La inversión en el presente año presenta una disminución de 12,3 billones respecto a 2019. Las condiciones provocadas por la pandemia explican que los capitalistas frenen o reversen sus decisiones de inversión mientras el Estado se dedica a paliar algunos de los efectos más graves de la pandemia
Carlos Fernández
Un analista económico señalaba, recientemente, que, a raíz del comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB) durante el segundo trimestre de 2021, el Gobierno nacional, en su exultante alharaca por los resultados obtenidos, estaba confundiendo un simple rebote de la economía con la reactivación. Quería decir que un crecimiento de 17% del producto entre el segundo trimestre de 2021 y el mismo trimestre de 2020, o de 8,9% entre los dos primeros semestres de ambos años, no era sino el resultado de la retoma de actividades económicas luego de cuarentenas y cierres con motivo de la pandemia, cuando, contra viento y marea, la gente, sobre todo la gente pobre, asalariada o en la informalidad, tuvo que salir a trabajar para no sucumbir ante el hambre, la enfermedad y las deudas.
Por ser un año atípico, lo único que muestra la comparación con el año 2020 es el nivel de retoma de las actividades suspendidas. Hay que hacer la comparación con el año 2019, año en el que el capitalismo colombiano (atrasado y deformado por el dominio semi-feudal sobre la tierra, por la dominación del imperialismo transnacional y por un proceso de apertura económica que diversificó e incrementó las importaciones pero no logró diversificar ni ampliar las exportaciones colombianas ni valorizar el trabajo nacional) presentaba síntomas de crisis fiscal y de estancamiento económico que la pandemia no hizo sino acelerar.
Volviendo al punto de partida
Al hacer la comparación de los resultados en 2021 y en 2019, se obtiene lo siguiente:
*El producto registrado en el primer trimestre de 2021 fue inferior en 0,4% al del primer trimestre de 2019.
*El producto registrado en el primer semestre de 2021 fue superior en 0,4% al del mismo período de 2019.
Los analistas y periodistas cagatintas proclives al Gobierno Uribe-Duque han señalado que los resultados hubieran sido mejores de no haber sido por el paro nacional. La pregunta es: ¿qué tanto mejores? La comparación con 2019 muestra que, si no hubiera habido paro, el resultado hubiera sido levemente mejor pero, en términos generales, sólo se hubiera vuelto a la situación pre-pandemia.
Esta afirmación es válida sólo en términos cuantitativos. Si bien el aparato productivo y de servicios no se ha modificado estructuralmente, algunos de sus sectores presentan comportamientos que se pueden calificar, al menos, de novedosos.
El aparato productivo y de servicios
Del total de sectores que contemplan las cuentas nacionales, cabe señalar que hay tres que presentan disminuciones importantes entre el primer semestre de este año y el mismo período de 2019. Son ellos: construcción, con un valor agregado a junio inferior en 23,3% al registrado a junio de 2019; explotación de minas y de yacimientos de hidrocarburos, cuyo valor agregado es inferior en 16,4% al del año anterior a la pandemia, y comercio, que presenta un valor agregado inferior en 3,6% cuando se comparan las cifras de los dos períodos considerados.
En lo que se refiere a la construcción, incide, esencialmente, la baja de la inversión estatal en la construcción de carreteras y otras obras. El sector de minas y extracción de hidrocarburos se ha visto afectado por las variaciones en los precios internacionales del petróleo, del carbón y de otros minerales, pero sobre todo, porque avanza la noción de la necesidad de una transición energética que los saque de circulación en el mediano plazo como fuentes principales de energía.
Aumentos eventuales de los precios en el inmediato futuro pueden provocar incrementos puntuales de su aporte a la creación de valor agregado en la economía nacional, pero ya la humanidad se ha hecho consciente de la necesidad de enfrentar el cambio climático cambiando las fuentes fósiles de energía por otras renovables, que no contaminen.
Por su parte, el menor valor agregado del comercio (menos 3,6%) respecto a 2019, es, contra las apariencias, la manifestación de una notable recuperación entre 2019 2021, producida por el regreso de mucho pequeño comercio a la vida económica, fruto, a su vez, de la tenacidad de la población informal dedicada al rebusque para ganar su subsistencia: en 2019, este sector había disminuido su valor agregado en 16,5% respecto al primer semestre de 2019.
Los demás sectores presentan incrementos respecto a 2019 relacionados, fundamentalmente, con el retorno a la actividad económica luego de las cuarentenas. A destacar el caso del sector agropecuario, que no presenta comportamientos negativos ni en 2020 ni en 2021, en razón a la elevación de los precios del café y del azúcar pero, sobre todo, a la persistencia productiva de un campesinado que mantuvo el suministro de alimentos a la población urbana afectada por la disminución notable de sus ingresos.
Los impulsores del rebote
Aunque, porcentualmente, el incremento del gasto del Gobierno entre el primer semestre de 2021 y el primer semestre de 2020 fue superior al de los hogares, el monto del gasto de estos fue el principal factor para que la economía en 2021 volviera, más o menos, a los niveles de 2019. En efecto, en el primer semestre de 2021, los hogares gastaron 35,5 billones de pesos más que en 2020 y 17,9 billones más que en 2019 y se constituyeron en la principal fuente de financiación del crecimiento del producto para que éste llegara a los niveles de 2019.
Por su parte, el gobierno gastó, en 2021, 5,5 billones de pesos más en 2020 y 7,8 billones más que en 2019. Ya señalamos cómo la falta de gasto en infraestructura determinó este precario comportamiento, determinado, en gran medida, por los necesarios pero magros gastos en salud.
El componente de inversión del gasto sigue en déficit. Este rubro disminuyó en 22,6 billones entre 2020 y 2019 y sólo fue, en 1921, superior en 10,2 billones respecto al atípico 2020. En síntesis, la inversión en el presente año presenta una disminución de 12,3 billones respecto a 2019. Claro, las condiciones generadas por la pandemia explican que los capitalistas privados frenen o reversen sus decisiones de inversión mientras su Estado se dedica a paliar algunas de las necesidades provocadas por la pandemia.
En cuanto al comercio exterior, su déficit es creciente. Mientras las importaciones volvieron a su nivel de 2019, las exportaciones presentan una disminución de 9,9 billones entre 2021 y 2019, siendo su cuantía este año similar a la de 2020, año en que disminuyeron 10 billones de pesos respecto a 2019. O sea que los productos nacionales no sólo han perdido peso en los mercados internacionales sino que la apertura comercial ha hecho que el país dependa cada vez más de los suministros externos. La apertura no ha servido sino para financiar la producción de otros países y para afectar la producción interna.
Y, ¿cómo está la gente?
Peso más, peso menos, el producto interno colombiano ha vuelto, como hemos dicho, a los niveles de 2019 pero esta misma cantidad de producto se logra con cerca de 2 millones menos de trabajadores empleados respecto a junio de ese año. O sea que, a pesar de los subsidios creados durante la pandemia para mantener el nivel de empleo o para generar nuevos puestos de trabajo, el rebote económico que hemos descrito se logró sin que la retoma de la actividad productiva y de servicios absorbiera al total de los afectados en su trabajo por la situación que creó la pandemia. Hoy se produce lo mismo con menos gente trabajando.
Esto es válido en el nivel nacional y de algunos sectores que han logrado recuperar sus niveles de actividad. Así, mientras, el valor agregado nacional creció 0,4% entre 2019 y 2020, el empleo total disminuyó en 8,8% entre los dos períodos. El sector agropecuario creció 6,8% y el empleo del sector disminuyó en 10,5%; la industria manufacturera creció en 3,1% y su nivel de ocupación disminuyó en 16,5%; la administración pública creció 6,4% y la ocupación en el Estado disminuyó en 12,5%.
No, definitivamente, la economía del país no se ha reactivado, pero ha rebotado a sus niveles de actividad de junio de 2019, echando por la borda no sólo a los casi dos millones de personas que no han recuperado su empleo sino la posibilidad de reorientar la economía hacia mayores niveles de igualdad, de crecimiento amigable con la naturaleza y de mayor justicia social. El problema sigue siendo el modelo de desarrollo y el predominio capitalista sobre los recursos nacionales.