Retos de la pedagogía hoy

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Inéride Álvarez Suescún

En estos momentos se habla mucho de “reinventarse”, de “innovar”, de pensar “fuera de la caja” y hasta de “revolucionar” lo que somos y hacemos. ¿Qué podemos hacer? ¿Qué nos corresponde a quienes tenemos la tarea de educar? No resulta fácil en nuestros contextos, pero es posible. Identificar las fisuras y en ellas desarrollar lo que podemos es un paso, un gran paso. No quedarnos inmóviles es nuestra responsabilidad.

María Silvia Serra (2007) en su texto Pedagogía y metamorfosis las formas de lo escolar en la atención de contextos específicos, llama la atención sobre el “discurso pedagógico neto” que ignora los aspectos políticos y sociales; definición que, al parecer, ha tomado fuerza en nuestro contexto educativo en todos sus niveles. La primera invitación es a recordar cómo las acciones en el aula y aquello que llamamos pedagogía, superan la simple transmisión y se inscriben en los escenarios de construcción de sentidos y posibilidad, que poco tienen que ver con la aceptación del orden establecido.

En consecuencia, la educación a través de sus prácticas pedagógicas trabaja y construye un ideal de sociedad, de hombre y de mujer; es decir, que sus acciones no son neutrales, y que, por el contrario, se corresponden con intereses sociales, políticos, económicos y culturales inscritos en un contexto particular; por lo que, valdría la pena desnaturalizar la idea de “pedagogía neta” incorporada mayoritariamente en el quehacer docente. La segunda invitación es, comprender la pedagogía como una realidad discursivamente construida, es decir, donde estos discursos “no poseen esencias inalterables, sino que pueden ser constantemente alterados por acciones políticas diversas”, tal como lo propone Myriam Southwell (2018) en su texto Análisis político del discurso educativo o…como hacemos cosas con palabras en educación.

En este orden de ideas, traigo a colación, el término de “significante vacío” acuñado por Laclau, el cual circula y permite que las cosas se transformen; por ejemplo, la escuela se convierte en algo cuando se la nombra y, eso en lo que se convierte, depende de cómo se la nombra. Se presenta aquí una lucha por la hegemonía, porque la escuela se constituye y se transforma en la medida en que los objetivos e intereses en disputa toman lugar; se trata de un significante vacío en donde hay luchas entre ideas antagónicas. ¿Cómo hacer parte de ella y no dejar a otros (as) esta tarea?

Por ejemplo, identificar lo que la institución piensa sobre la pedagogía, las interpretaciones de las y los profesores, cómo ésta se traduce en las prácticas de aula, así como las formas que toma el discurso, es un camino. La tercera invitación sería entonces, pensar la pedagogía en clave de discurso polisémico en medio de la pluralidad e involucrarse en su ejercicio (discursivo-práctico), no naturalizando prácticas o permitiendo que se reproduzca como un “discurso pedagógico neto”.

Tal vez resulta necesario hacer explícitas estas interpretaciones, los antagonismos, reconocerlos y construir con éstos, es decir, articularlos. Esto nos llevaría a hacer una lectura de cada peldaño de “esa torre de babel”, desde la diversidad y los significados compartidos. Sería ésta una respuesta, reconociendo en ella las luchas hegemónicas constantes, dando lugar a su historicidad que, la construyen y la mantienen en constante reconfiguración y, en todo esto, comprendiendo a la educación como un acto político.

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