Quintacolumnistas

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Mirador

Carlos Lozano Guillén

En la guerra civil española los infiltrados en las filas republicanas, que conspiraban en favor de los falangistas de Franco, recibieron el nombre de Quinta Columna, pues eran cuatro las que avanzaban hacia Madrid para tomarse la capital en poder de los republicanos; y el general Mola, comandante de las tropas falangistas, tenía la esperanza que los quintacolumnistas fueran decisivos en la batalla para apoderarse de la capital española.

Este episodio histórico sirvió para que en cualquier parte los conspiradores y saboteadores internos de una causa democrática, recibieran el nombre de quintacolumnistas. En el proceso de paz de Colombia existen. Lo hemos dicho muchas veces, acuñando la famosa frase de Otto Morales Benítez: “Hay enemigos agazapados de la paz dentro y fuera del Gobierno”. En el proceso con las FARC, ya en la etapa de la implementación del acuerdo, aparecen con frecuencia, unos más bien abiertos, otros agazapados.

Es bueno traerlo a colación en estos días, cuando el presidente del Senado, Mauricio Lizcano, quien se precia de ser amigo de la paz, decidió, antes de irse de rumba a Valledupar, prohibir el ingreso al Capitolio Nacional de Iván Márquez de las FARC-EP y de los delegados del ELN, que estaban invitados a participar en el Congreso Nacional de Paz. Arbitraria decisión que sacó la importante reunión del Capitolio y la lanzó a la calle. Se realizó con éxito en la Plaza de Bolívar y para algunos fue mejor, porque en el recinto del Congreso hay mucha basura y mal olor.

A raíz de esta salida en falso de Lizcano salieron a flote varias de sus actuaciones recientes, como las amenazas de frenar varios proyectos de la implementación, el llamado a no prorrogar el fast track de ser necesario, el vacío a los senadores de “Voces de Paz” y ahora este acto de intolerancia con los voceros de las organizaciones insurgentes que hacen tránsito a la paz y a la vida democrática del país.

Lizcano es senador de la U, el partido del presidente Santos, pero a pesar de su juventud pertenece a la política tradicional, saturada de vicios y mañas clientelistas, que se nutre de la mermelada oficial y de la corrupción. Está siendo investigado por la Corte Suprema de Justicia por nexos con el paramilitarismo y por el despojo de tierras a campesinos.

Tal vez sus antecedentes explican la conducta frente a la paz. Habla de paz y se presenta como adalid de la misma en los escenarios oficialistas, pero por debajo de cuerda está contra ella, tira la piedra y esconde la mano, como hizo ahora antes de irse para la rumba de Valledupar. Es lo que le da la condición de quintacolumnista.

carloslozanogui@outlook.es