En tres días de lluvia, música y cultura más de 300 mil asistentes vivieron una nueva edición del festival que, sin duda alguna, será inolvidable en sus 25 años de existencia. La gente fue la principal protagonista de la jornada
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
Sobre la 1:30 a.m. del martes 2 de julio, se cerró el telón del festival gratuito más grande de Latinoamérica. Los 25 años del principal acontecimiento de la ciudad estuvieron cargados de múltiples sonidos estridentes y momentos sublimes que conmovieron la multitud desobediente que se dio cita en el Parque Metropolitano Simón Bolívar.
Tres frías noches de un espectáculo a la altura de las expectativas bastaron para que Bogotá y su gente, con el rock como excusa de ruptura, construyeran un nuevo capítulo de la historia desde la música, el arte y la cultura. VOZ estuvo ahí, repartiendo 10 mil ejemplares de la edición especial y reportando todos sobre el evento. Esta fue su experiencia.
El festival
Para dimensionar el lugar que tiene Rock al Parque en la ciudad se necesita simplemente “parchar”. Todo, absolutamente todo lo que se puede observar y sentir en los tres días tiene el sello de la capital. La diversidad retratada en la gente, las contradicciones de una sociedad compleja, los olores indescriptibles, las noches frías, incluso, la impredecible lluvia, son la radiografía de la Bogotá real que seduce con su cultura.
Alrededor del ruido que emanan tres tarimas, se respira respeto, tolerancia y diferencia. El sujeto unidimensional del mercado, aquel arquetipo que define la existencia por la enajenación del consumo, es derrotado por una subjetividad plural y diversa. Valores extraviados en un mundo de individualismos domesticados son conjurados para construir un espacio verdaderamente libre.
Como todo momento que se teje alrededor de la música, el festival es acompañado de un espíritu contestatario de alegría. Rock al Parque es una fiesta colectiva, una juerga donde se canta, se salta y se poguea. En otras palabras, un escape a la cotidianidad de los absurdos de la realidad, una oportunidad para vencer desde el amor y la felicidad.
Metal
En los libretos construidos a pulso en estos 25 años de existencia, está el respeto que tiene la programación del sábado al cual se le conoce como el día del metal, donde el cartel es confeccionado para satisfacer con sonidos el estricto oído de la famosa afición metalera de Bogotá.
Tarja, artista finlandesa famosa por su paso en la banda Nightwish, cautivó el escenario Plaza con su imponente voz soprano lírica. La banda colombiana de gothic metal Tenebrarum, heredera de todo el movimiento Metal Medello, continuó el espectáculo con un novedoso formato de batería, bajo, teclados y violín, prescindiendo de los sonidos sórdidos de la clásica guitarra metalera.
Con un lleno total de la plaza central, se presentó la aclamada banda de power metal Angra. Bajo un repertorio de nuevos y antiguos temas permitieron a los brasileños recordar a Andrea Matos, cantante y fundador de la agrupación recientemente fallecido. Sin lluvia y con cerca de 70 mil espectadores, se presentó la banda norteamericana Deicide, que contagió el cierre combinando los implacables sonidos del death metal con blasfemas letras famosas por criticar abiertamente la moral cristiana.
Lluvia
A diferencia del día anterior, el domingo estuvo pasado por una inmarcesible lluvia que acompañó toda la jornada. Los tres escenarios mostraron un cartel de lujo. En el Lago, Caravanchela, banda ganadora de la convocatoria distrital, dio la bienvenida al fenómeno de redes sociales The Warning, tres mujeres adolescentes de la ciudad mexicana de Monterrey que emocionaron al público con clásicos tributos musicales de la cultura rock.
El escenario Bio fue el espacio perfecto para una particular expresión cultural en la juventud que combina el ska, el punk, el reggae y el rock en español. El show especial de las agrupaciones bogotanas The Klaxon y La Severa Matacera, fueron la antesala perfecta para la banda argentina Zona Ganjah, que al son de reggae y una nube impresionante de marihuana, pusieron a bailar un espacio triplicado de público. Doble A de Medellín y La Vela Puerca de Uruguay cerraron con broche de oro la jornada.
Finalmente, el escenario Plaza experimentó la materialización que significa la idea de diversidad en Rock al Parque. Con la inicial presentación de la banda de hardcore, Odio a Botero, se dio paso al triple show de genuino punk rock que ofrecieron la española Konsumo Respeto, Acidez de México y los Sordos de Bogotá. Con un giro de 180 grados, el cierre estuvo a cargo de sonidos thrash metal con la distrital banda Devasted, la norteamericana Toxic Holocaust, y la esperada banda alemana pionera del género Sodom, con un show de pesados y agudos sonidos cargados de un alto contenido de inconformidad social y de protesta.
Historia
Como estaba previsto, los acontecimientos del cierre de Rock al Parque estuvieron a la altura de la gran expectativa que generó el line-up. Los tres escenarios contaron con artistas de connotada trayectoria con variadas propuestas musicales. El escenario Lago disfrutó de una apuesta en escena de sonidos heterodoxos del rock y fusiones experimentales. El legendario grupo de rock colombiano, Estados Alterados, el dúo francés de música electrónica, Kap Bambino, y el ensamble de rock electrónico Shoot the Radio del exbajista de Soda Stereo, Zeta Bosio, marcaron el camino de una fiesta saturada de beats electrónicos y sonidos rockeros.
El escenario Bio fue una excelente oportunidad para escuchar ecos del rock alternativo. La presentación de grunge y electroclash por parte de la banda bogotana Morfonia, los sonidos del disco, el acid jazz y el funk a cargo de la agrupación Los Amigos Invisibles de Venezuela, y el cierre de rock alternativo y experimental de la argentina Babasónicos, le dieron a la segunda tarima de Rock al Parque un cierre envidiable para cualquier festival de música en el mundo.
Sin embargo, fue el escenario Plaza y sus distintas presentaciones, las que sacudieron el desarrollo de Rock al Parque 2019. Con un notable retraso en la agenda, El Tri de México, grupo que reivindica con su apuesta musical los sonidos más clásicos del rock and roll, prendió la fiesta. Después, las presentaciones de los artistas Gustavo Santaolalla y Pedro Aznar, con una experimental propuesta de sonidos rock, new wave y folk, demostraron el excelso poder del famoso “rock nacional argentino”.
Más de 80 mil personas expectantes en la plaza central del Simón Bolívar, le dieron la bienvenida a la polémica presentación del cantante Juanes, que rápidamente se ganó el público bogotano con un repertorio de sus temas famosos construidos en su carrera como solista, invitados especiales, una versión del popular tema Solo de su antigua banda Ekhymosis y un cover metalero de la canción Seek and Destroy de Metallica
Finalmente, la sublime presentación del maestro argentino Fito Páez selló el éxito de la jornada. Con la apertura de los estridentes sonidos de Ciudad de pobres corazones, hasta el cierre con Dale alegría a mi corazón, Fito desplegó un arsenal de canciones emotivas bajo las estrellas de un nublado cielo bogotano. Pidió por una “América Latina unida” donde el amor pueda más que las divisiones.
Sobre las 11:30 p.m. y con un público cansado pero firme, la Orquesta Filarmónica de Bogotá cerró el festival con un espectáculo donde distintos artistas como La Derecha, Aterciopelados, Café Tacvba, entre otros, dieron vida a canciones memorables en la historia del festival. Las huellas que deja Rock al Parque 2019 son una utopía hecha realidad.
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