Sanders, acosado por los conservadores

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Bernie Sanders.

La virtud de Sanders, y esa es otra de las enseñanzas del supermartes, es que sus planteamientos programáticos han despertado el ‘socialista’ que los ciudadanos llevan dentro

Ricardo Arenales

La consulta electoral del pasado martes 3 de marzo, en la que los electores de 14 Estados de los Estados Unidos expresaron sus preferencias en torno a las diferentes candidaturas del Partido Demócrata, para enfrentar la reelección de Donald Trump en noviembre próximo, tuvieron una relevancia especial este año.

Fueron importantes no solo porque definieron la tendencia de los electores, al sumar votos definitivos en favor de una u otra candidatura, sino porque mostraron a la cúpula del Partido Demócrata dispuesta a hacer todo lo que esté a su alcance para cerrarle el camino, para descarrilar la candidatura progresista de Bernie Sanders, el hombre que más simpatías reúne en torno a su nombre en la actual contienda política.

Para algunos observadores da la impresión de que, ciertamente, la dirección del Partido Demócrata teme a una reelección de Trump, pero más teme a que un candidato de sus propias filas, que se proclama ‘socialista’, llegue al Despacho Oval de la Casa Blanca. Y en ese temor, que ya tiene tintes de pánico, los demócratas coinciden plenamente con los republicanos. Vale decir, el conservadurismo norteamericano en sus distintas vertientes, vuelve a coincidir, como en muchas otras ocasiones, sobre lo que más conviene a la primera potencia del mundo.

Guerra sucia

Horas antes de iniciarse la consulta del llamado Supermartes, Sanders era el favorito en todas las encuestas. La cúpula demócrata había intentado levantar la candidatura del exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg, pero pese a sus esfuerzos, la postulación se desinfló. Una semana antes, ni siquiera se consideraba el nombre del vicepresidente Joe Biden. Pero ante las nuevas realidades, hubo un realinderamiento de emergencia en torno a Biden, que se postuló a última hora, sin hacer campaña hasta ese momento, pero que puso a disposición el peso de su multimillonaria fortuna.

De inmediato, el peso de los grandes medios de comunicación giró en torno a Biden y se desató una especie de guerra sucia contra Sanders. Aparecieron ‘politólogos’ de nuevo cuño, que insistieron en el apocalipsis. La primera tesis que plantearon es que la candidatura de Sanders “tiene un techo”, con una base que no puede ampliar más allá de los universitarios que lo quieren todo gratis.

La otra tesis es la de que un éxito futuro de Sanders, si alcanza su nominación en la convención nacional del partido, significaría una capitulación frente a Trump, qué tendría asegurada su reelección, pues actuaría a su favor el temor de los demócratas de votar por Sanders. En ese sentido, dicen, los triunfos electorales anteriores de Sanders en Iowa y New Hampshire, son irrelevantes.

Por los derechos de la gente

Sanders no se muestra sorprendido: “Esto no es un secreto: el establishment político se está uniendo y hará cualquier cosa; todos se están poniendo nerviosos de que la gente trabajadora se ha puesto de pie”, anota el candidato. Un argumento final de los enemigos de Sanders, es tildarlo como un tipo anticuado. Es decir, cuando no lo elevan a la categoría de socialista peligroso, le llaman un tipo fuera de tiempo. En efecto, Trump, en un discurso reciente, lo llamó “un viejito loco”.

A pesar de su edad, Sanders no es un tipo anticuado. No lo es, pensar que cualquiera que trabaje 48 horas a la semana, no tiene por qué vivir en la pobreza. Ni pensar que el acceso a la salud debería ser un derecho universal; ni lo es pensar que el candidato a la presidencia de los Estados Unidos debería ser el que más apoyos obtenga de la ciudadanía, y no el que posea más dinero.

La mayoría de los norteamericanos anhelan una transformación profunda de su régimen político. La virtud de Sanders, y esa es otra de las enseñanzas del supermartes, es que sus planteamientos programáticos han despertado el ‘socialista’ que los ciudadanos llevan dentro. Y esa es una realidad que habrá que tomar en cuenta en lo que resta de la campaña demócrata. Esperar si finalmente los candidatos del establecimiento se le atraviesan como palo en la rueda y frustran la candidatura del cambio, o se imponen los vientos de la renovación en el país del norte.