Rivalidad por la hegemonía global

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Huawei y Google se enfrentan en estos momentos por el control de la tecnología de las comunicaciones.

Estados Unidos esgrime la tendencia a la dominación hegemónica y presiona a sus aliados europeos a través de la guerra de aranceles y prohibiciones tecnológicas que solo favorecen a empresas norteamericanas, y les exige lealtad a cambio de nada

Alberto Acevedo

Lo que realmente está detrás de la guerra comercial entre Estados Unidos y China es no solamente la búsqueda de un mejor posicionamiento en la balanza de pagos norteamericana o la puja por determinar cuál de las dos potencias impone el mayor número de aranceles por la importación de productos a su contraparte. El meollo de la actual crisis comercial, es la lucha por el posicionamiento tecnológico a escala global, determinar quién asume el control hegemónico de los destinos del planeta.

En esta lucha, Estados Unidos hace denodados esfuerzos por mantener sus ventajas sobre los chinos en el sector de las nuevas tecnologías, mientras el gigante asiático compite por tomar la delantera.

Y es una lucha de titanes. El líder mundial en la producción de drones para uso civil, es un joven chino, apasionado por el modelismo, que no pasa de los 30 años de edad y ya produce el 70 por ciento de los drones del planeta. No hay en estos momentos ningún competidor que le haga contrapeso en el mercado norteamericano.

China en el podio

En el sector de la geolocalización, China concibió su propio sistema de navegación satelital, denominado Bidou, o “La Osa Mayor”, que le pisa los talones al GPS norteamericano. Este sistema se apoya en una red de 30 satélites que giran alrededor del planeta, y estará en pleno funcionamiento a partir del próximo año.

Según la Organización Mundial del Comercio, OMC, desde hace cuarenta años los Estados Unidos han sido líder indiscutible en la presentación de patentes de diversas tecnologías. Pero China podrá disputarle este puesto y superarlo, ya para el año 2020. De hecho, en 2017, dos empresas chinas: Huawei y ZTE, dominaban el podio de las patentes, con 4.024 y 2.965 solicitudes respectivamente. Mientras en el tercer lugar se ubicaba la norteamericana Intel, con 2.637 solicitudes de registro de patentes.

China compite con los GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon), creando su propio sistema de georeferenciación. Desafía a gigantes del pago con tarjeta de crédito, como Visa, Master Card y American Express, con los que no solamente compite creando sus propios consorcios, sino que les impone una legislación china muy restrictiva.

China tiene un abanico de iniciativas para posicionarse en el liderazgo mundial. Una de ellas es su ambicioso programa “Made in China 2025”, que busca convertir al gigante asiático en una potencia de las nuevas tecnologías. Ser autónomo en el ámbito tecnológico y desarrollar sus propias habilidades, desde la industria aeroespacial hasta las telecomunicaciones, pasando por la robótica, la biotecnología y los vehículos electrónicos.

Rutas de la seda

China en estos momentos le apuesta a la autosuficiencia tecnológica en el 70 por ciento de sus componentes y materiales clave, objetivo que aspira alcanzar en el año 2025.

Pero al lado de estas iniciativas contempla un audaz proyecto de nuevas rutas de la seda, para convencer a otros países de que usen su tecnología. En una estrategia por transformar el continente euroasiático, mejorando el libre comercio entre decenas de países, mediante inversiones en infraestructura, transporte, energía y cooperación  tecnológica, China hizo a comienzos de este año un foro, en el que participaron 37 jefes de Estados y 10 miembros de la Asean. Hasta el momento, 125 países han suscrito intenciones de participar en la iniciativa.

En esta disputa por alcanzar la hegemonía global, se imponen dos ópticas diferentes sobre el desarrollo. Beijing ofrece un proyecto de cooperación gana-gana, tiende a elevar el nivel de vida de la población de los países cooperantes, con inversiones en ferrocarriles, escuelas, carreteras, acueductos, puentes, hospitales, puertos, conectividad a internet y otros tópicos, sin pasar por alto las necesidades de los países involucrados, cuestión que se traduce en igualdad de oportunidades para el desarrollo.

Despliegue de la VII Flota

En contraste, Estados Unidos esgrime la tendencia a la dominación hegemónica y presiona a sus aliados europeos a través de la guerra de aranceles y prohibiciones tecnológicas que solo favorecen a empresas norteamericanas, y les exige lealtad a cambio de nada.

Estrategas de la política norteamericana califican iniciativas de comercio de China, como la Ruta de la Seda, de “nuevo colonialismo” y a las estrategias de crédito chinas al exterior, como una “violación de la soberanía de otros países”. Pero al mismo tiempo, Estados Unidos despliega las naves de guerra de su VII Flota por las aguas del Mar de China, en abierto desafío a la paciencia de Beijing.

Washington critica a China por su posición frente a Taiwán, por su política de comercio con países de América Latina, por su participación en los mercados de África, por su presencia en el Ártico o en los mercados de Europa. La Casa Blanca califica esa estrategia de “peligro amarillo” y en los encuentros bilaterales con mandatarios latinoamericanos, además del tema de la intervención en Venezuela, les pide que no se dejen seducir por la “injerencia” china.

Amenazas

En las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y China, en las últimas semanas, Washington ha preferido el garrote a la zanahoria. En esa perspectiva anunció un aumento en los aranceles sobre productos chinos, por lo que calificó un avance “demasiado lento” en las negociaciones bilaterales. Amenazó con que si China no se pliega a las condiciones que plantea la Casa Blanca en un plazo de ocho semanas, extenderá la nueva política de aranceles a todos los productos norteamericanos.

No mencionan los estrategas norteamericanos, que en la última ronda de negociaciones, China se mostró dispuesta a importar más productos agrícolas norteamericanos, energéticos e industriales, para atender reclamaciones de la contraparte. China puede hacer concesiones, dijo el negociador Liu He. Lo que no puede es desmontar su política en el sector tecnológico, o desmantelar el sector público, como quisiera el Fondo Monetario Internacional.

En estas condiciones, en el evento de que China modifique sus exigencias y se siente a negociar en un par de meses con Washington, es incierta la posibilidad de que las dos potencias, enfrentadas por un liderazgo mundial, concilien sus posiciones. Y en el remoto caso de que lleguen a un acuerdo comercial, es incierto también que llegue a cumplirse en sus términos.