Amaru Terrestre
El 8 de agosto, miles de mujeres en todo el mundo se sumaron en un sólo color, un sólo grito, miles de sonrisas y amor en solidaridad con las compañeras de Argentina.
El aborto es un procedimiento que se ha hecho milenariamente; muchas mujeres han sido condenadas por realizar abortos y realizárselos. Sin embargo, el gobierno aliado con la Iglesia, una vez más, ha recurrido a su ortodoxia bajo la consigna de la moral. Moral sobre la vida, mejor, sobre el valor de la vida. ¿Pero es que acaso las vidas de las mujeres, sus sueños y retos en este mundo que son realmente tangibles, no son valiosos?
El movimiento feminista grita con toda su fuerza, rabia, beligerancia y coherencia: “saquen sus rosarios de nuestros ovarios”. La iglesia y el gobierno durante décadas ha perseguido y quemado a brujas, brujas todas aquellas que piensan por sí mismas, que se atreven a investigar, a cuestionar, que ríen y se embarcan en el camino de descubrir su sexualidad, que se empoderan de sus finanzas, que cuestionan la forma en que se ha impuesto la maternidad y que sueñan con que otro mundo es posible, un mundo donde se les reconozca como sujetas políticas que tienen la capacidad de decidir sobre su cuerpo y con ello de decidir sobre su vida.
Que el proyecto de ley no haya sido aprobado en Argentina sólo demuestra lo arraigado que está el patriarcado en el territorio latinoamericano. El sistema patriarcal que no se puede separar del capitalismo y su forma de convertirlo todo en negocios, ha reducido la vida de las mujeres a cifras: mujeres madres, (sin importar la edad y su condición socioeconómica), mujeres que han sido violadas, mujeres que han sido violentadas y mujeres que mueren en un procedimiento de interrupción voluntaria del embarazo (aborto). Es decir, la vida se reduce a un número.
La lucha por la legalidad del aborto que ha emprendido Argentina desde el 2006 ha demostrado al movimiento feminista del mundo que es posible juntar y organizar la rabia, ha demostrado que se necesita disciplina, creatividad y amor para seguir dando la batalla contra el patriarcado que quiere seguir sometiendo el cuerpo de la mujer.
A las compañeras argentinas queda por decirles: Gracias, gracias por hacernos soñar, por hacernos juntar, por hacer que nuestro corazón se sumara en una sola voz y por sembrar de nuevo la esperanza de un mundo donde seamos nosotras quienes decidamos sobre nuestros cuerpos. No desistiremos en esta ardua tarea que nos queda por emprender y apropiar a nuestro país Colombia, donde la ultra derecha amenaza una vez más la poca autonomía que muchas brujas a lo largo de su vida han logrado. La consigna del movimiento feminista es clara: “Abajo el patriarcado que va a caer, que va a caer. Arriba el feminismo que va a vencer, que va a vencer”.