Un retorno campesino para construir paz

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Campesinos reclamantes de tierras en Apartadó, Antioquia. Foto Claudia Ávila.

El pasado 2 de diciembre tuvo lugar en Apartadó, Antioquia, la entrega de dos informes acerca de los procesos de restitución de tierras a los campesinos víctimas del conflicto armado en la región, como cumplimiento de los acuerdos de paz de La Habana y de mano de la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP

Claudia Ávila Morales

Existe una gran diferencia entre mirar la tierra desde arriba que desde abajo; en leerla desde sus fantasías o conocer de cerca sus límites con la realidad más cruda. Después de atravesar una barrera de nubes apretadas, el imponente manto verde bananero del Urabá antioqueño se muestra de forma exuberante cuando la avioneta le clava las turbinas a un cielo amplio y despejado. Después, ya al nivel del piso caliente, una termina de entender “de cuánta vida había costado encontrar ese paraíso1.

Tierras para el despojo

El pasado 2 de diciembre tuvo lugar en Apartadó, Antioquia, la entrega de dos informes acerca de los procesos de restitución de tierras a los campesinos víctimas del conflicto armado en la región como cumplimiento de los acuerdos de paz de La Habana y de mano de la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP.

El primero de estos informes estuvo dirigido al Urabá antioqueño donde se describe lo que se ha venido trabajando alrededor de la acumulación por desposesión de las tierras de los urabaenses. Y el segundo sobre el Bajo Atrato, que lleva como nombre “La mejor esquina de América, tierras para el despojo”. En ambos informes, entregados por las organizaciones populares de la región, el objetivo fue mostrar cómo el modelo económico apoya violentamente el despojo de las tierras de los campesinos.

En el encuentro participaron el Instituto Popular de Capacitación, IPC, la Corporación Jurídica Libertad, la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, y la Fundación Forjando Futuros, además de familiares y víctimas directas del despojo de tierras, reclamantes que cargan a sus espaldas las tragedias de la vida en medio de un conflicto que ha cobrado en su territorio más de 5.000 mil desaparecidos, ha desplazado a más de 300 mil personas y se ha llevado a más de 300 compatriotas en masacres2. Cifras escalofriantes que se suman día a día desde 1996, y que tristemente, aún no se detienen.

Desplazamiento a sangre y fuego

Hace un año se entregó el informe “Vienen a nuestras tierras a sangre y fuego”, narración ofrecida para el avance de la JEP en la cual se detallaba el plan criminal iniciado alrededor de 1980 y que hasta el año 2016 permitió el desplazamiento forzado para el despojo de tierras y la acumulación de estas. Bien lo expresaba uno de los miembros de La Comisión de la Verdad que asistió al evento: “aquí el énfasis es la participación de – en lo que la JEP llama terceros, pero que en realidad son empresarios que indujeron, financiaron o tuvieron que ver con crímenes graves, en este caso, el crimen de lesa humanidad del desplazamiento forzado”.

Y que, en otras palabras, mucho menos elaboradas, pero sí mucho más veraces, manifestaba una de las víctimas: “A la casa llegaron encapuchados, en carros blindados, de una forma muy violenta, tumbando las puertas. Los detuvieron (se refiere a tres de sus hermanos), les dijeron que estaban capturados, fue algo muy aterrador. Estamos en un territorio en donde nosotros somos sobrevivientes desde hace muchos años, pero ¿qué ha pasado? hemos sido desplazados por la violencia. Nos ha tocado salir al pueblo a pasar necesidades, sin ningún apoyo de ninguna entidad hasta el momento. Somos personas luchadoras de la vida, en donde nuevamente retornamos al terreno; en vista de que en el pueblo no tenemos opción de sobrevivir, retornamos al campo, pero nos volvieron a desplazar en 2016 los grupos armados y en 2017 me mataron a un hijo. En este momento mi familia está detenida y queremos que esto no se quede impune”.

La víctima se refiere a la detención de tres de los nueve reclamantes de tierras en Urabá que hoy en día, al retornar a sus terruños, han sido detenidos bajo los cargos de concierto para delinquir y desplazamiento forzado, y aclaremos, que para los ojos de la justicia actual “los desplazados” no son ellos, sino los grandes terratenientes que compraron sus finquitas bajo el marco de una guerra sangrienta, orquestada y desalmada.

La responsabilidad del modelo

El modelo macroeconómico que blinda a los usurpadores de la tierra y a sus “modelos de desarrollo” hace de Colombia la región con mayor índice de desplazamiento forzado del mundo. Hoy por hoy, en esta entrega de informes, para la Comisión de la Verdad, la tarea consiste en buscar aquello que explique los patrones de estas violencias. En estos informes presentados a la JEP se manifiesta cómo funcionaba el aparato criminal (de los años 80 hasta ahora) que incluía en una trinidad macabra al Estado, a grupos paramilitares y a empresarios. “Lo que se intenta explicar, es no solo el aparato criminal (como es reconocido internacionalmente) sino el modelo económico que permitió ese tipo de utilización”, relataba uno de los comisionados de paz que asistió al encuentro del 2 de diciembre en Apartadó.

Modelo económico que opera bajo la máscara de la buena fe, de quien intenta curar la enfermedad, que ha provocado, con pañitos de agua tibia, con “compensación” en lugar de restitución. Una maquinaria agroindustrial que captó las tierras y las personas del Urabá y que, bajo falsas promesas de bonanza, tras los primeros retornos a la tierra después del desplazamiento masivo de los años ochenta, rápidamente debilitó los espíritus y la confianza de los trabajadores bananeros, desde entonces, empleados en sus propias fincas.

La oportunidad de retornar

La pregunta que muchas víctimas se hacen es ¿por qué?, ¿por qué a nosotros?, ¿por qué esa masacre?, ¿por qué esa desaparición?, ¿por qué la expulsión de los líderes sindicales?, ¿por qué esa persecución de maestros?, ¿por qué el despojo de tierras? En nuestras vidas pesa que todavía nadie sepa qué hacer con la respuesta de eso, que se sabe por todas partes.

Pero también, sobre todas estas manos está la posibilidad de lo imposible, de quitarle fuerza a los titanes egoístas para que triunfe el uso legítimo del pensamiento, de la humanidad y de ejercicios democráticos que expresen principios filosóficos más sentados en la realidad, en la paz y en el deseo de sobrevivir como sociedad al paso del tiempo y al deterioro de la madre tierra.

Es también nuestra una constitución maravillosa, llena de posibilidades. Una carta magna que necesita ser dignificada por medio del apoyo y de la defensa de los derechos de la tierra y de aquellos que la cuidan y la cultivan para extender nuestros suspiros por el camino largo de la existencia humana.

A los reclamantes de tierra, a todas las comunidades de la Colombia olvidada y profunda, a las familias a las que les han arrebatado un hijo y en especial, en este caso, a los campesinos reclamantes del Urabá, les deseo un pronto retorno a sus hogares, una contundente vida en paz y el feliz regreso a las noches titilantes de luciérnagas en el tibio arrullo de las palmas bananeras que tanto los merecen y los añoran.

1 Tomado de García Márquez, Gabriel. Cien años de soledad.

2 Informe publicado en la revista Semana el día 4 de diciembre de 2019. Artículo “Comisión de la Verdad recibió estremecedor informe sobre despojo de tierras en Urabá”. Disponible en: https://semanarural.com/web/articulo/presentacion-informe-sobre-despojos-en-uraba/1256