El sonido en tiempos de emociones

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Micrófono piezoeléctrico de grabación.

Apague el sonido en una película, pieza musical o en un partido de fútbol y ya no sentirá lo mismo. Será simple el placer

Simón Palacio
@Simonhablando 

El sonido es la última pieza del rompecabezas en las producciones audiovisuales. Es cierto que la imagen resulta ser todo en las producciones audiovisuales pero el sonido es su inseparable aliado. En la más reciente masificación de las producciones audiovisuales gracias al internet y su capacidad de alojar información, las piezas audiovisuales se han venido perfeccionando en estética para lo cual el sonido resulta tan importante como la imagen y el argumento, que a lo mejor cualquier persona que no tenga en cuenta los conceptos del sonido, no dimensiona el lugar que ocupa.

La capacidad del sonido de actuar en las producciones, su versatilidad, el riel por el cual se conduce el argumento y la intencionalidad del creador, su capacidad pedagógica para los contextos, su pertinencia y la posibilidad de conducir los hilos de conexión entre el sujeto y la proyección audiovisual, hacen despertar nuevas sensaciones en el ser humano que vive estos tiempos. El sonido es imprescindible.

Sirve el sonido también para educar, sirve de canal de expresión cultural que va más allá de lo musical, e para conectar realidades e identificar momentos de la historia. Hay sonidos que identifican la cultura, la política y las representatividades sociales, por ejemplo, aquel del piano y saxofón en tono medio que evoca París, o el sonido de marchas y botas para identificar las representatividades militares de las sociedades, el tono bajo y clásico del espacio, aunque no sepamos a qué suena el espacio, las trompetas que anunciaban las noticias en la época feudal. Es decir, el sonido hace representaciones sociales y memorias culturales perennes.

El sonido como experiencia sensorial puede transportarnos a recónditos lugares de la memoria del ser humano o recrearnos en el cerebro experiencias vividas de manera subconsciente. Pero también a vivir sensaciones que a lo mejor físicamente no ha experimentado. En la descripción de esos hechos reales el sonido se convierte en un reto diferenciador, es decir, está casi por encima de las imágenes cuando el objetivo es atrapar la mente del sujeto.

El sonido tiene una carga simbólica muy importante. La memoria y la cultura política, los discursos resultan ser uno de los sonidos más representativos para un país. Por ejemplo, en Colombia la voz de Jorge Eliécer Gaitán esta intrínsicamente ligada a la conciencia y la memoria de los colombianos. Los buenos ejemplos de la oratoria política en Colombia se anclan desde el siglo pasado que entran a la cultura colombiana con la aparición de la radio, hace más de medio siglo. Con la particularidad que hoy podemos revivir esos imaginarios culturales de los grandes discursos para la construcción de una identidad de cultura política.

El sonido alcanza un valor de la realidad que entre más ajustado sea al argumento más real es el producto audiovisual. Lo que no quiere decir eso es que el tratamiento del sonido en el documental sea empírico, claro que no. Tienen un tratamiento profesional y su captura requiere elementos tecnológicos que permitan que esa pieza sea de calidad, que se traduzca en una aceptación de los tonos y los sonidos al oído humano.

Un buen sonido es un equivalente a una buena crónica, un excelente relato y a una experiencia sensorial placentera que se aplica en el cine, la televisión, la radio, el cine y la política.