Recordando a Gabriela Mistral

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Inéride Álvarez

Finalizando el año académico y en medio de la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, qué mejor que recordar a Gabriela Mistral, entrañable poeta y pedagoga, nacida en Chile el 7 de abril de 1889 en la ciudad de Vicuña. Más conocida por su obra literaria, hizo aportes importantes en el ámbito educativo, al cual estuvo expuesta desde muy niña y forjó un camino para generaciones de maestros, maestras, estudiantes, mujeres e indígenas.

Se involucró en la vida política a través de la publicación de sus escritos en diferentes periódicos que representaban la opinión de la clase trabajadora. Fue precisamente por sus escritos, rechazada en la Escuela Normal de preceptores de la Serena; como lo afirmó uno de los representantes de la iglesia: sus escritos “eran un tanto paganos”, tenían “un tinte socialista” y “eran demasiado populares”.

A lo largo de su vida se desempeñó como profesora, directora y en cargos diplomáticos en diferentes países. En 1923 la Universidad de Chile le otorga el título de profesora de Castellano y en 1945 recibe el premio Nobel de Literatura, reconocimiento que se hace a su obra, la cual recupera el uso del idioma de campesinos, indígenas y maestros. En su práctica comprende, como lo afirma Inés Dussel, que la pedagogía es un instrumento de control por excelencia, “que organiza a la población en torno a un parámetro ideal y ubica a cada individuo en una cuadrícula preestablecida” donde el docente “es objeto de una regulación cada vez más exhaustiva”, y “lo somete a penalidades y vigilancias crecientes”.

De esta manera, Gabriela Mistral hace de su trabajo como maestra, un trabajo político, en el que se desatacó por conocer los rincones más apartados de las escuelas rurales chilenas. En 1920 publica ‘Lecturas para mujeres’, que consistió en una selección de prosas y poesías de escritores latinoamericanos y europeos, dedicados a la educación de las niñas y, rondas para niños, reafirmando que para ella enseñar “significaba desplegar un constante diálogo con las experiencias vitales, en directa relación con la naturaleza y los problemas sociales vigentes”.

Hay algo muy bello y es cómo se refiere a los maestros: “el maestro es aquel que siembra la semilla de la cultura y se preocupa por la formación integral de sus discípulos, teniendo en cuenta las experiencias positivas del pasado, la creatividad del presente y la esperanza del provenir”. Una gran poeta y maestra que nunca dudó del poder transformador de la educación y de la acción de las maestras en cualquier rincón donde estuvieran.

Habló sobre los derechos de la niña y el niño en un momento donde no se hacía. Presentó una ponencia en la Primera Convención Internacional de Maestros celebrada en Buenos Aires, en enero de 1928 en la que hizo referencia a la infancia como algo preciado que requiere cuidado y lo mejor en abundancia: salud plena, lo mejor de la tradición, educación maternal, libertad, educación secundaria y parte de la educación superior, entre otros.

En estos momentos, continúan vigentes las ideas de Gabriela Mistral, como maestra y como poeta, con su sentido de sensibilidad, amor por lo justo y acción transformadora desde prácticas concretas; caracterizadas por el acceso de todas a la educación, a través de la alfabetización y la formación puntual de mujeres e indígenas excluidas, configurando y llenando de sentido los actos que constituyen la escuela.

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