Germán Ávila
La cantidad de referencias hechas hacia Quino con ocasión de su fallecimiento son impresionantes. Hasta Paloma Valencia en un arrebato de impostado intelectualismo lamentó la muerte del caricaturista. Por lo menos María Fernanda Cabal fue sincera y tras la muerte de Gabo, se apresuró a asignarle una silla junto a Fidel Castro en algún pailón del infierno.
Las menciones hacia Joaquín Salvador Lavado Tejón, como era su nombre de pila y del que seguro más de uno se acaba de enterar, convergen de manera ofensivamente inevitable hacia Mafalda, su creación más conocida.
Sin duda, Mafalda cuyo nombre fue desarrollado para ser vinculado con el lanzamiento de una línea de electrodomésticos llamada Mansfield, es una de las obras con mayor trascendencia en la gráfica universal. Sin embargo, no sería justo medir a Quino solamente con esa regla.
Finalmente, el lanzamiento de Mansfield nunca vio la luz, la agencia publicitaria Agens canceló el lanzamiento de la campaña para la que fue encargada la tira. Quino conservó el personaje y casi un año después de su creación, el 29 de septiembre de 1964 apareció en el semanario Primera Plana de Buenos Aires. El resto de la historia de la tira está a la mano en cualquier artículo de los que abundan por estos días.
Pero la producción gráfica de Quino fue mucho más allá. Quino fue realmente un filósofo gráfico, una categoría que tal vez no se haya acuñado, pero que se debería. Pocos como él lograron poner en imágenes la cuestión de la sociedad, la vida, el amor, la autoridad, la mortalidad y tantos otros temas que mueven a las mentes que quieren saber, que se preguntan y se responden.
Las viñetas que Quino publicó en diferentes diarios, semanarios y revistas tenían esa habilidad de hacer pensar riendo, o hacer reír pensando. Es fácil reivindicarlo desde la izquierda, pues en alguna entrevista cuando le preguntaron cómo se imaginaba a Mafalda de adulta, respondió que seguramente nunca hubiese llegado a ser adulta pues estaría dentro de los 30 mil desaparecidos que dejó la dictadura.
También hace algunos años se pronunció públicamente pidiendo a los movimientos antiabortistas que retiraran a Mafalda de alguna de las piezas en que la usaron, al tiempo que se declaraba a favor de las reivindicaciones feministas y el movimiento que las representaba.
Aunque sufrió el exilio, no fue un incendiario luchador en contra de la dictadura en Argentina, su denuncia fue como el resto de su obra, mucho más sutil, con potentes mensajes escondidos entre líneas, no es fácil encontrar un dibujo en que Quino ridiculice a Videla o Galtieri. Sin embargo, por ejemplo, siempre dibujaba a los militares con los dientes afilados, con un claro mensaje de cómo los veía, la interpretación ya queda a gusto del observador.
No se trata de condenar o ensalzar su obra medida a partir del compromiso militante o del activismo, se trata de reflexionar a cerca de la forma como Quino se relacionó con su entrono social y político. Era, sin lugar a duda y en primera medida, un feroz crítico de la realidad y del poder, y en su tiempo el poder fue ejercido con brutalidad por la derecha más rancia.
Los primeros años de la carrera de Quino como humorista gráfico fueron marcados por sucesivos golpes militares desde el derrocamiento de Arturo Ilia en 1966 hasta el último gobierno de Alejandro Agustín Lanusse, de 1971 hasta 1973 durante el periodo llamado el Estado Burocrático – Autoritario EBA.
Este fue el contexto durante los casi 10 años en que se publicó Mafalda. En 1973 regresó el peronismo a la presidencia, la historia ahí se vuelve compleja, pero en 1974 murió Perón y su sucesora y esposa, Isabel de Perón finalmente fue derrocada por la dictadura que instauró Videla en 1976, en ese momento ya Quino estaba en Italia.
Quino fue un dibujante excepcionalmente meticuloso con la técnica. Según sus propias palabras era mal dibujante, sin embargo, hay dibujos suyos que son una obra maestra del manejo de la pluma por medio de complejas tramas con las que lograba dar volumen a sus escenas.
Joaquín Salvador Lavado hizo parte de una prolífica generación de artistas gráficos que revolucionaron la estética argentina, algunos lograron cruzar las fronteras con su obra como él o “el negro” Fontanarrosa. Otros fueron menos conocidos afuera, pero también dejaron una huella permanente en la gráfica de su país, como el genial Carlos Nine, quien se le adelantó algunos años en el viaje definitivo a Quino, pese a ser más joven.
Valga la oportunidad para exhortar a quienes han disfrutado de las ocurrencias de Mafalda y sus amigos, para que extiendan su búsqueda a obras como ¿Quién anda ahí?, Gente en su sitio, Bien gracias ¿y usted? o ¡Qué presente impresentable! Sin duda hay allí mucho material interesante para conocer.