Raúl Rojas: resistencia, coherencia y persistencia

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Raúl Rojas en el XVI congreso del Partido Comunista en diciembre de 1988. Foto archivo

 Juan Carlos Hurtado Fonseca
@aurelianolatino

“Un domingo me detuvieron por estar entregando un documento de Gilberto Vieira, quien era el secretario general del Partido Comunista; decían que era algo muy peligroso. Unos 50 campesinos rodearon la estación para que me liberaran. Ahí aproveché para reclamar por qué les robaban o decomisaban el periódico y como a los policías no los ponían a estudiar, no entendían, y les explicaba que VOZ tenía licencia del Ministerio de Comunicaciones”, recordó aquel día de 2019 Raúl Rojas González (Q.E.P.D.), quien agregó que además de sus compromisos como dirigente campesino iba de casa en casa vendiendo la prensa comunista. Cuatrocientos cada semana.

Durante los años de la represión del Ejército contra los campesinos de Marquetalia en el sur del Tolima, Raúl Rojas vivía en Chaparral. Allí era profesor. También lo fue en Puerto Saldaña de donde se retiró porque no le pagaron varias de sus mesadas y por la represión oficial. Este trabajo lo alternaba con la presidencia del Sindicato de Trabajadores Agrícolas, Sintragritol. Diez años después de luchas y liderazgos de procesos campesinos, fue concejal por el Partido Comunista en Chaparral.

Conmigo habló en un evento de la Unión Patriótica en Bogotá, en 2019, sobre sus años de militancia y su relación con el periódico VOZ. Me comentó que siempre estuvo activo en la distribución del semanario y cómo lo distribuía entre campesinos a quienes en muchas oportunidades se los decomisaba la Policía o el Ejército.

Rememoró que las células del Partido leían el periódico de manera disciplinada, que quienes no eran militantes lo hacían con menos frecuencia, con más temor, a escondidas y que algunos lo leían con la familia. Como presidente del sindicato, en las asambleas de sus siete seccionales, una por municipio, cada una con alrededor de 100 o 150 usuarios, leían y explicaban algún artículo del semanario comunista.

VOZ es el educador, el orientador, y ahí está el debate de la lucha de clases. Traía las reseñas de los pliegos de peticiones de los sindicatos, las protestas, para nosotros eran una guía de la lucha de masas. Eso es lo que ha ofendido a los militares, quienes me quemaron el periódico en varias oportunidades. Mi hijo Alexander salía a venderlo y hace 35 años está desaparecido. Nadie nos dice qué pasó con él. El trabajo político de la familia ha hecho que me mataran a otros dos hijos, Walter y Jairo, en Chaparral y en Planadas”, recordó con tristeza e indignación.

No solo sus hijos pagaron por su militancia. A Raúl le hicieron un atentado y le pusieron una bomba en la casa sindical donde vivía. Dijo que sus pecados eran leer VOZ y pertenecer al Partido Comunista, o ambas cosas. Los militantes sabían que aumentando la circulación de su prensa legitimaban y daban a conocer más su organización, lo que capitalizaban creciendo en militancia. “El poder de VOZ era tan grande que por eso los militares nos perseguían por las denuncias contra los crímenes del Estado; por eso nos mataban a los vendedores”. Aunque sin detalles, recordó que había gente que pedía militancia en el PCC luego de conocer al periódico.

En 1984, con otros dirigentes populares de Chaparral, organizó dos paros cívicos para exigir los dineros para la construcción del acueducto por gravedad, “porque el agua que le vendían al pueblo era de una mina de azufre y venía contaminada. Todo el mundo permanecíamos enfermos, hasta los militares quienes en esa oportunidad nos colaboraron porque decían que también eran víctimas. Algunos militares compraban VOZ y una revista soviética que vendíamos”.

Las denuncias y las acciones reivindicativas de las organizaciones campesinas como Sintragritol y de indígenas de la región, se hacían llegar al semanario en Bogotá y eran publicadas. “Eso era escrito por Luis Felipe González en Natagaima, quien ya murió, y Federico Loaiza. Yo también enviaba notas. Eso hacía que se leyera con más entusiasmo”.

Junto con otro profesor hacían reuniones para leer y explicar los editoriales y otros artículos de análisis. El otro docente no era militante, pero veía en esta prensa una herramienta educadora. Lo hacían en el pueblo los días de mercado. Los pequeños agricultores regresaban a sus parcelas con el periódico comprado, escondido bajo la camisa. Alirio Quintero, quien era concejal por el Partido en el Cañón de las Hermosas, también les leía y les explicaba el periódico. Fue asesinado en 1965.

Las brigadas de venta de VOZ eran organizadas con amigos, afiliados al sindicato y militantes: “Mis hijos siempre participaban, ayudaban a venderlo en las calles los domingos; se vendía y se hablaba con la gente, se les explicaba la importancia de la información que traía”.

A pesar de sus problemas de salud, su compromiso político se mantuvo intacto hasta sus últimos días. En 2018 y 2019 estuvo estudiando problemas relacionados con la vivienda y la tierra. Seguía discutiendo el periódico VOZ con campesinos y reflexionaban sobre los acuerdos de La Habana. “Estudiamos el Plan de Desarrollo de Duque, exactamente un punto sobre la contrarreforma agraria catastral en el que proponen decomisar tierras baldías y entregársela a las multinacionales, para que monten empresas y les den trabajo a los campesinos. De esa manera no cumplen lo acordado”.

Hoy, 8 de abril, el portal del PCC www.pacocol.org informó de la muerte de Raúl Rojas en un centro hospitalario de Bogotá: “Se fue un gigante de la vida, la esperanza y la lucha revolucionaria, un hombre visionario que desde muy joven abrazó la lucha del pueblo humilde y explotado”. (…)

“El Partido Comunista Colombiano, local Ibagué, expresa a su familia, al pueblo tolimense y a la izquierda colombiana, la solidaridad por la sensible pérdida del camarada Raúl Rojas González e invita a continuar con la lucha revolucionaria, será el mejor monumento que se pueda erigir en su memoria. Hombres como Raúl no mueren, su ejemplo sigue brillando sin mancha en el amplio firmamento. Paz en su última morada”.

¡Que la tierra le sea leve!