Una iniciativa musical, que nace con la idea de aportar a la movilización nacional, está estremeciendo a Colombia
Redacción Política
El maestro José Arroyo es un estudioso del violín y un hombre que desde su trabajo en la academia y la cultura ha sembrado conciencia entre sus jóvenes alumnos de la necesidad de ser más que músicos y convertirse en transformadores de la sociedad. “Ese es el papel de la música”, sentencia cuando habla del lugar que tiene la cultura en la actual coyuntura social.
Arroyo habló con VOZ después de una mañana dedicada a su violín. “A uno le toca estudiar su instrumento todos los días”, nos dice. Como todos los días desde el paro nacional del 21 de noviembre se reúne con músicos en formación o ya formados para analizar la realidad social y buscar aportar en la lucha que se vive. “Muchos de mis alumnos saben lo que pasa porque vienen de barrios populares en donde la escasez de recurso hasta para ir a estudiar es un tema de todos los días”.
Por eso, junto a otros músicos impulsa el esfuerzo colectivo denominado Filarmónica Popular que ha sido especialmente valiosa en estos tiempos de conflictividad social en el país y un sencillo aporte desde el arte para un cambio social.
–Maestro Arroyo, ¿de dónde sale la iniciativa de la Filarmónica Popular?
–Tiene que ver con la situación que está viviendo Colombia. La motivación de la Filarmónica es el altruismo y la solidaridad. Lo popular tiene otro sentido importante pues no la matriculamos ni a un territorio ni una exclusiva ciudad, lo popular tiene que ver con la idea de integrarse a la lucha de un pueblo en la calle y a ella puede llegar cualquier músico sinfónico, estudiante o ya profesional. Quien crea que puede desde la música contribuir con su saber a que las cosas cambien, es bienvenido en la Filarmónica Popular.
–Siempre se ha dicho que la música clásica es excluyente, por eso resulta interesante ver músicos formados o en formación ejecutando instrumentos y preparando conciertos en la calle ¿antes había pasado?
–La filarmónica de Bogotá, por ejemplo, se ha caracterizado a través de su medio siglo de trabajo por ser una orquesta afanada en llevar la música clásica -mal calificada como música culta- a lo popular, a los barrios, a las localidades de la ciudad. Y se ha venido haciendo, llevando a los estratos uno o dos una serie de conciertos bien recibidos por la gente y de gran impacto cultural en los barrios. Allí se escuchan composiciones de clásicos o las sinfónicas más conocidas en la historia de la música.
Así se vinculan los músicos a la realidad social y se lleva un mensaje contundente: la música clásica no es únicamente para las elites. Y es que tampoco la naturaleza de esa música es para una elite privilegiada, por ejemplo, el Himno de la Alegría, tiene origen popular en su creación en aquella época.
–Háblenos del repertorio.
–El repertorio tiene que ver con la actualidad que vive Colombia. Colombia Tierra Querida es el segundo himno del país y se debe convertir en el primero, pues tiene mayor sentido patrio, nacional y popular, porque la música y la letra de esa canción son de origen colombiano y tiene mucho sentido la letra.
Me parece que ese debe ser el himno nacional y no el que tenemos que es de origen italiano y con letra foránea, nuestro himno oficial no dice nada. Los otros temas del repertorio son de iniciativa juvenil en el sentido de expresar con la música el concepto de resistencia y libertad, que se adapta a Colombia y quiere decir “Duque, chao” en alusión a Bella Chau.
Es un juego de palabras que tiene sentido para explicar las peticiones sociales que se gritan también en la calle. Y El baile de los que Sobran, canción de los chilenos Los Prisioneros es muy conocida en el contexto latinoamericano y de alguna manera expresa la situación particular que viven los pueblos víctimas de las imposiciones neoliberales. Los Prisioneros eran el grupo de protesta en tiempos duros de Chile en dictadura, y hoy esa canción explica que un sistema económico deja toda la gente sin derechos para que solamente unos privilegiados gocen de ellos.
–En el concierto del pasado 5 de diciembre se hizo un homenaje a la Guardia Indígena ¿Cómo fue ese homenaje?
–Básicamente queríamos tocar el himno de la Guardia Indígena interpretado por la Filarmónica Popular. Nace de la idea de rendir un homenaje a la emblemática lucha indígena, su larga tradición de resistencia y solidaridad que tienen sus pueblos con las organizaciones sociales y sus luchas.
Quisimos adaptar ese himno al toque filarmónico y aunque me parece que el objetivo se cumplió con tan solo dos días de ensayos se sembró la inquietud y las ganas de ampliar esa idea.
–Llamó la atención que la Filarmónica rompe esquemas en repertorio e interpretación. Cuéntenos ¿por qué la idea de la estrofa perdida?
–En este concierto queríamos cantar una estrofa perdida que nos han embolatado hace algún tiempo: “Hoy que la madre patria se halla herida, hoy que debemos todos combatir, combatir. Demos por ella nuestra vida, que morir por la patria no es morir, es vivir”. Rescatarla tienen sentido por lo que significa, un país que va mal y es el pueblo el que lo rescata, no sus tradicionales castas políticas a quienes la estrofa incomodaba porque prefieren un pueblo dormido que no defienda lo que les pertenece. Es un acto de rebeldía y libertad.