“Tenemos derecho a la tierra y a que se nos garantice la permanencia en ella”, afirma Arnidia Runza
Carolina Tejada Sánchez
@carolltejada
Sumapaz ha sido uno de los territorios más codiciados de la geografía nacional por parte de las multinacionales, pero también, uno de las áreas rurales con altos niveles de organización social, la cual, ha impedido que su entorno ambiental y cultural sea intervenido por agentes externos a fin de explotar sus recursos y de acabar con un hábitat que hoy se califica como el más importante del mundo.
La Localidad 20 de Bogotá, Sumapaz, está ubicada en la región del Sumapaz. Allí, se haya el páramo más grande del mundo, principal fuente hídrica del país, con un ecosistema en donde habitan diversos tipos de animales como los osos de anteojos, cóndores, águilas, venados, diversidad de aves que adornan un paisaje de 333.420 hectáreas, y una amplia gama de lagunas de origen glacial. Este territorio que lo acompañan 1.128 kilómetros de ríos y quebradas, es hoy protegido por quienes, desde tiempos memorables, cuidan y defienden su esencia, como territorio de vida.
Habitantes sumapaceños, defensores de la vida
Quienes habitan la localidad, no solo tienen un sentido común con su área de 780 km², sino que además, se declaran defensores de todo el territorio como un solo ecosistema. Su condición de campesinos y campesinas, cultivadores y cuidadores, también los ha llevado a pensarse su subsistencia desde la preservación de la naturaleza. Sin embargo, las condiciones en las que habitan, cultivan y comercializan sus productos, son desventajosas para la realidad socio económica de las familias. Es por esta razón, que se han venido manifestando.
VOZ dialogó con una de las lideresas del Sumapaz, Arnidia Runza, de Sintrapaz, y presidenta de la Asociación Educativa del Colegio Juan de la Cruz Varela. Ella nos relató que, se vinculó a la defensa del territorio porque, “es aquí donde quiero vivir, soy una mujer con quinto año de primaria, pero orgullosa de ser una mujer campesina sumapaceña”. Con indignación, cuenta que en la última etapa las condiciones para el campesinado, se ha agudizado, “este es un territorio por el cual lucharon nuestros antepasados y hoy lo habitamos nosotros. Pero, en cuanto a nuestros derechos, vemos con tristeza que son vulnerados, porque no nos reconocen como campesinos y campesinas y nos imponen leyes sin contar con nuestra opinión. El Gobierno no reconoce que sin la economía campesina no sobrevivirán en las capitales”.
La crisis económica, y las dinámicas institucionales ponen contra la pared al campesinado, no hay garantías para el cultivo y la comercialización de sus productos, y por el contrario, existe el abandono como respuesta por parte del Estado. Esto, conllevó a que la comunidad de San Juan de Sumapaz se juntara e hiciera un cese de sus actividades cotidianas y bloquearan en modo de protesta, la Troncal Bolivariana, sector Hoya del Caballo, el pasado 23 de octubre, exigiendo una mesa de diálogo para que las diferentes autoridades que deben dar cuenta de dicha crisis les atiendan sus demandas.
Según comenta la líder Arnidia, “somos quiénes cultivamos la tierra para que se produzcan los alimentos, pero están llegando entidades como Parques Nacionales Naturales, la CAR, y nos imponen leyes que favorecen a las multinacionales, quieren delimitar nuestro territorio a favor de ellos, sin importar la suerte del territorio, y la de nosotros, nos quieren condenar al desplazamiento, al hambre y a la miseria”, asegura.
Las exigencias para el territorio
Sin embargo, cuenta que, “hoy, en nuestro territorio hay una amenaza con la explotación minera y tienen la intención de construir una hidroeléctrica, ampliar el turismo sin importar el daño a nuestro ecosistema de páramo, único en Colombia y en el mundo”. Por ello, cuenta que se han venido organizando y exigiendo el derecho a ser consultados sobre lo que se haga en el territorio, “una de las acciones que frenaría está amenaza es la Zona de Reserva Campesina, y brindar soberanía alimentaria, teniendo la preservación y cuidado del medio ambiente. Por eso salimos a los plantones, para que nos escuchen, y se respeten nuestros derechos”.
Dentro de las exigencias que menciona, están las relacionadas con el reconocimiento al campo, “a los Gobiernos distrital y nacional, les exigimos que se reconozca y se respete el campesinado, que exista un apoyo para el campo con proyectos productivos, y se garanticen nuestros derechos, uno de ellos es el de la paz. Por eso exigimos que se cumplan los acuerdos pactados en La Habana, no queremos que continúe la guerra, y que sigan asesinando líderes y lideresas por llevar la voz del pueblo. Las mujeres hoy decimos basta, no más hijos para la guerra, somos creadoras de vida queremos una vida digna para nuestros hijos”.
Cabe recordar, que el Sumapaz, por su ubicación geográfica, ha sido una zona estratégica para el cruce entre región y región de tropas que antes del proceso de paz, dejaron cientos de personas heridas o que perecieron en medio de los enfrentamientos entre guerrilla y ejército. Además de ello, su riqueza natural, la ha puesto como una minita de oro ante los ojos de empresas extractivistas, quienes también se han interesado porque el territorio les abra las puertas a la explotación minera. Sin embargo, la resistencia del campesinado ha sido fuerte, pero también le ha costado una violación sistemática a los derechos de sus pobladores.
El derecho a la tierra
Para Arnidia, sus exigencias son básicas, “tenemos derecho a la tierra y a que se nos garantice la permanencia en ella, a la salud, la educación y demás derechos. También a que consulten con los campesinos, que somos seres humanos humildes, trabajadores. Lo único que pedimos es respeto, queremos vivir en nuestro territorio, cuidándolo y preservando nuestro ecosistema para que haya agua para la ciudad, porque el agua es vida y sin ella no vivimos. Sumapaz es tierra de paz”.
Cuando relata cómo es el proceso de cultivo con el cual deben mantener a sus familias, queda sobre entendido las pocas ganancias que reciben, gracias a las nulas garantías para el agro por parte de las administraciones. “Aquí se cultiva la papa, un bulto de pareja cuesta 20.000 pesos y la carga 40. 000 mil y, a veces baja más el precio y es demasiado lo que se le invierte en abonos y fumisidas, obreros para la siembra, gusgunia, luego recogerla, bañarla y transportarla a la zona urbana. La siembra de una carga sale costando unos setecientos mil”. También, comentó que el queso se vende a 3.500 y 4.000 pesos la libra, el litro de leche cuesta 800 pesos. Pero la comercialización y las condiciones que ponen las entidades para hacerlo son muchas. Como compromiso con el cuidado de la naturaleza, afirma que, “queremos cultivar sin químicos y rescatar cultivos ancestrales, pensamos en la salud de todos, pero no hay garantías”.
Arnidia, es una de las tantas lideresas de la región, ella también hace parte del consejo local de mujeres, “allí aprendí mucho y he dado paso para que otras compañeras participen y aprendan, y conozcan el proceso. Hemos logrado avanzar en muchas cosas con este proceso. Pero, por ahora, urge que el Gobierno distrital, la alcaldía, empiece a trabajar en nuestro territorio. Ellos deben tener claro que esta es una región libre de toda violencia. Aquí solo llegan entidades como el ICA y el Invima, a poner trabas para comercializar el ganado, en la movilidad, licencias a las fincas, siempre exigen pero nunca dan garantía de nada”.
Finalmente, la lideresa comenta que, “seguiremos exigiendo nuestros derechos a través de las organizaciones sociales del territorio, como madre de tres hijos, porque soy feliz viviendo aquí”.