Que entre el diablo y escoja

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Juan Manuel Santos con el Papa Francisco.

Aquí no hay Dios que exorcice tanta maldad del presidente Santos y sus secuaces.

Juan Manuel Santos con el Papa Francisco.
Juan Manuel Santos con el Papa Francisco.

Renata Cabrales

Si siquiera todos los dioses juntos podrán arreglar este país y mucho menos con pretenciosas oraciones de sus vicarios en la tierra. Al paso que vamos, con una derecha recalcitrante y guerrerista no habrá poder superior que consiga poner fin a tanta crueldad sobre un pueblo inocente.

Señor Papa Francisco, gracias por su buena intención de intentar sacar los demonios de maldad que poseen a nuestro Presidente, pero esto no es cuestión de fe, es cuestión de justicia y sentido común.

La inmoralidad de nuestros gobiernos es caso perdido y si sus oraciones no han hecho nada por acabar con el hambre en el mundo y la pederastia en su institución, entonces, qué le hace creer que podrá con el caso colombiano.

No se aproveche, por favor, de la mediatización de la que es víctima este pueblo que cree en la religión como la panacea de tantas injusticias. La falta de educación le hace conformarse con creer la verdad de los medios de comunicación convencionales que lo distraen a diario con circo (pan no hay) y qué mejor espectáculo para un pueblo creyente que un Papa orando por un demonio que deja morir de hambre a quienes llama “el futuro de Colombia”. Es increíble tanta maldad.

El gobierno por el que gasta su tiempo se vale de los medios de comunicación (su brazo ideológico) para distraer a las masas con el fin de que nunca se enteren de lo que realmente acontece bajo su mandato. Para no ir más lejos, está el asunto del PND, cuyo proyecto, el que más ameritará de una gran inversión, será el que tenga que ver con la guerra y es el que ha sido llamado con cierta antipatía “seguridad y defensa del territorio nacional” y esta inversión será nada menos que de 90 billones de pesos.

El PND es, como puede ver, señor Papa, la ratificación de la guerra: del infierno en Colombia y de un modelo neoliberal que hará que cada vez reine más la pobreza, mientras que nuestros gobiernos de turno seguirán sacando la mejor tajada de lo que invierten en nuestra “seguridad y defensa” que está matando y victimizando a las personas más pobres y desfavorecidas de este país. Una guerra perenne, en medio de la cual las madres lloran, sin el consuelo y la misericordia de ningún dios, a sus hijos caídos en combate.

A la ultraderecha de este país no le conviene la paz, así que no siga echando en saco roto sus oraciones. El dinero que gasta en ese acto tan generoso, inviértalo más bien en alimentos para los niños y las niñas de La Guajira, a quienes el Presidente de sus oraciones mata a diario de física hambre.

Aquí no hay Dios que exorcice tanta maldad del presidente Santos y sus secuaces, aquí, que entre el diablo y escoja.