Luis Jairo Ramírez H.
@JairoRamirezH
Desde siempre sabemos que las emisoras de radio, los principales periódicos de circulación nacional, los canales de televisión y las revistas pertenecen a los grandes conglomerados económicos de Sarmiento Angulo, Ardila Lulle, Santodomingo y Gilinski, entre otros, y por lo tanto sus formatos, líneas editoriales y contenidos noticiosos y de análisis corresponden a sus estrechos y mezquinos intereses económicos, políticos, “culturales” y filosóficos.
Esta realidad ha saltado de nuevo a la vista en las últimas semanas y en los diversos escenarios de la actualidad nacional.
En lo que va corrido del paro nacional medios como Caracol Televisión, revista Semana, El Tiempo y RCN, entre otros, se han dedicado sistemáticamente a ocultar y distorsionar las razones de gran parte del país para ir al paro, y en cambio, su práctica periodística se ha reducido a mentir y estigmatizar a la población inconforme, sobre todo a los jóvenes, a señalarlos de “vándalos” y “terroristas”.
Desde los micrófonos se presiona para levantar los “bloqueos” porque supuestamente generan “escasez de alimentos”, suben los precios y dificultan el tránsito de medicamentos; pero ocultan deliberadamente, que los manifestantes están facilitando corredores humanitarios en todo el país y que ese paso de camiones con víveres se está dando normalmente.
Ocultan que no hay desabastecimiento, pero sí hay acaparamiento de toneladas de alimentos en grandes bodegas por grandes comerciantes (gentes de bien) para generar artificial e ilegalmente escasez y a la vez encarecer el precio de los víveres, de todo esto le echan la culpa al paro.
Otro caso que retrata la perversidad de cierta prensa amarillista es el de intentar lapidar al catedrático y economista Jairo Estrada, por sus opiniones en relación con el operativo ilegal que protagonizó el gobierno colombiano, al financiar y armar mercenarios que ingresaron desde nuestro territorio a Venezuela para provocar la muerte de Santrich. Ya en el famoso show de Cúcuta, Duque se apoyó en “Los Rastrojos” para trasladar ilegalmente a Guaidó de Venezuela a Colombia. Nunca esa misma prensa le ha preguntado a la Fiscalía en qué van las investigaciones por ese hecho irregular.
Y el otro bochornoso episodio que está generando enorme rechazo de los más variados sectores del país, es la última publicación de la revista Semana, que como es sabido renunció a la independencia y ética periodística, para lanzarse a los brazos del uribismo y deslizarse ladinamente por los caminos del amarillismo y la más grotesca conducta que la sitúa en los márgenes del delito.
En efecto, el editorial de dicho pasquín decide constituirse en una suerte de “órgano judicial” e instaura, a nombre del uribismo, el “delito de opinión”. Acusa al dirigente político y senador de Colombia Humana, Gustavo Petro, de expresar su pensamiento propio. Se resisten a aceptar que haya oposición en Colombia y que se le reconozca el derecho a manifestarse dentro de los márgenes de la Constitución.
Para “el periodismo” de Semana a todo lo que no coincida con su estrecha ideología corporativa hay que caerle y señalarlo de todos los males del país, entre ellos la protesta legítima que protagonizan millones de colombianos hastiados de la violencia estatal y la corrupción galopante que los tiene en la miseria.
Lo peligroso de todos estos señalamientos de la prensa amarillista es que están convirtiendo a líderes de la oposición en blancos de la policía y el paramilitarismo.