
Carlos Fernández*
Las variaciones periódicas en el crecimiento de los indicadores de producción y consumo dan cuenta, parcialmente, del estado de salud de una economía. Diversos organismos internacionales han creado indicadores que van más allá de la evolución del aparato productivo y que incluyen elementos de bienestar de las personas como medida del desarrollo de los países.
Cada tres meses, el país asiste al ritual del suministro por parte del DANE de la información sobre el comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB). El dato más reciente corresponde al crecimiento de este indicador al corte de septiembre de 2019.
La evolución reciente del PIB
Tomando la serie a precios constantes, corregida de eventos estacionales y de calendario, el PIB del tercer trimestre creció 3,3% respecto al mismo trimestre del año 2018. En conjunto, es decir, tomando la suma del PIB de los tres trimestres, el crecimiento fue de 3,2%. Entre el segundo y el tercer trimestre de 2019, el crecimiento fue de 0,6%. Este crecimiento supera el del conjunto de América Latina y el Caribe que, desde 2014, viene creciendo a tasas muy inferiores, sobre todo en lo que tiene que ver con el ingreso per cápita. El deterioro del ingreso por persona ha implicado un aumento generalizado de la pobreza y la pobreza extrema en el continente.
Pues bien, sin tomar en cuenta crecimientos superiores como los de Bolivia durante los gobiernos de Evo, es claro que el indicador de crecimiento de Colombia supera el promedio del crecimiento latinoamericano. Pero, ¿en qué condiciones?
Los que impulsan el crecimiento
En repetidas ocasiones, cuando nos hemos referido al crecimiento de la economía, hemos señalado el hecho de que no son los sectores productivos los que jalonan el crecimiento de la economía global. Son los sectores orientados a la circulación de las mercancías los que permiten que se obtengan tasas de crecimiento superiores al conjunto de Latinoamérica y el Caribe. En efecto, los sectores que más incidieron en el crecimiento colombiano observado son el de comercio (6,1%), el de administración pública y salud (4,2%) y el financiero (7,4%). La agricultura, a su vez, creció 3% y la industria manufacturera, 1,7%.
Esto nos lleva a pensar en el país que pudimos ser mediante la sustitución de importaciones y el que somos, convertido en una gran tienda o bazar, en el que priman los comerciantes, los banqueros y la administración pública, ayudados por los que extraen riquezas del subsuelo, mientras los agricultores (con un enorme peso político de los terratenientes) y los industriales no juegan el papel que deberían jugar como jalonadores del crecimiento económico.
Y por el lado del ingreso
El análisis del crecimiento del PIB incluye una visión sobre la manera en que el producto se vuelve ingreso y cómo se gasta. Desde este punto de vista, el producto se divide entre consumo de los hogares y del gobierno, inversión de los empresarios, exportaciones e importaciones.
Pues bien, mientras el consumo de los hogares creció 5%, motivado por el consumo de los inmigrantes venezolanos, principalmente, y el del gobierno lo hizo en un 3,3%, la inversión creció en un 8,6%, lo que parecería indicar un buen clima de los negocios en el país. Sin embargo, este crecimiento de la inversión no se compadece con el comportamiento del empleo que, desde octubre de 2018, superó los dos dígitos, ubicándose en el 10,6%, al finalizar septiembre.
También, es contradictorio el comportamiento del producto por el lado del ingreso con el comportamiento del mercado exterior. Mientras las exportaciones crecieron 1,8% entre septiembre de 2018 y septiembre de 2019, las importaciones lo hicieron a un ritmo de 10,7%.
¿Qué economía tenemos?
Todo lo anterior nos está mostrando el carácter deformado de nuestra estructura económica: crecen los sectores no directamente productivos, crecen las importaciones, con lo cual estamos financiando la estructura productiva de otros países, se consolida el sector financiero, tanto en términos de instituciones bancarias como de fondos de pensiones y financiadoras de la educación y la salud y no sabemos hasta qué punto la guerra comercial entre los Estados Unidos y China nos afecta. En verdad, estamos en el peor de los mundos posibles. Y Duque sacando pecho por el 3,3% de crecimiento que no nos garantiza ningún futuro promisorio.
* Economista