Sin la mayor vergüenza, Trump ha dicho que el espacio interestelar es un campo de batalla, como lo son la tierra, el aire y el mar. Estrategas militares afirman que no se debe convertir el espacio exterior en campo de guerra
Alberto Acevedo
En medio de un gran despliegue publicitario, y con la presencia del presidente Donald Trump, desde la estación de Cabo Cañaveral, el pasado sábado 30 de mayo despegó, rumbo a la Estación Espacial Internacional, la nave Dragon Endeavour, que al día siguiente se acopló con éxito a la “cápsula madre”, que la esperaba.
Varios hechos nuevos caracterizan el vuelo. En primer lugar, es la primera vez en que una empresa privada, SpaceX, transporta a un grupo de astronautas del programa espacial norteamericano de la Nasa. Segundo, es la primera vez que se realiza un viaje espacial tripulado después de una pausa de nueve años. Tercero, la empresa SpaceX, del multimillonario Elon Musk, es la única en el mundo en capacidad de recuperar la cápsula de lanzamiento, con lo que se abaratan costos y se abre la posibilidad de comerciar vuelos privados de pasajeros, que tendrían a la luna como primer destino ‘turístico’.
La noticia podría interpretarse como un paso importante en la aeronavegación espacial, que podría conducir a avances científicos, deseados por toda la humanidad, si no fuera por las condiciones propias de la política norteamericana, interesada en privatizar el cosmos y convertir el espacio interestelar en escenario de la carrera armamentista en que está empeñada la actual administración.
Jurisdicción internacional
Es clara la intención del gobierno norteamericano de privatizar este tipo de vuelos, y de la misma manera intentar privatizar la luna, a la que aspira a llegar para apropiarse de cantidades ilimitadas de recursos de su subsuelo. A principios de abril pasado, el presidente Trump firmó una orden ejecutiva que autoriza la explotación comercial de los recursos naturales de la luna y otros cuerpos celestes.
El decreto ordena al secretario de Estado oponerse a “cualquier intento por parte de cualquier otro estado u organismo internacional, de considerar el Tratado de la Luna como reflejo o expresión del Derecho Internacional Consuetudinario.” Pretende con ello el mandatario salirle al paso a una resolución de la Asambleas General de las Naciones Unidas de diciembre de 1979, suscrito por once países, que prevé, entre otros puntos que la jurisdicción del satélite natural de la tierra, así como de otros cuerpos celestes y sus órbitas cercanas, pertenece a la comunidad internacional.
No a una carrera lunar
En diciembre pasado, hace apenas seis meses, el presidente Trump anunció la creación de la Fuerza Espacial de los Estados Unidos como la sexta arma de sus Fuerzas Armadas y le asignó un presupuesto de ocho mil millones de dólares, orientado en primera instancia al desarrollo de armas de alta sofisticación y letalidad.
Sin la mayor vergüenza, dijo en ese momento el gobernante norteamericano que el espacio interestelar es un campo de batalla, como lo son la tierra, el aire y el mar, asunto que fue calificado por algunos estrategas militares como abrir la Caja de Pandora de nuevos conflictos internacionales. Con aparatos magnéticos en el espacio podría paralizar, por ejemplo, los sistemas de comunicaciones en el mundo.
Las reacciones no se hicieron esperar: “Rusia no permitirá la privatización de la luna, independientemente de dónde provenga la iniciativa”, declaró el jefe de la Agencia Espacial Rusa, Roscosmos, Dmitri Rogozin. “En cualquier caso, no permitiremos que nadie privatice la luna. Es ilegal, es contrario al derecho internacional”, puntualizó el funcionario.
Por el equilibrio y la estabilidad global
Rusia no busca participar en una carrera lunar con Estados Unidos. “La luna nos interesa principalmente en términos de su origen y conservación como satélite de la tierra. Pero la luna no es nuestro objetivo final. No vamos a participar en una carrera lunar que se asemeje a una competencia electoral” agregó Rogozin.
El otro aspecto, más crucial aún, es el de la militarización del espacio sideral. El pasado viernes 22 de mayo, el vicecanciller ruso, Serguei Riabkov, dijo que “Estados Unidos se prepara de manera sistemática para el uso del espacio para operaciones militares”. Washington se opone a la idea de suscribir un tratado de control de armas en el espacio, al que han invitado China y Rusia para evitar colocar armas y la realización de operaciones militares en ese escenario.
Pekín, por su parte, calificó los planes de Washington como una “amenaza directa para la paz la seguridad, que constituye una grave violación del consenso internacional sobre el uso pacífico del espacio ultraterrestre”. Según China, la nueva rama militar norteamericana socava el equilibrio y la estabilidad global.
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