Debates campesinos en el valle del río Cimitarra por el cumplimiento de los acuerdos sobre reforma rural integral
Luis Torres y Cindy Lopera – Agencia Prensa Rural
@PrensaRural
Un río caudaloso recorre con furia kilómetros y kilómetros de tierras arrasadas por la violencia. A sus orillas un grupo de campesinos, provenientes de veredas cercanas y lejanas, se reúnen para debatir sobre las posibilidades de legalizar la posesión que ejercen desde años atrás en tierras abandonadas por el Estado. Los enfrentamientos entre grupos armados ahora hacen parte de ese oscuro pasado que muchos quieren olvidar y, aunque el temor continúa latente ante el creciente número de asesinatos de líderes sociales en todo el país, la esperanza de lograr la implementación de los acuerdos de paz crece día a día.
Tierra y Acuedo de Paz
Las cicatrices aún siguen abiertas. Los mártires que ha dejado la lucha por la defensa de la tierra serán recordados por siempre y el mejor homenaje que se les puede hacer es continuar su legado con organización, con amor por la labor agrícola y dejando en alto los principios campesinos. Así se quiere regresar a los campos, recuperar la vocación de la tierra y exigir el cumplimiento de los acuerdos pactados entre el ahora partido político FARC y el Gobierno.
Desde la firma de los acuerdos, se han logrado visibilizar en diferentes regiones del país iniciativas de trabajo comunitario entre las poblaciones más afectadas por el conflicto. La población campesina del valle del río Cimitarra, ubicada en el Magdalena Medio, ha sido un estandarte de lucha y resistencia en una de las zonas más afectadas por la presencia armada del Estado y de grupos al margen de la ley; una de estas iniciativas de resistencia está siendo orientada por la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (ACVC).
El sábado 3 de marzo un equipo dinamizador de la ACVC convocó a una reunión de líderes de las juntas de acción comunal y de habitantes de diferentes veredas situadas a lo largo del Cimitarra; la cita campesina tuvo lugar en la vereda El Bagre, en Yondó (Antioquia). Uno de los objetivos que se plantearon fue abrir el debate sobre la tenencia y titulación de la tierra en Colombia, generándolo en espacios de base, comunitarios, para desarrollar iniciativas de organización desde las mismas juntas que estén orientadas a afrontar los retos planteados en el primer punto del acuerdo sobre Reforma Rural Integral.
El ser campesino
Para contextualizar el deseo generalizado del campesinado por retornar a sus tierras y trabajar en lo que mejor saben hacer, la producción de alimentos, es necesario hacer memoria y trazar un recorrido histórico que comienza en los años 70 cuando llegaron algunos colonos a la región del Magdalena Medio provenientes de departamentos como Tolima, Cundinamarca y Boyacá, huyendo de la violencia que se agudizó en 1948.
Sin perder la identidad que significa ser campesino, y organizados en esa época bajo la figura de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), 300 familias se tomaron las tierras que le pertenecían a unos pocos empresarios y que estaban siendo inutilizadas; así fue creciendo el nordeste antioqueño. Esta es la historia que cuenta don Elvin Torres, presidente de la junta de acción comunal de la vereda El Descanso, en Yondó. Hoy este municipio cuenta con alrededor de 22 barrios que en un principio fueron “tomados”; pero de los casi diez mil habitantes que conviven día a día en la cabecera municipal muy pocos conocen la historia de lucha, resistencia y defensa del territorio que se esconde entre sus calles.
La propuesta de la ACVC es defender a toda costa la implementación de los acuerdos de paz, ya que en el primer punto -sobre la Reforma Rural Integral- se habla de la creación de un fondo nacional de tierras con alrededor de siete millones de hectáreas que le serán devueltas a los campesinos con el fin de recuperar la vocación agrícola en el país. Por lo menos así está planteado en el papel. Desde cómodos escritorios en las principales capitales del país se toman decisiones trascendentales para el futuro de los campos colombianos, desconociendo las cifras reales de los verdaderos afectados, como los miles de desplazados que día a día llegan a las ciudades para engrosar los cinturones de miseria.
Por el futuro
Con miras a poder ofrecerle un mejor futuro a las generaciones venideras, algunas familias campesinas se esmeran por lograr que sus hijos se eduquen en las ciudades, pero la falta de oportunidades en las zonas rurales, en gran medida gracias a los bajos precios de los productos importados con los que deben competir nuestros campesinos debido a la firma de los tratados de libre comercio, hace que estos jóvenes pierdan el deseo de regresar a sus pueblos, generando la “urbanización de la mano de obra campesina”. Esta es una de las tesis que sostiene don Elvin.
Para asegurar el éxito de este tipo de proyectos es necesario que la titulación de tierras venga de la mano de la inversión en infraestructura para dignificar la forma de vida en el campo: carreteras óptimas para comercializar los productos campesinos con garantías, centros de salud adecuadamente dotados e instituciones educativas para la cualificación de los trabajadores del campo, además de viviendas con servicios públicos vitales que determinen el buen vivir para las comunidades rurales.
“Llenarse de berraquera y querer de verdad trabajar la tierra”, esa es una de las soluciones planteadas por los campesinos. Así lo afirmó Javier Amaya, campesino de la región y secretario de la ACVC, quien es uno de los impulsores de la creación de comités de tierras al interior de cada junta de acción comunal. Comités con los que se pueda contar, al interior de cada vereda, para conocer de primera mano quiénes son los interesados en legalizar la ocupación que vienen ejerciendo o en adquirir nuevas tierras para de verdad trabajarlas y hacerlas productivas, no con el ánimo de transar con estas tierras sino para recuperar el arraigo campesino y regresar a poblar los campos.
Valle del Río Cimitarra
A estos comités les corresponderá además la clasificación de tierras y baldíos que no están siendo aprovechados y que podrían llegar a hacer parte del fondo de tierras antes mencionado. Comités que además regularán las normas necesarias para la sana convivencia entre vecinos y la resolución de conflictos por medio del diálogo.
Mientras el sol se oculta en el horizonte, el río Cimitarra continúa su camino majestuoso, imponente. Termina una de muchas reuniones que se tienen planeadas en varios puntos de la región que constituye la Zona de Reserva Campesina del Valle del río Cimitarra. El proceso para asegurar que cada campesino cuente con su pedazo de tierra para sembrar alimentos y esperanzas, será largo y tortuoso. Sólo mediante la unidad del campesinado, dejando de lado las diferencias culturales, políticas, ideológicas, religiosas, o de cualquier índole, se podrá asegurar la victoria de esta lucha emprendida desde antaño por nuestros ancestros y que hemos venido asumiendo las nuevas generaciones con dignidad y entereza.
