El pueblo boliviano recuperó su destino con el triunfo del MAS, en unas elecciones limpias y reconocidas por el gobierno de facto, los observadores internacionales y los gobiernos del mundo
Alberto Acevedo
Con una serie de actos cargados de simbolismo nacionalista, en los que sectores indígenas, obreros y populares asistieron como testigos, para reafirmar la soberana y la dignidad nacional, el pasado 8 de noviembre se posesionaron, el presidente Luis Arce y el vicepresidente David Choquehuanca, en representación del Movimiento al Socialismo, MAS, que retoma la dirección del gobierno boliviano, justamente un año después del golpe militar que sacó del poder al carismático líder indígena Evo Morales.
“Queremos iniciar una nueva etapa de nuestra historia. Nuestro Gobierno buscará reconstruir nuestra patria en unidad para vivir en paz”, dijo el presidente. “Venceremos a la pandemia y a la crisis económica, como lo hicimos antes”, prometió el también economista, que en su mensaje reveló numerosos indicadores para mostrar el enorme daño que en un año alcanzó a hacer a la hacienda pública del país el gobierno de facto.
Dentro del simbolismo de los actos protocolarios del nuevo mandatario, el día anterior a la ceremonia oficial, tanto Arce como su vicepresidente fueron juramentados en una ceremonia ancestral indígena de toma de posesión, que se realizó en la localidad de Tihuanaku, departamento de La Paz. Se trata de una reafirmación de la identidad indígena del MAS. También el presidente Evo Morales fue sometido a este ritual en los dos mandatos presidenciales de su administración.
Protegido por el pueblo
Los actos oficiales del 8 de noviembre comenzaron a las siete de la mañana con una q’oa (ritual indígena) y una ofrenda a la Pachamama, a cargo del Consejo Nacional de Amautas. Desde el día anterior, los Ponchos Rojos, una guardia indígena elite, tomó posesión de la Plaza Murillo, escenario donde se realizó el acto central de posesión de Luis Arce. También la Central Obrera Boliviana, COB, movilizó destacamentos de sindicalistas entrenados en prestar la seguridad al primer mandatario. No eran precauciones innecesarias en un país donde la extrema derecha volvió a hablar de golpe de Estado.
En su discurso de posesión, Arce criticó duramente al gobierno de facto que, a partir del 10 de noviembre de 2019, lejos de pacificar el país y convocar inmediatamente a elecciones, como había prometido, sembró la muerte, el miedo, la discriminación y el racismo y usó la pandemia para prorrogarse. “Sin embargo, a pesar de esas condiciones adversas, a pesar de que la participación del pueblo estuvo amenazada por la violencia del gobierno de facto y grupos paramilitares en las elecciones del 18 de octubre obtuvimos una histórica victoria en las urnas con más del 55%.”
Manifestó que ese voto mayoritario representa la conciencia y organización de un pueblo que no quiere libertad para unos cuantos sino libertad para todos.
Rectificar lo que estuvo mal
Dijo también el mandatario boliviano: “No es el odio lo que impulsa nuestros actos, sino una pasión por la justicia”, exclamó parafraseando las palabras del líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz. “Nos comprometemos a rectificar lo que estuvo mal y profundizar lo que estuvo bien”.
En el inicio de su mensaje, Arce agradeció a su familia por su paciencia durante su gestión como ministro de Economía y le pidió “cinco años más”, ahora ya como presidente de Bolivia. También recordó a las víctimas de las masacres de Senkata, Sacaba y El Pedregal, ocurridas un mes después del golpe de Estado contra el entonces presidente Evo Morales, y destacó que son símbolos de dignidad y resistencia.
“Por mandato de ustedes, asumo la presidencia con mucha humildad y responsabilidad… Miro el pasado y encuentro todo lo que vivimos y superamos. Levanto mis ojos y veo esperanza”, admitió, para luego cerrar con un llamado: “Caminemos en paz, lado a lado para lograrlo. Vamos a salir adelante”.
El voto no es suficiente
En una alusión al concepto de democracia, dijo: “de nada sirve elegir a las autoridades mediante el voto si a la vez el pueblo al que se debe la democracia está privado de los derechos fundamentales, como los de acceso a la salud, a la educación, al trabajo, a los ingresos y a la vivienda”.
Respecto a la justicia, defendió la idea de generar un ambiente seguro y estable en el cual “los únicos que deben temer son los infractores, los criminales, los violentos y los que cometan actos de corrupción.”
América Latina comienza a examinar las enseñanzas del triunfo de Arce y Choquehuanca en el país suramericano. El pueblo boliviano demostró masivamente que es dueño de su destino al recuperar el gobierno del MAS en unas elecciones limpias y ampliamente reconocidas, tanto por el gobierno de facto, como por los observadores internacionales y los gobiernos del mundo.
Herencia de la dictadura
La derecha no solo perdió, sino que el resultado de las urnas la sumió en profundas contradicciones y fraccionamientos, que la alejan de momento de presentar un frente de batalla importante al gobierno y de mantener un caudal electoral hacia el futuro.
Sin embargo, no serán pocos los obstáculos que deberá sortear el gobierno socialista del MAS. No solo superar las calamidades económicas heredadas de la dictadura, sino adelantar una reforma a la Justicia, investigar la ilegalidad de los actos de la anterior administración y encontrar y sancionar a los responsables.
Las denuncias de corrupción, las violaciones a los derechos humanos de la población, las masacres cometidas como respuesta a la resistencia popular, deberán ser investigadas. Habría que iniciar una depuración en las Fuerzas Armadas, dado su deterioro moral y político, que frente a la propuesta social cumplió el rol de fuerza de ocupación para castigar a la población.
Sanear la economía, reconstruir las relaciones internacionales, salvaguardando los intereses de Bolivia, su autonomía, soberanía y autodeterminación. Fortalecer los lazos de unidad entre las comunidades indígenas y el movimiento obrero.
Una de las prioridades del nuevo gobierno es la defensa del litio, actualmente en la mira de grandes empresas trasnacionales, profundizando acuerdos ya existentes con Alemania, China e India, que reportan enormes beneficios al estado plurinacional.
En esta dirección, retomar el proyecto de producción de carbonato de litio en plantas piloto y vincularse a los avances tecnológico y energético. Durante su campaña, Arce dijo que Bolivia está en capacidad de generar hasta 4.500 millones de dólares anuales en utilidades, explotando el litio.
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