Reír en tiempos de reconciliación

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Foto La Plena.

La internacional columnista

Roberto Amorebieta

Especial para VOZ desde la ZVTN «Simón Trinidad» en La Paz, Cesar.

«Si nos vamos a reincorporar a la vida civil debe ser para contribuir a la alegría. Si es para la tristeza, mejor nos quedamos acá»

La Zona Veredal «Simón Trinidad» está ubicada en las estribaciones de la Serranía del Perijá, entre la montaña y el valle del río Cesar. En las noches se pueden apreciar claramente las luces de la ciudad de Valledupar y en el día, cuando la bruma lo permite, se advierte su silueta sobre el horizonte. En otras palabras, está a tiro de piedra. Desde que el visitante llega a la ciudad para dirigirse a la Zona, puede darse cuenta del carácter alegre y festivo del pueblo costeño, más preparado, en palabras de Patricia Lara refiriéndose a Jaime Bateman, para la fiesta que para la guerra.

Desde aquí es inevitable preguntarse cómo han hecho estos hombres y mujeres, que se alistan para su reincorporación a la vida civil, para sobrellevar las dificultades de la guerra y al mismo tiempo conservar ese espíritu dicharachero que hace reír cada vez que se conversa con ellos. Ríen todo el tiempo, cuentan chistes, recuerdan anécdotas, se hacen la vida feliz unos a otros. A pesar de la incertidumbre por cuenta de los incumplimientos del gobierno y el escepticismo de una parte de la sociedad, es posible detectar en sus ojos una profunda expresión de esperanza que alimentan cada día con un hilarante ejercicio de humor guerrillero.

– A mí lo que más me preocupa es lo que va a pasar después.

– ¿Qué? ¿Cuándo vayamos a la vida civil?

– Sí, me asusta la represión. Mira lo que está pasando con los líderes sociales.

– Yo sí la tengo clara, si a mí me matan, que me entierren en una fosa común.

– ¿En una fosa común? ¿Y por qué?

– Para​ estar acompañado​.

Es imposible no quedar petrificado cuando semejante comentario se oye mientras uno está rodeado por más de 200 guerrilleros curtidos por el combate y las penurias de la guerra. Pero ellos no se petrifican. Al contrario, sueltan una sonora carcajada que retumba hasta la cima de la Serranía. Uno se ríe también pero con cierta risa nerviosa y recuerda por qué los colombianos, y en especial los de la costa Caribe, somos especialistas en burlarnos de nuestras desgracias.

Julián Conrado, el cantor guerrillero, dice que quieren hacer la paz para construir un país más feliz. «Si nos vamos a reincorporar a la vida civil debe ser para contribuir a la alegría. Si es para la tristeza, mejor nos quedamos acá». Tiene razón, pienso. La alegría, la risa, es el combustible necesario para continuar, incluso en las situaciones más adversas. Si queremos hacer una revolución, pienso, la tenemos que hacer con una sonrisa en los labios. Al final, ¿no se trataba de eso?

El candidato de la izquierda francesa, Jean Luc Melenchon, ha dicho en su último discurso que es el momento de inaugurar el tiempo de la felicidad. «La felicidad», pienso. ¿Qué entenderán los franceses por felicidad? ¿Se reirán de sus desgracias como nosotros o estarán esperando un momento feliz para reírse? ¿Cómo se puede inaugurar el «tiempo de la felicidad»? Tal vez la Zona Veredal esté muy lejos de París, pero sin duda Melenchon se está haciendo las mismas preguntas.

Tal vez las respuestas estén aquí. En la alegría, la risa, el canto y la poesía. Melechon es nieto de republicanos españoles que un 14 de abril como hoy, celebraron alborozados la caída de la monarquía. Tal vez, si Melenchon pudiera compartir unos días con la guerrillerada, descubriría la genial fórmula que se esconde en el repentismo, el apunte sagaz y la ironía. Las condiciones materiales de nuestra sociedad deben transformarse, sin duda, pero sin amor, sin diversión, sin risa, no vale la pena.

@amorebieta7