Zabier Hernández Buelvas
@ZabierHernndez
Las Zonas Futuro, que según el gobierno de Iván Duque servirán para la “transformación de los territorios con legalidad, emprendimiento y equidad”, empezaron mal y terminarán mal.
Para construir y proyectar futuro, se debe aprender de la historia, del pasado reciente y lejano. La propuesta Zonas Futuro está cargada de errores del pasado, pasando a ser una mala copia de políticas y estrategias ya fracasadas que por mucho que las maquillen y les pongan palabras bonitas, no podrán dar un resultado benéfico para miles de personas que habitan los territorios de estas zonas.
Las decisiones estratégicas se construyen a partir de acciones que en la práctica deben asegurar las condiciones para obtener resultados positivos esperados. Pues no es el caso de esta propuesta, ya que la práctica diaria de este gobierno demuestra que esas condiciones no se están construyendo, que sus decisiones tienen la característica de ser “bipolares” en el sentido psicológico de una doble personalidad, es “la simulación de la implementación”, es decir una cosa dice el papel (a veces muy bien dicha) y otra es lo que se hace en la práctica por parte del presidente y sus funcionarios.
Las Zonas Futuro no escapan a esta bipolaridad. Por ejemplo, según el Gobierno “las Zonas Futuro y los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) van de la mano”, pero contrario a lo que dice el papel, lo real es que los PDET están desfinanciados en el Plan Nacional de Desarrollo y los PNIS están siendo hostigados con la decisión de reiniciar las fumigaciones de glifosato precisamente en las Zonas Futuro.
La esencia que debe marcar toda política pública es el impacto en el bienestar del ser humano o de las comunidades que habitan el espacio territorial. La participación de las comunidades, de los ciudadanos y ciudadanas es esencial para determinar factores de éxito en su legitimidad social y en la pertinencia de las políticas. Las Zonas Futuro se salen de esta elemental premisa y se ubican en el tipo de políticas que surgen del pernicioso centralismo, y más grave aún, surgen de una elite ultraderechista que desprecia al pueblo y responde con guerra a sus necesidades.
Aunque el gobierno en el contenido de las Zonas Futuro insiste en que estas sirven “para dirigir una acción estatal unificada que permita transformar los territorios y lograr su control institucional, promoviendo legalidad, emprendimiento y equidad”, lo real es que su objetivo preponderante está supeditado a la política criminal de guerra y antinarcóticos, que lleva 30 años de fracaso evidente.
El país y sus territorios no solo necesitan ser pensados a futuro, sino que necesitan una política que resuelva en el corto plazo los problemas más acuciantes de la Colombia excluida y profunda. El 45% de los asesinatos de líderes y lideresas sociales se están dando en este momento en las Zonas Futuro, así como el 40% de la deforestación de Parques Naturales Nacionales. Esto amerita activar la política de desarrollo rural integral que se acordó en La Habana.
El futuro es ya y se debe afrontar con verdad, ética, recursos y mucha participación de los pueblos en sus territorios. Pero es claro que estas sencillas premisas son ofensas para este gobierno uribista. Así las cosas, las Zonas Futuro son más bien un presente incierto y están condenadas al fracaso.