La salida de Daniel Coronell y Daniel Samper Ospina de la revista Semana es la última “jugadita” del uribismo para intentar apoderarse del panorama informativo en Colombia. Tristemente, se pierde así un respetable medio de derecha y nace una cloaca de propaganda y manipulación
Roberto Amorebieta
@amorebieta7
Esta semana fue noticia (así parezca un juego de palabras) la cancelación de la columna de opinión que el periodista Daniel Coronell tuvo por varios años en las páginas de la revista Semana. En plena pandemia del coronavirus, los nuevos dueños de la revista decidieron por fin deshacerse de uno de los periodistas de investigación más incómodos para la ultraderecha. Coronell, como se sabe, había usado su columna semanal (y el noticiero Noticias Uno, del que es accionista) para revelar hechos escandalosos del uribismo como la Yidispolítica, los negociados de los hijos de Álvaro Uribe con las zonas francas en Mosquera (Cundinamarca) y más recientemente la compra de testigos para enlodar al senador Iván Cepeda.
Otro de los columnistas estrella de la revista, Daniel Samper Ospina, quien se había caracterizado por un estilo irónico y pretendidamente humorístico, renunció a su columna en solidaridad con Coronell. Las dos “bajas” en la nómina de Semana, que a primera vista parecerían un debilitamiento de la revista, en realidad expresan un reacomodamiento de la estructura de los medios en Colombia para preparar la disputa ideológica en 2022.
El medio de la élite liberal
No viene mal un breve repaso histórico para entender mejor el significado de esta sacudida en el panorama mediático. La original revista Semana fue fundada por Alberto Lleras Camargo en 1946 y se convirtió rápidamente en uno de los medios más representativos del pensamiento de la élite liberal de entonces. Si bien tuvo que cerrar en 1961, el hijo de Alfonso López Michelsen, Felipe López Caballero, obtuvo los derechos para utilizar el nombre y la fundó otra vez 1982.
Este nuevo proyecto pretendió, de alguna manera, continuar con la identidad que la original revista había tenido, es decir, defender un enfoque liberal de derecha que expresara los intereses de una parte de la élite interesada en la modernización del país, pero no tanto en la democratización de la sociedad. Hay que decir que la nueva revista Semana logró dicho cometido, pues no solo tuvo momentos importantes de calidad, en especial en el periodismo de investigación, sino que fue un excelente termómetro para percibir lo que estaba pensando ese sector liberal de la élite colombiana.
De este modo, la revista tuvo una relación casi incestuosa con el gobierno de Álvaro Uribe siendo uno de sus principales promotores hasta cuando fue imposible seguir ocultando las atrocidades del régimen y los escándalos de corrupción. En ese momento, la élite se dio cuenta que Uribe ya había cumplido su cometido, decidió que la administración de la finca debía retornar a sus dueños y que era hora de comenzar a destapar la olla podrida. Que un medio como Semana, profundamente vinculado con el poder en Colombia, revelase, por ejemplo, los falsos positivos en 2008, solo puede entenderse en ese contexto.
Giro a la derecha
No obstante, la reciente adquisición del 50% de la revista por parte de Jaime Gilinski Bacal ha significado un giro tanto en lo periodístico como en lo ideológico. Gilinski es miembro de una de las familias dueñas de Bancolombia y se suma a la tendencia mundial de empresarios adquiriendo medios de comunicación. En Colombia ya lo habían hecho Ardila Lülle con RCN Radio y TV, Santodomingo con Caracol TV, Blu Radio y El Espectador, y Sarmiento Angulo con los diarios El Tiempo y La República.
En lo periodístico, el giro de Semana consiste en dejar marchitar definitivamente el formato impreso y convertirse en una especie de canal de televisión por internet. Y en lo ideológico, volverse un portavoz del pensamiento de ultraderecha sacrificando la calidad periodística en aras de aumentar la difusión de sus contenidos en la web. Es decir, lo más parecido a un periodismo mercenario. Lo anterior podría sonar a teoría de la conspiración, pero es exactamente lo que ha sostenido el propio Gabriel Gilinski, hijo de Jaime, al decir que su proyecto consiste en convertir a Semana en el “Fox News colombiano”.
La cloaca de Fox News
Fox News es un canal de noticias estadounidense fundado en 1984 por el magnate australiano Rupert Murdoch. Hoy lo ven más de 80 millones de hogares dentro y fuera de Estados Unidos, siendo uno de los canales más influyentes y con mayor audiencia. Desde su fundación se ha caracterizado por ser un defensor a ultranza del Partido Republicano y ha sido objeto de múltiples denuncias por tergiversación de información, injurias, mentiras, calumnias, acoso a sus periodistas y en general, por ofrecer una información de pésima calidad que más parece propaganda a favor de un pensamiento religioso y de ultraderecha.
Su éxito no ha sido casualidad. Desde los años noventa, Fox News comenzó a cambiar radicalmente su enfoque y su calidad, incorporando prácticas que en aquel momento eran novedosas pero que hoy forman parte del repertorio de casi todos los medios hegemónicos. Algunas de ellas han sido los titulares sensacionalistas, el uso abusivo de las noticias de “última hora”, la saturación de la agenda informativa con noticias irrelevantes, el diseño de preguntas del tipo “algunas personas dicen…” para condicionar sutilmente la respuesta del entrevistado, la invitación a falsos expertos que defienden los puntos de vista del canal y el matoneo público y descarado contra figuras progresistas o incluso liberales, entre otras.
De hecho, Fox News es hoy uno de los medios que más contribuyen a la difusión de noticias falsas y de interpretaciones amañadas de la realidad que crean eso llamado la “posverdad”, es decir, cuando importa más la percepción que la gente tiene de la realidad que la realidad misma. La consolidación de esa percepción equivocada no es casual ni producto del azar. Es generada intencionalmente desde centros de desinformación como Fox News, que inoculan miedo y desconcierto entre su audiencia para inducirles a tomar decisiones tan absurdas como la salida del Reino Unido de la Unión Europea (el famoso “Brexit”), el No en el plebiscito por la paz en Colombia o elegir a Donald Trump como presidente de Estados Unidos.
Derechización mediática
Por ello es lamentable que el panorama mediático colombiano tenga un medio de comunicación con ese propósito: volverse una cloaca. La revista Semana, si bien no contribuía a la pluralidad informativa, sí aportaba interesantes investigaciones y agudas columnas de opinión que permitían al lector hacerse una idea más o menos certera de la realidad colombiana desde una perspectiva de derecha liberal.
Hoy, con la brutal reducción de la plantilla de periodistas, la incorporación de la exministra uribista Sandra Suárez como gerente y de los reconocidos propagandistas Luis Carlos Vélez, Vicky Dávila y Salud Hernández-Mora como columnistas, la revista Semana (o Semana TV, como parece que se llamará) se encamina rápidamente a ser un vocero ramplón del uribismo más rancio y recalcitrante.
Es una lástima. Quien pierde no es solo el pensamiento liberal de derecha. Lo que se sacrifica en realidad es la calidad y el derecho de los colombianos a tener una información confiable.
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