La justicia colombiana sigue en deuda con el caso del asesinato del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán ocurrido el 9 de abril de 1948. Sin embargo, dos documentos desclasificados por el gobierno de Estados Unidos revelan detalles desconocidos
Javier Amaya
Después de 75 años del magnicidio del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán a manos de Juan Roa Sierra, la justicia colombiana sigue en deuda con la verdad. El caso judicial estuvo abierto por muchos años a manos de la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá y fue cerrado en 1978. La conclusión fue que el sicario había actuado solo y aunque da indicios de un posible autor intelectual, nadie ha sido encausado por ello hasta el momento.
Desde el 9 de abril de 1948, el presidente conservador Mariano Ospina Pérez desató un plan para encubrir a los verdaderos culpables, ocultos en una maraña de mentiras, leyendas e inventos falsos, como que el asesinato detonaba una “insurrección comunista” para tomar el poder, que la embajada soviética estaba involucrada, que el control estadounidense del Canal de Panamá estaba amenazado, que era un acto de sabotaje a la Conferencia Panamericana y no tuvo asomo de vergüenza en hacer el ridículo llamando al Scotland Yard de Inglaterra, dizque que para hacer una investigación sin aportar nada de valor ni saber la verdad.
La familia Gómez y los nazis
Al hacer una lectura de la providencia final del Tribunal Superior de 1978, aparecen indicios concretos contra el político conservador Álvaro Gómez Hurtado (1919-1995), formulados por un copartidario suyo. Las preguntas de rigor son, ¿por qué no fue vinculado legalmente al proceso?, ¿por qué las vagas respuestas del personaje fueron aceptadas sin mucho esfuerzo?
En 2019 el escritor Juan Esteban Constaín publicó Álvaro Gómez, su vida y su siglo un grueso volumen sobre el dirigente conservador que, aunque parcial y sesgado, permite ver otros ángulos.
No hay mucho que sorprenda en su descripción de la crianza y juventud de un muchacho de la élite en el entorno familiar de Laureano Gómez, un católico fanático, fascista vergonzante, violento y verdadero campeón del anticomunismo, para quien el Partido Liberal de Colombia era la raíz y semilla del marxismo. Objeto de su encono y digno de desaparecer. El remoquete de “monstruo” que acompañó a Laureano parece bien ganado.
Constaín describe lo que a mi juicio es la curiosidad o tal vez fascinación de los Gómez por el Nacional Socialismo de Hitler. Cuando Laureano en 1932 ostentando el cargo de embajador de Colombia en Alemania asistió con Álvaro a una concentración nazi para oír al Führer en el Palacio de los Deportes. El segundo episodio, es un dudoso evento donde unos muchachos de la Juventud Hitleriana -tal vez en Berlín- supuestamente persiguen a unos simpatizantes de otro partido de derecha, que pegan afiches entre los que está el joven Álvaro.
Un estudio de los movimientos políticos juveniles de Alemania, (Mollema, 2017) cuestiona la lógica del episodio, cuando afirma que la confrontación declarada de grupos incluso violenta entre 1929 y 1933 era “entre la Juventud Nazi y la Juventud Comunista” y no entre grupos afines.
Constaín se esmera en reivindicar al joven Álvaro, porque supuestamente sus simpatías eran por la candidatura del militar Hindenburg y no por Hitler. Meses después, el primero nombra a Hitler canciller abriéndole las puertas al poder e inaugurando así el período más oscuro de Alemania desde la primera gran guerra. No estaban políticamente tan lejos.
Los incontables párrafos y páginas de Constaín dedicados a dibujar la personalidad muy decorada de Álvaro Gómez se suceden sin temor a aburrir, al mostrar un aristócrata criollo incómodo con su estilo de vida, un político incomprendido que nunca recibió el favor mayoritario del electorado colombiano para hacerlo presidente. Gómez repetía con elocuencia que “hay que tumbar el sistema”, como si él no hiciera parte de este.
Un viaje sospechoso

Para el 9 de abril de 1948, Álvaro de 28 años fungía como embajador de Colombia en Suiza y su jefe jerárquico en Bogotá era el ministro de Relaciones Exteriores, papá Laureano. La noticia del asesinato de Gaitán la recibió en Europa. Cuando la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá lo llamó a declarar tiempo después sobre una acusación del penalista y parlamentario del Chocó, Daniel Valois Arce (1908-1989), de haber auspiciado el asesinato del caudillo liberal, Gómez se defendió diciendo que no se encontraba en Colombia.
Valois Arce detalló su grave acusación contra Gómez cuando en un diálogo este le dice: “No seas pendejo, el próximo presidente será papá, aunque haya que liquidar a todo el partido liberal. Y en cuanto a Gaitán allá verás que ese sale de en medio” (Sánchez Torres, 2001, p. 86).
Manuel José Gaitán, también parlamentario y hermano mayor del líder sacrificado, había puesto el dedo acusador contra Gómez, diciendo tener pruebas a lo que éste contesta: “Yo espero esos documentos con verdadera curiosidad para saber cómo es posible que una persona que estaba fuera del país un año y medio antes puede ser autor de este crimen” (Constaín, 2019, p. 234)
Álvaro Gómez no contó en detalle, que bajo la excusa de participar en una conferencia de las Naciones Unidas viajó en marzo de 1948 a La Habana y luego a Colombia, para discretamente hacer escala en Cuba de vuelta a Suiza. Constaín en su libro generosamente dice que Gómez vuelve “agotado” a Suiza semanas antes del magnicidio. ¿Por qué “agotado” si Álvaro Gómez no era el encargado de representar a Colombia, su presencia allí era protocolaria, totalmente prescindible y la prueba es que pudo ausentarse sin ser notado? ¿Cuál fue el itinerario de Álvaro Gómez en Colombia? ¿Se entrevistó con su conocido Juan Roa Sierra estando en Bogotá?
La conferencia en Cuba oficialmente terminó el 24 de marzo, 17 días antes del crimen. La persona titular de la delegación colombiana y firmante del acta final fue Fulgencio Lequerica Vélez (Nations, 1948) según consta en los archivos oficiales de las Naciones Unidas y el tema de la conferencia fue tarifas y aranceles en comercio exterior, que no eran la especialidad de Gómez. En conclusión, era cierto que Álvaro Gómez por algún tiempo no estaba residenciado en Colombia, pero semanas antes que Juan Roa Sierra ejecutara el asesinato, sospechosamente sí estaba en el país.
Roa Sierra

Una declaración rendida por Elías Quezada Anchicoque empleado en la Droguería Granada, tal vez una de las últimas personas en cruzar palabra con el sicario Roa antes de su linchamiento, narra que a la pregunta por qué había matado a Gaitán este le dijo: “«Hay señor, cosas poderosas que no le puedo decir» … El empleado insiste: «Dígame quién lo mandó a matar, porque usted en estos momentos va a ser linchado por el pueblo». Y me contestó: «no puedo»” (Alape, 2016).
Claramente Roa se sentía aterrorizado como un condenado a muerte y no reclama como cualquier orate, que lo hecho obedecía al capricho propio, pero se puede pensar que encubre a alguien a quien teme tanto como la muchedumbre que ya lo rodea.
Un elemento de la denuncia de Valois Arce contra Álvaro Gómez no menos importante es su afirmación de haber conocido y visto a Roa Sierra en la sede del periódico El Siglo de los Gómez. Al arder el rotativo por la furia del pueblo en el Bogotazo, resulta imposible comprobar esos nexos del diario con el asesino, quien había sido portero en la embajada de la Alemania nazi, desempleado por largo tiempo, quien divagaba entre las ideas místicas del rosacrucismo y la reencarnación y podía convertirse con poco gasto en un idiota útil.
Si Roa Sierra estaba solo, o hacía parte de una banda criminal más grande con un mismo objetivo, es otra discusión. Durante la investigación del Tribunal Superior, surgieron declaraciones de testigos que mencionaron un acompañante de Roa que lo deja solo momentos antes del crimen o la presencia aparentemente casual del coronel de la policía Virgilio Barco Céspedes conocido por su anti gaitanismo o el jefe de la Prefectura de Seguridad (el DAS de esa época), muy cerca de la oficina de Gaitán.
Los documentos desclasificados
La fractura social y política de Colombia a raíz del 9 de abril no tiene antecedentes en su historia republicana. Nadie sabe con precisión el número de víctimas, pero se calculan que, en los dos días siguientes solamente en Bogotá, pudieron alcanzar unos tres mil que sin identificar plenamente terminaron como NN en una fosa común.
La muerte del obstáculo mayor para el laureanismo no disminuyó el ímpetu de Álvaro en atizar su lucha por el poder. El 24 de diciembre de 1948, el funcionario estadounidense AH Gerberich (Gerberich, 1948) redactó un memorando enviado desde la embajada en Bogotá a sus superiores en el Departamento de Estado, dando cuenta que Álvaro Gómez, en asocio con el coronel Manuel Agudelo, están alistando un ejército de tres mil conservadores incondicionales para impedir un supuesto golpe de Estado liberal previsto para diciembre 15. El acontecimiento nunca ocurrió. Sin embargo, tal acción conservadora y concretamente laureanista, apuntalaba también a asegurar el triunfo de Laureano en las presidenciales que efectivamente se llevaron a cabo en 1949 con un solo candidato.
Otro detallado reporte de la embajada de Estados Unidos en Paraguay fechado el 30 de diciembre de 1948 y firmado por F. Warren recoge una hipótesis sin confirmar, que del grupo conspirador de “conservadores extremistas” que pudo convencer a Roa Sierra del crimen estaba conformado por Laureano Gómez, el coronel V. Barco Céspedes y José Antonio Montalvo (Warren, 1948) famoso por reivindicar medidas pacificadoras de “sangre y fuego”.
Estos documentos fueron mantenidos como secretos al incriminar a los Gómez y finalmente desclasificados el pasado mes de junio por la agencia federal National Archives de los Estados Unidos. Sus graves señalamientos echan por tierra la conclusión del Tribunal Superior cuando dijera que, “tan solo intervino Juan Roa Sierra, sin que sea dable jurídicamente aseverar complicidad coautoría de personas o regímenes”.
Causa estupor darse cuenta de que el gobierno de los Estados Unidos, en vez de denunciar sus hallazgos a las instancias judiciales de Colombia y colaborar con la investigación, decidió encubrir estas conductas delincuenciales y mirar para otro lado haciéndose los de la vista gorda.

conspiración comunista”, que Juan Roa no actuó solo y relacionan a la familia Gómez Hurtado
con los hechos
Un viaje nunca investigado
Aunque el Tribunal Superior de Bogotá desestimó la acusación y decidió no abrir un proceso contra Gómez, no pudo descalificar la seriedad y solidez del acusador como era Daniel Valois Arce, un destacado penalista conservador del Chocó, orador distinguido muy cercano a las ideas fascistas de Alzate Avendaño inicialmente y muy respetable por su carrera entre quienes lo conocen.
El periódico El Diario de Pereira denunció en primera página en 1942 que Álvaro Gómez amenazaba abiertamente querer asesinar junto a otros exaltados al expresidente liberal Alfonso López Pumarejo dizque para cerrarle el paso a un segundo mandato. Nunca fue castigado penalmente por estos arrebatos. (Diario, 1942) El nombre de Álvaro Gómez también figura vinculado a denuncias como directo participante o instigador de incendios premeditados en las sedes de El Tiempo, El Espectador y las casas de varios jefes liberales en 1952.
Gómez decidió desde su escaño parlamentario, sabotear las sesiones del congreso usando pitos que distribuyó entre seguidores y en los años sesenta, animó al pusilánime Guillermo León Valencia para borrar del mapa las autodefensas campesinas y de colonos, apoyadas por los comunistas que fundarían luego las Farc.
Álvaro Gómez fue víctima de secuestro por parte de la guerrilla del M-19, luego miembro electo de la Asamblea Constituyente y finalmente fue asesinado por las Farc. Por razones que solo él supo, parecía resignado a que su vida terminaría de forma violenta.
Aseguró en uno de sus escritos que, “ser abatido por ráfagas de ametralladora como parecía ser mi suerte, no debía considerarlo como un infortunio singular”. Analizando todos los antecedentes, Gómez Hurtado se fue sin responder muchos interrogantes sobre el caso Gaitán, entre ellos su viaje a Bogotá días antes del 9 de abril.
La ventaja de la alianza anticomunista
La derrota del fascismo europeo más recalcitrante a manos del ejército soviético y su contraofensiva que culminara en Berlín el 9 de mayo de 1945 obligó a personas, grupos y estructuras completas a redefinir sus alianzas, maquillar su radicalismo e inclusive negar su afiliación siniestra para resguardarse de cualquier señalamiento.
Los fascistas españoles, por ejemplo, negociaron en secreto antes del fin de la guerra, abrir bases aéreas para los Estados Unidos a cambio de inmunidad y olvido de todos sus crímenes contra el pueblo español, así como los apoyos a Hitler y Mussolini.
Se destaca también, el programa que reclutaba cerebros entre las filas nazis como el ingeniero de cohetes Wernher Von Braun miembro de las SS, quien es trasladó a Estados Unidos sin juicio previo para trabajar primero para el ejército estadounidense desde 1945 y luego alcanza un cargo directivo en 1960 para la NASA en su programa espacial.
Declararse incondicional a uno de los polos del poder mundial en medio de la prolongada guerra fría, ha sido aprovechado con creces por un conjunto de bandidos de cuello blanco en varias latitudes para seguir impunes.
Con lo repugnante que pueda parecer el manto de secretismo y encubrimiento del caso Gaitán, la justicia colombiana fracasa de nuevo en nuestros días, al no llamar a juicio y condenar ejemplarmente a otro político poderoso y letal, también sediento de poder, que se inventa una teoría macabra de seguridad nacional, según la cual, cualquier colombiano humilde y desempleado llevado bajo engaño debía ser ejecutado en el acto por el ejército y luego vestido de camuflado para ser reportado como un guerrillero. El conteo del genocidio ya supera los 6.400 muertos.