, se incrementará el voto por correo, y el sistema seguramente será permeado por los demócratas para inclinar los resultados a su favor y protagonizar un enorme fraude. Las autoridades electorales y los servicios de inteligencia militar coinciden en señalar que este tipo de votación, en algunos estados lleva muchos años y no existe ninguna posibilidad de que se pueda cometer el tal fraude.
En una rueda de prensa el pasado 21 de septiembre, el mandatario insistió de nuevo en su argumento de que la elección podría ser manipulada debido al aumento de las papeletas de votación por correo durante la pandemia. Eludió preguntas en torno a si entregaría el poder en caso de que el resultado no lo favoreciera, pero dijo a uno de los periodistas: “Las papeletas están fuera de control, tú lo sabes. ¿Y sabes quién lo sabe mejor que nadie? Los demócratas lo saben mejor que nadie”, añadió.
No creen en brujas, pero que las hay…
Por esta razón, en medios de prensa, en los análisis de expertos, y en los comentarios cotidianos de los ciudadanos, se tejen diversas hipótesis. Algunos dicen que el presidente podría retirarse de la contienda debido a que contrajo el coronavirus. Otros aseguran que habla en serio cuando dice que no garantiza una transición pacífica del poder. Otros hablan del golpe, que incluso podría ser contra Trump, pues hay poderosos sectores económicos que ya no soportan sus pataletas.
En Estados Unidos jamás ha habido un golpe de estado. Pero sí poderosas fuerzas que han obligado a presidentes a renunciar. O han sido asesinados. No falta quienes recuerdan la versión jocosa de que en Estados Unidos no habrá nunca un golpe de Estado, por la sencilla razón de que allá no hay embajada norteamericana. El 27 de octubre de 1961, el presidente J. F. Kennedy dijo que en Estados Unidos hay sociedades secretas y muy poderosas, que pretenden controlar el rumbo de la nación en contra de la voluntad ciudadana. Más tarde, fue acribillado a tiros en una vía pública.
En la primera semana de septiembre pasado, el coronel (r.) Richard H. Black, ex senador por el Estado de Virginia y ex oficial de la Marina de los Estados Unidos, dijo que hay generales retirados que se han puesto en activo, en una conspiración militar contra Trump. Otras fuentes sostienen versiones parecidas.
Llama la atención, además, que el exclusivo club de los milmillonarios, empresarios que tienen fortunas superiores a los mil millones de dólares, han decidido entrar de lleno en la campaña electoral. Y la mayoría lo hacen en favor de Joe Biden. Un mosaico de incertidumbres se cierne sobre el cielo norteamericano.
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