No hay mejor perfil profesional que uno en LinkedIn, ciudadano más indignado que uno en Twitter, persona más bonita que una de Instagram ni familias más felices que las de Facebook
Juan Carlos Hurtado F.
@aurelianolatino
Hace pocas semanas se generó una polémica porque el intelectual italiano Umberto Eco, expresó: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”.
La afirmación es cuestionable. Pero al ver ciertos mensaje en Twitter donde se desea que Gabo arda en el infierno, o se manipulan fotos de miembros de la fuerza pública dados de baja en guerra para sacar réditos políticos y oponerse a la paz, o desde la prensa se persigue a políticos alternativos, o se insulta a quienes piensan diferente; parece que el escritor y semiólogo tiene razón. El problema no es la herramienta sino su uso.
Más allá de estos cuestionamientos hay que plantear si con la masificación de internet y el excesivo aumento de usuarios en estas redes, las sociedades están más informadas. Y para que intenten responder es necesario aclarar que los altos flujos e intercambios de mensajes (videos, fotos, textos, audios) a altas velocidades, no generan necesariamente información.
El peor engaño producido es que por la gran cantidad de noticias de todo tipo y desde cualquier latitud, los usuarios quedan con la sensación de estar informados. Además, transitan muchas informaciones sin profundidad, contexto ni solidez argumentativa. Se ha llegado a decir que cualquiera que reporte un hecho con un celular ya es un periodista.
Cultivo del ego
Otro de los fenómenos creado por estos espacios es el cultivo del ego a través de la exaltación de cualidades físicas o profesionales para recibir aceptación y admiración. Es un comportamiento que ha tomado fuerza entre los jóvenes que dedican horas a las redes. La fotografía diaria en la que muestran desde la ropa, el look, hasta los menús que comerán y los bares que frecuentan, sumado a los likes (gustar) y aumento de seguidores, hacen parte de esa alimentación del narcisismo.
Según sicólogos que han tratado el tema, el problema no es que algunos se sientan estrellas, el problema está cuando empiezan a creérselo. Argumentan que ese afán por mostrar su mejor “yo” hace que maquillen su personalidad, llegando incluso inventar una nueva muy distinta a la real.
Los sicólogos también advierten que exponer excesivamente la vida personal identificar a personas con baja autoestima, porque buscan aprobación y aceptación de los demás.
“Selfie” es un término inglés que se ha popularizado en las redes sociales y consiste en una autofoto con un teléfono móvil o una cámara fotográfica. La tendencia se usa para mostrar cuando se tiene la oportunidad de estar en un lugar o de consumir algo a lo que la mayoría no tiene acceso. Se sube a las redes a la espera de cuántos “me gusta” o “retweets” recibe.
Para algunos el problema empieza a ser preocupante cuando se sabe que en Instagram hay más de 38 millones de fotos etiquetadas con la palabra “selfie”, 96 millones con “yo”, sin que se sepa cuántas por el estilo hay sin etiqueta.
Para especialistas, muchos usuarios elaboran diariamente una pequeña novela de su vida en donde Facebook es el espejo y Twitter el megáfono, en busca de likes o follows. La práctica convierte a las personas en narcisistas porque se persiguen la vanidad y la admiración que puede conllevar problemas psicológicos como depresión, trastornos obsesivos-compulsivos y dismorfofobia, entre otros.