Carlos Fernández*
A mediados de agosto, el DANE presentó la información sobre comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB) al corte del segundo trimestre de 2019 y, como es habitual, estableció la forma como se comportaron sus componentes, tanto desde el punto de vista de la producción como desde la perspectiva del gasto. En el primer caso, es lógico que se observe una composición de los diferentes sectores productivos similar a la obtenida en el segundo trimestre de 2018. El lapso transcurrido no permite modificaciones importantes pues la estructura productiva, vista desde la división de la economía en sectores funcionales (agricultura, industria, construcción, etc.) no varía mucho de un año a otro, salvo cuando se presentan catástrofes naturales, financieras o económicas. En el segundo caso, se observa una menor participación del consumo de los hogares en la demanda interna y una mayor incapacidad de la producción nacional de satisfacerla.
Los datos en perspectiva
En el número 2962 de VOZ del 12 de diciembre de 2018, mostramos la frágil estructura productiva del país, en el sentido de que la mayor importancia en la actividad económica la tienen los sectores relacionados más con la circulación de bienes y servicios que con la producción propiamente dicha. Los sectores que más peso tienen en el valor agregado nacional, al finalizar el segundo trimestre de 2019 siguen siendo el comercio y servicios de alojamiento, administración pública, defensa, seguridad social, salud y educación, la industria manufacturera, actividades inmobiliarias, construcción y agricultura, ganadería y silvicultura.
Sin embargo, si nos alejamos en el tiempo, vemos que hay unos cambios importantes en el peso que representa cada uno de esos sectores dentro del valor agregado nacional. Así, al comparar los datos del segundo trimestre de 2019 con los del segundo trimestre de 2005, nos topamos con estas variaciones, que dan una idea de hacia dónde ha conducido al país la política económica oficial en su estructura económica.
Las cifras son elocuentes: han perdido peso la industria y la agricultura mientras se da un notable crecimiento en el sector de la administración pública, que engloba la administración propiamente dicha, la defensa, la seguridad social obligatoria, la educación y la salud; también crece la construcción. Fuera del cuadro está el sector financiero y de seguros, que pasa del 3 al 5%. Aunque bajo, este crecimiento es importante por cuanto tiene que ver con toda la movilización de recursos financieros para la financiación de obras públicas como las carreteras de cuarta generación (ejemplo, ruta del sol II) y, también, con el desarrollo de las actividades de especulación financiera que realizan capitales nacionales e internacionales.
La coyuntura
En términos coyunturales, el PIB creció 1,4% entre el segundo trimestre de 2019 y el mismo trimestre de 2018, tomando las cifras a precios constantes desestacionalizadas. Es decir, sin los efectos de la inflación y corregidas de los avatares en materia de clima, períodos de asueto, eventos recurrentes que afectan la producción, etc. Las noticias oficiales hablaron de un crecimiento del 3%, que es el que reflejan los datos a precios constantes pero no desestacionalizados. Estadísticamente, las series de datos que reflejan mejor la situación son las que están corregidas de inflación y de eventos recurrentes.
El crecimiento señalado es, en verdad, pobre. En él inciden diversos factores, incluidos factores recesivos de la economía mundial. Pero lo que hay que destacar es que el crecimiento obtenido, con cifras desestacionalizadas o no, se logró merced al comportamiento de los sectores que no generan valor, en términos de la economía política. Es decir, sectores como el comercio, el financiero y las comunicaciones e información fueron los directos responsables de que el crecimiento no hubiera sido más precario. Claro, esto en términos de la economía burguesa. Que el comercio y los hoteles y otros sectores que no generan valor en términos materiales sean los responsables de la actividad económica de un país puede ser positivo desde el punto de vista del empleo, de los impuestos e, incluso, del bienestar de la población. Hay países que viven de sectores como éste o como el financiero (incluidos los paraísos fiscales), etc.
Sin embargo, el tamaño del país, el número de sus habitantes, su historia económica, que tiene entre sus hitos un proceso de industrialización por sustitución de importaciones, demandan una economía basada en la agricultura, la industria, la producción de bienes en general, que le aporten valor y que remuneren a su población como es debido. Colombia no puede ser un mercado persa.
El gasto
Desde el punto de vista del uso del producto, el PIB puede satisfacer o no las necesidades del país en materia de lo que se necesita para vivir y para mantener y ampliar la producción. Estas necesidades se llaman la demanda interna, cuyos componentes son el consumo de los hogares, el consumo del gobierno, la inversión (llamada por los técnicos formación de capital), las exportaciones y las importaciones.
Desde esta perspectiva, hay que decir que, mientras el consumo de los hogares, o sea, la utilización de lo que los trabajadores reciben por el producto de su trabajo, representaba el 69% de la demanda interna en el segundo trimestre de 2005, este indicador fue el 65% en 2019. En el primer año, el PIB satisfizo la demanda interna global en un 102%, es decir, se produjo lo suficiente para atender la demanda y exportar. Entre tanto, en 2019, el PIB no pudo satisfacer la demanda interna y, por eso, las exportaciones fueron inferiores a las importaciones, situación que se viene viviendo desde hace algunos años. Situación, por lo demás, peligrosa pues, como no se trata, fundamentalmente, de importaciones de bienes de capital, se está haciendo depender el consumo de las personas de lo que venga del exterior. Queda, entonces, la población colombiana sujeta a los vaivenes de la producción y la especulación financiera foráneas. Lo mismo que Venezuela, con la diferencia de que ellos tenían recursos externos, que les fueron expropiados por el imperio, para satisfacer la demanda interna y Colombia está a merced de la especulación comercial y financiera internacional. ¿Adónde va Colombia?
* Economista.