Sería tarea difícil enumerar -y aún más difícil, nombrarlos, con el tormentoso pecado de las omisiones-, los autores que conforman la rica pléyade de los militantes comunistas, mujeres y hombres, que en la actualidad escriben poemas de rica y trabajada factura
José Luis Díaz-Granados
Habría que remontarse a los tiempos claroscuros de esos años finales del siglo diecinueve en Colombia para encontrar improntas primigenias en la poesía escrita por cultores de “nuestra más inmediata semejanza” -como decía de nosotros ese gran poeta e intelectual bogotano Jorge Zalamea-, en favor de una dimensión humana que hiciera de la existencia un motivo perpetuo de felicidad y de esperanzas.
Claro, existían voces literarias inconformes con esa barbarie estatal mal llamada “Regeneración”. Las más entusiastas y atrevidas fueron, primero que todo, las del novelista y panfletario radical José María Vargas Vila, quien dedicó libros enteros a vapulear el imperialismo yanqui, la iglesia católica y la mediocre pero poderosa oligarquía criolla. Pero además, estaban los miembros de aquella pléyade de poetas anarquistas y bohemios llamada “La Gruta Simbólica”, conformada, entre otros, por Julio Flórez, Luis María Mora, Alfredo Gómez Jaime, Clímaco Soto Borda, Daniel Arias Argáez, Emilio Murillo, Max Grillo, Delio Seraville y Jorge Pombo -hermano de Rafael, el gran romántico de Colombia, el popular fabulista y el primer poeta antimperialista de Nuestra América, antes que Martí-, quien escribió:
“Los dos bandos del godismo / difieren en lo esencial / en que con igual cinismo / vende uno Nacional-Ismo / y otro el Istmo Nacional…”
Luego del resonante triunfo de los bolcheviques en Rusia en la Gran Revolución Socialista de Octubre, a la adhesión unánime de los trabajadores, obreros e intelectuales, hombres y mujeres de los más diversos ámbitos de la actividad humana en el planeta con el colosal suceso histórico, los poetas y artistas de Colombia no tardaron en adherir a través de sus escritos, que imprimían en folletos y hojas sueltas por todas las capitales del país, la inminencia de establecer un movimiento vigoroso que liderara y respaldara a la clase trabajadora del país.
El primer grupo socialista de carácter marxista de que se tenga noticia en Colombia, fue el que instauraron los poetas y periodistas literarios Luis Tejada, Luis Vidales y José Mar en 1923 -bajo la orientación del tintorero ruso Silvestre Savinsky y de la activista venezolana Carmen Fortoul (casada con Guillermo Hernández Rodríguez, ambos fundadores del Partido Comunista Colombiano el 17 de julio de 1930)-, con el fin de reunir y divulgar todas las voces de la inconformidad al sistema político imperante al mismo tiempo que propugnaba por avances audaces en las manifestaciones estéticas en las más variadas faces del arte y la literatura.
Bajo ese ambiente de convulsión política y social, en los que emergieron jóvenes dirigentes comunistas como Gilberto Vieira, Jorge Regueros Peralta, Rafael Baquero, Ignacio Torres Giraldo, Raúl Eduardo Mahecha, Tomás Uribe Márquez, pero sobre todo la intrépida dirigente revolucionaria María Cano, se difundieron las ideas marxistas en más de ochenta publicaciones periódicas, entre las cuales descollaron Tierra, El Bolchevique y Diario Popular, en donde no faltaron poemas, ditirambos y octavillas en favor de la causa del pueblo.
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Entre 1930 y 2020, en esa extensa trayectoria de 90 años, no han sido pocas las voces poéticas que acompañaron con sus cantos, arengas y proclamas las ideas que lideraba el Partido Comunista Colombiano. Artistas plásticos, escultores, músicos -tantos compositores como intérpretes-, escritores de novelas, cuentos, ensayos, obras teatrales y poesía, académicos, científicos sociales y periodistas de la cultura, anduvieron cortas, largas o definitivas rutas con el Partido, ya fuera como militantes activos, militantes reservados, amigos, simpatizantes, compañeros de viaje o caminantes permanentes en la fraternidad de las supremas razones populares.
Hubo el caso destacado de un poeta como Eduardo Carranza, quien nunca ocultó sus simpatías por Mussolini y Franco, y que sin embargo, debido a su amistad con el poeta comunista Pablo Neruda, asiló en la Embajada de Colombia en Chile a numerosos comunistas perseguidos en ese país en los años 40. Y por su cariño personal por Gilberto y Maruja Vieira, ejerció de “correo secreto” entre el Partido Comunista de Chile y el de Colombia, cuando ejerció un alto cargo cultural durante los gobiernos conservadores de Ospina Pérez y Laureano Gómez.
En los años cruentos de la Violencia en los 40 y 50 y posteriormente en los tiempos de la llamada Guerra Fría, estuvieron al lado del Partido en Colombia y con la Unión Soviética en el concierto mundial, destacados poetas y escritores como Baldomero Sanín Cano, Jorge Zalamea y Luis Vidales (los tres fueron galardonados con el Premio Lenin de la Paz). Zalamea es el autor de la sátira contra Ospina Pérez titulada La metamorfosis de su excelencia, de la diatriba retórica contra Laureano Gómez, El Gran Burundún-Burundá ha muerto y del universal poema El sueño de las escalinatas. Y Vidales, autor del libro vanguardista Suenan timbres y del poemario militante La obreríada, publicado en La Habana por Casa de las Américas, en 1978.
También descuellan: el poeta mayor León de Greiff, autor del famoso verso Lenín el Rojo porta la enseña por más que gruña la histriona hez…, y quien pronunció por única vez un discurso político durante su estancia en Stalingrado en 1959; Gregorio Castañeda Aragón, llamado “El Poeta del Mar”, de honda sensibilidad social, amigo cercanísimo del Partido. Álvaro Sanclemente, autor de delicados poemas infantiles y de valientes poemas de denuncia como el de la Masacre de las Bananeras; Carlos Castro Saavedra, autor de libros incendiarios de amor contra el fuego sanguinario de la tiranía reinante, quien recibió de manos de Pablo Picasso el Premio Internacional de la Paz, en Varsovia, por su poema Despierta joven América.
Maruja Vieira, reconocida como una de las más notables poetas de América hispana; Matilde Espinosa de Pérez, la primera mujer en Colombia que escribió poesía política, siempre inspirada en las causas populares; Jorge Artel, poeta de la raza negra y de la solidaridad con la entraña profunda de los trabajadores y obreros con libros como Tambores en la noche. Darío Samper, poeta piedracielista, director de Jornada, el periódico de Jorge Eliécer Gaitán, quien escribió vibrantes odas a Lenin y a Fidel en su libro Poemas de liberación. Emilia Ayarza de Herrera, precursora de la poesía social contemporánea. Marco Fidel Chávez, uno de los pocos poetas con un libro prologado por Pablo Neruda. Gonzalo Buenahora, con su legendario libro de protesta No volveré a Barranca.
Poetas de inmenso valor testimonial son Plutarco Elías Ramírez, con su libro Lo que me dijo el pueblo. Juvenal Herrera Torres, glorioso autor de Poemas de la militancia. Jaime Cuéllar (“Anteo Quimbaya”), Lino Gil Jaramillo, Édgar Caicedo y Consuelo Ávila, autora del bello libro Bajo mis pies no florecen amapolas.
Excelsos poetas de la izquierda revolucionaria y cultores de las bellas letras son: el dirigente comunista Manuel Cepeda Vargas, mártir de la revolución nacional, político y periodista de los grandes de Colombia, autor de la epopeya Vencerás Marquetalia y del libro de prosa poética Yira: mi bandera es la alegría. Ramiro Lagos (quien aún vive con sus 96 lúcidos y fecundos años), el Poeta comunero. Jorge Ernesto Leyva, autor de poemas de alabanza a China Popular en los años 50. Eduardo Gómez Patarroyo, fundador y presidente de la Unión de Estudiantes Colombianos en los años de la dictadura militar y autor del canónico poema “El viajero innumerable”; Jaime Caycedo Turriago -valiente militante de la Juventud Comunista, dirigente nacional y actual secretario general del PCC-, autor de poemas alusivos a los heroicos Años sesenta y compositor de la emblemática canción La bala, que interpretó con éxito el mártir y cantautor chileno Víctor Jara. Julio Lamboglia García, poeta y combatiente de primera línea. Armando Orozco Tovar, autor de Asumir el tiempo, uno de los poetas mayores de la generación de los 60, activo militante del Partido, junto con su compañera poeta María Isabel García-Mayorca, autora de los pulcros poemas reunidos en el libro Todo abril y lo que va de mayo. Zavier Hernández, Oswaldo Karo Amaya.
Sería tarea difícil enumerar -y aún más difícil, nombrarlos, con el tormentoso pecado de las omisiones-, los autores que conforman la rica pléyade de los militantes comunistas, mujeres y hombres, que en la actualidad escriben poemas de rica y trabajada factura, donde esculpen para la posteridad de manera lapidaria y rotunda la tremenda patria del siglo XXI.
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