
Editorial VOZ 3175
Desde la muerte de Simón Bolívar, se sabe que los partidos tradicionales, Liberal y Conservador son los responsables de las 22 guerras civiles que azotaron a la nación en el siglo XIX y los inicios del siglo XX. Además, a partir de la década de los años cuarenta del siglo pasado, la colectividad azul desató la llamada Violencia que enlutó a miles de familias en el país.
El Partido Conservador desde el recinto del Congreso llamó a la guerra fratricida entre colombianos cuando Juan Montalvo, siendo ministro de Gobierno de Mariano Ospina Pérez (1946-1950), lanzó al país por la senda de la barbarie al lanzar su consigna de “A sangre y fuego”. Hoy sus herederos se oponen a la propuesta de reconciliación y convivencia expresada en la política de Paz Total.
Los partidos y sectas que derivan beneficios económicos y prebendas de la guerra, de la destrucción y el aniquilamiento de inocentes, son los más recalcitrantes enemigos de la Paz Total.
Si hay caminos y acciones que pueden derrotar a los guerreristas. Lo primero es reconocer en el pueblo el primer aliado de la paz. El llamado insistente del presidente Gustavo Petro a la movilización popular, no es solo por el apoyo a las reformas en curso, sino, en especial para detener la guerra, hacer que la paz avance y que los cambios encuentren un cauce propicio para desarrollar su potencia transformadora y creadora.
El II Pleno del Comité Central del Partido Comunista convocó “a avanzar en la movilización permanente, la unidad y el poder popular. (…) No se trata de marchas continúas. Es el llamado al respaldo social, consciente, organizado, preparado y en alerta, con iniciativas de masas unitarias que puedan rodear el proceso de cambios en todo el territorio nacional, rural y urbano. A ello debe corresponder un enfoque novedoso y eficaz de la información de Gobierno y un contundente respaldo a los procesos de comunicación popular para contrarrestar la estrategia mediática de la extrema derecha”.
Los aliados para construir la paz van más allá de la izquierda y el progresismo. Es necesario renovar la convocatoria al trabajo conjunto con la Iglesia Católica, que en los últimos lustros ha hecho de su accionar por la paz y la reconciliación su ethos fundamental y su objetivo prioritario, para que la gente de a pie, la clase media, la clase trabajadora urbana y el campesinado hagan suya la bandera de la paz.
Capítulo aparte es el de los pastores representantes más reaccionarios del pentecostalismo que orientaron a su feligresía por los caminos anticristianos y alejados de las enseñanzas de la Biblia que clama por la paz, para recibir dádivas politiqueras. Recordemos como condujeron a su fieles a votar en contra del plebiscito por la paz en 2016. Es hora que desanden el sendereo equivocado y que vuelvan a los caminos de reconciliación que ordenan los textos sagrados.
La Paz Total necesita hoy de diversos actores y protagonistas. Es pertinente el diálogo y acercamiento con una parte de las élites y gremios económicos que saben y están convencidos que la guerra es un mal negocio. La búsqueda de ambientes propicios para la inversión, para el emprendimiento y la llegada a Colombia de grandes plataformas, cadenas y empresas, puede ser un punto coincidente para producir alianzas.
Las organizaciones sociales, de la sociedad civil, las ONG, los centros de pensamiento e investigación sobre la paz, el movimiento amplio y diverso por la paz son un actor heterogéneo de mucha experiencia al que se debe mirar e incluir con mayor relevancia. Procesos y convergencias como Defendamos la Paz, la Asamblea de la Sociedad Civil por la Paz, JustaPaz, la Comisión Interclesial de Justicia y Paz y otras iniciativas tienen mucho que aportar a la Paz Total.
Proceso fundamental son las experiencias resilientes territoriales, comunidades locales y organizaciones que, desde experimentos concretos, resisten, construyen paz y que hoy enfrentan a “nuevas viejas guerras” y “nuevos viejos actores armados”, sometidos a regímenes de coerción, confinamiento y violaciones permanente de los derechos humanos. Comunidades que aplican nuevas resistencias con altos costos humanitarios. Su articulación y el rol de legitimización social que pueden jugar, es clave para la Paz Total en la llamada Colombia profunda.
Los Gobierno locales y departamentales, son hoy un eslabón perdido de la Paz Total. Hay que recuperar y asignar roles en ese propósito a los alcaldes y gobernadores, a diputados y concejales.
Es necesario que el presidente, los gobernadores y alcaldes convoquen, consulten y acuerden acciones de construcción de paz, con espacios y escenarios institucionales y de ley como el Consejo Nacional de Paz, los Consejos Territoriales de Paz, los Consejos Territoriales de Planeación, los Consejos Territoriales de Desarrollo Rural, las Comisión de Paz del Senado y Cámara y las Cámaras de Comercio.
Hagamos realidad y llenemos de contenido la política que impulsa el Gobierno nacional y las fuerzas democráticas por una paz democrática en sintonía con las reformas sociales.