Tensión entre China y EEUU: Diplomacia valiente y sagaz

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El mutuo cierre de consulados en Houston y Chengdu es el más reciente episodio de la llamada “nueva guerra fría” entre las dos potencias. Mientras Trump usa al “enemigo chino” para exacerbar a sus seguidores, los asiáticos dan muestras de habilidad política y fina diplomacia

Roberto Amorebieta
@amorebieta7

La situación de tensión entre Estados Unidos y China se ha recrudecido tanto, que los grandes medios de comunicación no se ponen de acuerdo sobre qué exactamente fue lo que sucedió durante el cierre del consulado estadounidense en la ciudad china de Chengdu. La confusión de términos no aclara al lector si China “ordenó el cierre”, “tomó” o directamente -como titularon El Tiempo y El Colombiano- “ocupó” la sede diplomática. Muy pocos se tomaron el trabajo de explicar desde el titular -que es lo que la mayoría lee- que se trata de una represalia por una acción similar contra China ocurrida la semana pasada.

La orden de cerrar el consulado en Chengdu es el episodio más reciente de una seguidilla de mutuos ataques diplomáticos y comerciales que se han intensificado las últimas semanas. Esa intensificación revela que la disputa geopolítica entre las dos grandes potencias comerciales del mundo le está sirviendo a Donald Trump para fabricar enemigos que le ayuden a movilizar sus menguadas bases electorales con miras a las elecciones de noviembre. Con la economía en recesión, la pandemia expandiéndose sin control por el país y las calles ardiendo en protesta por el racismo, Trump no tiene otra opción que echar mano del siempre rentable relato del enemigo chino.

Creciente tensión

Para ser rigurosos en identificar el origen del escalamiento de la tensión, tendríamos que extender el análisis hasta los principios de la ‘guerra comercial’ entre las dos potencias, provocada por la política de “Estados Unidos primero” de Trump. Sin embargo, para no ir tan lejos, un buen punto de partida pueden ser las sanciones comerciales contra China, impuestas el mes pasado como castigo por las violaciones a los derechos humanos de la minoría uigur. El gobierno chino respondió en aquel momento con una sanción simbólica contra los senadores estadounidenses Marco Rubio y Ted Cruz, conocidos por ser los principales instigadores del apoyo a los integristas uigures.

A ello respondió Trump con la promulgación de una ley que sancionó a los funcionarios chinos que habían aprobado la Ley de Seguridad -considerada autoritaria pues limita las competencias de Hong Kong- y ordenó poner fin al trato arancelario preferencial con esa región semiautónoma. Luego escaló aún más su apuesta ordenando el cierre del consulado chino en Houston, no sin antes desplegar una campaña mediática acusando a los funcionarios diplomáticos de formar parte de una trama de espionaje que pretendía robar secretos de investigaciones relacionadas con la vacuna del covid-19.

Diplomacia firme e inteligente

En una situación de escalamiento de tensiones como esta, se esperaba que la reacción por parte de la diplomacia china fuese ordenar el cierre de algún consulado estadounidense importante, pero no fue así. En efecto, a diferencia de lo que han vociferado con insistencia algunos medios occidentales, la respuesta de cerrar uno secundario como el de Chengdu fue una acción de firmeza, tacto e inteligencia, que demuestra por qué los chinos llevan 3.000 años haciendo diplomacia y los estadounidenses solo 200.

Fue una acción firme porque se sustenta en lo que en lenguaje diplomático se denomina la ‘ley del espejo’, es decir, las medidas agresivas se contestan con una decisión del mismo calibre. Así, el portavoz de la cancillería china dijo que era “una acción legítima y necesaria” ante “una acción injustificada de Estados Unidos”. Defendió que “la relación entre ambos países no es la que China desearía, pero Washington es responsable de ello” e insistió que la decisión se encuentra “en línea con la ley internacional, las normas básicas que rigen las relaciones internacionales y las prácticas diplomáticas”.

Sin embargo, la decisión china es también inteligente. En justa ley, el país asiático tendría el derecho de contestar a Estados Unidos con una medida de igual intensidad, pero por el contrario ha acudido a la sagacidad diplomática para intentar bajar el tono de la confrontación. Por ello, ordena el cierre del consulado de Chengdu -un consulado de segundo nivel- con lo que envía un mensaje de no querer agravar la situación, pero que coincidencialmente es el consulado responsable de atender a las provincias del Tíbet y de Xinjiang, donde el gobierno chino enfrenta conflictos étnicos y religiosos que Estados Unidos está interesado en exacerbar.

De esta forma, el cierre de los consulados es una faceta más de la hostilidad de Estados Unidos contra China, que se suma a la tensión por el despliegue naval en el mar de la China Meridional, la campaña de difamación contra Huawei y la tecnología 5G y el apoyo nada velado de Trump a los movimientos separatistas de Hong Kong, Tíbet y Xinjiang. Todo ello en el marco de la imparable decadencia del imperio estadounidense y su creciente incapacidad de controlar el mundo. La amarga queja pronunciada por el secretario de Estado, Mike Pompeo, así lo confirma: “Occidente permitió el renacimiento de una economía china en crisis, solo para ver a China morder la mano internacional que la alimentó”.

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