Alejandro Sarmiento
Hace un par de meses Europa conmemoraba 100 años del armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Pero lo que las conmemoraciones obviaban es que el armisticio no significó la paz para el continente. El capital financiero persistía en el reparto del mundo como solución a la crisis del capitalismo en su fase monopolista. Las heridas de la guerra quedaron abiertas, las duras condiciones impuestas por los vencedores hicieron posible el nazismo, y llevaron al mundo a una confrontación más cruel.
A este curso solo se opusieron los marxistas revolucionarios. Cuando la socialdemocracia alemana abandonó al proletariado y se puso de parte del emperador, y del capital financiero, aprobando el presupuesto para la guerra, Rosa Luxemburgo denunció la guerra, y la traición del Partido socialdemócrata al proletariado, y junto con Karl Liebknecht, Clara Zetkin y Franz Mehring, fundaron en 1916 la Liga Espartaquista, movimiento que se opuso beligerantemente a la guerra.
Por sus acciones en favor de la paz, Luxemburgo y Liebknecht en 1916 fueron condenados a dos años y medio de cárcel, por lo que las primeras noticias sobre la revolución rusa que recibió la revolucionaria fue información a medias que llegaba a la prisión.
Juventud revolucionaria
Luxemburgo nació en el seno de una familia judía en Polonia, controlada en ese entonces por los rusos. A los 15 años ya era miembro de Proletariat, partido socialista polaco suprimido por la represión zarista. Luxemburgo se exilió en Suiza, donde estudió historia, economía, filosofía y política, y se doctoró en leyes con la tesis “El desarrollo industrial de Polonia”. Allí entró también en contacto con grupos marxistas, y se fue convirtiendo en una destacada teórica de la socialdemocracia polaca.
En 1898 Rosa se mudó a Berlín. Luxemburgo quería estar en Alemania porque consideraba que allí estallaría la revolución proletaria decisiva; lo cierto es que en este país Rosa Luxemburgo creció como teórica y como oradora. Su compañero de luchas Franz Mehring, biógrafo de Marx, la consideraba una de las mentes más brillantes, al lado de Marx.
La lucha contra el revisionismo
Se unió al Partido Socialdemócrata Alemán, donde poco a poco se fue granjeando enemigos, pues fue una firme combatiente del revisionismo impulsado por E. Bernstein, insistiendo en que los obreros debían tomar el poder y transformar profundamente las relaciones de producción con el fin de generar un cambio social.
Pero al mismo tiempo ganaba popularidad entre los trabajadores. Sus ideas se forjaron en la práctica revolucionaria. Desde su adolescencia había estado inmersa en la organización sindical, y en 1905 la revolución rusa despertó su entusiasmo. En ese año viajó a Varsovia, donde fue testigo de la organización y solidaridad obrera, experiencia que le sirvió para exaltar la acción espontánea de las masas.
Con la paz y contra el imperialismo
A principios de la década de 1910, Luxemburgo arreció su lucha contra las corrientes reformistas, pues la situación de conflictividad entre las potencias europeas, exacerbada por el desarrollo del capital financiero y la tendencia monopólica, hacían de la guerra una amenaza real.
Luxemburgo comenzó a advertir el riesgo de una guerra a gran escala por la repartición del mundo. La revolucionaria comprendía el riesgo de la guerra por el conocimiento que tenía sobre el desarrollo imperialista del capitalismo, el cual había expuesto en su obra de 1913 La acumulación del capital. Por ello promovió al interior de la socialdemocracia europea la moción de que ante el estallido de una guerra, los socialistas debían declarar una huelga general. Luxemburgo y otros socialistas sabían que una guerra imperialista estaría impulsada por los intereses de la burguesía, pero sería luchada por el proletariado.
La revolución
A medida que la guerra tocaba a su fin, con consecuencias dramáticas para Alemania, Luxemburgo y Liebknecht fueron liberados. Comenzaron a reorganizar la Liga, y finalmente el 1 de enero de 1919, en medio del movimiento revolucionario que se había iniciado en el puerto de Kiel, junto a otras organizaciones socialistas, fundaron el Partido Comunista Alemán. Esta organización intentó encauzar el movimiento revolucionario alemán, que se expresaba en organización de consejos de tipo soviético y la declaración de la república. Ante el Levantamiento espartaquista –como se conoció el movimiento de los comunistas- la reacción de grupos conservadores del recién desbandando ejército fue implacable.
La socialdemocracia, liderada por Friedrich Ebert, se alió con estos grupos armados para reprimir a los obreros y eliminar a los radicales. Liebknecht y Luxemburgo fueron apresados en Berlín, torturados y asesinados el 15 de enero de 1919.
Hace 100 años caía Rosa Luxemburgo, víctima de una banda de paramilitares, grupos de represión que pocos años después se destacarían como una de las modalidades impulsadas por miembros activos del nazismo.