El tiro por la culata

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Aspecto de la Cumbre de los Pueblos, encuentro paralelo a la Cumbre de las Américas en Lima.

La encerrona diplomática norteamericana a los gobernantes del continente para promover una escalada intervencionista en Venezuela, se derrumbó. El ‘Consenso de Lima’, declaración de lucha contra la corrupción, fue suscrito por presidentes investigados por corrupción y lavado de activos

Alberto Acevedo

A pesar de que el tema central que convocó a los jefes de estado de unas veinte naciones del continente en torno a la VIII Cumbre de las Américas, que concluyó el pasado 14 de abril en Lima, fue la ‘gobernabilidad democrática frente a la corrupción’, bajo la mesa había una agenda de trabajo principalísima, cuyo guion habían sido diseñado por el Comando Sur de los Estados Unidos, y era buscar un consenso regional para escalar el aislamiento a Nicolás Maduro e incrementar las sanciones y la desestabilidad del gobierno bolivariano de Venezuela.

El objetivo bajo la manga no se cumplió, y la lucha contra la corrupción no parece ir más allá de un catálogo de buenas intenciones. Fracasó estrepitosamente la idea de provocar una condena regional a las elecciones del próximo 20 de abril en Venezuela. Varios gobiernos de la región, con Cuba y Bolivia a la cabeza, se opusieron a la condena al gobierno de Maduro, y por el contrario, reclamaron por la no presencia del mandatario venezolano en el evento de Lima.

Tampoco encontraron las fuerzas de la reacción continental una base de apoyo para promover una escalada de aislamiento al gobierno de Venezuela, alimentada con sanciones progresivas de gobiernos regionales, como eran la aspiración de Washington y de los grupos contrarrevolucionarios venezolanos, que se movilizaron a Lima, sin siquiera promover un ‘diálogo de la sociedad civil’ antichavista, que estuvieron lejos de conseguir.

Una voz digna

Otro objetivo estratégico para los intereses de Washington, fue buscar una eventual condena regional al sistema socialista de Cuba, bajo el expediente de que viola los derechos humanos de los isleños. Se había pensado por parte de la reacción internacional, montar un show alrededor de los llamados ‘ataques sónicos’, que fuerzas extrañas cercanas a la revolución, habrían dirigido contra diplomáticos norteamericanos y canadienses. Este montaje, por lo burdo, se vino al suelo, y ni siquiera fue motivo de una discusión seria en la cumbre.28

En ese contexto anti latinoamericano, se levantó la voz digna del presidente boliviano, Evo Morales, para decir categóricamente que “nuestra región no es patio trasero de nadie” y emplazó a la OEA, convocante del encuentro, a definirse si se consolida como una organización de integración, inclusión y respeto a la soberanía de los pueblos o se mantiene como ‘un títere neocolonial’.

Detrás del entramado que la OEA quiso montar contra los gobiernos progresistas de la región, estuvieron Luis Almagro, secretario general del organismo regional y el congresista norteamericano, de origen cubano, Marco Rubio, furibundos enemigos de la revolución cubana y del proceso bolivariano en Venezuela. Trump le ha entregado a Rubio el manejo de la política norteamericana hacia esos dos países, y a su amparo se han recrudecido los planes de asedio económico y comercial contra las dos naciones.

Los corruptos trazan la pauta

En esas condiciones, la cita de Lima se deslució, primero porque el emperador Trump no asistió, en un acto de desprecio hacia la región latinoamericana. No asistió el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, a quien se le retiró la invitación inicialmente entregada. Tampoco asistieron 12 mandatarios integrantes de la Alianza Bolivariana de los Pueblos, ALBA, que consideraron que ese no era escenario de unidad e integración latinoamericanas.

Desmontado el complot anticubano y antivenezolano, quedó en la mesa de las conclusiones el tema de la gobernabilidad y la lucha contra la corrupción. ¡Vaya paradoja! El documento de trabajo contra la corrupción en el continente fue suscrito por una pléyade de mandatarios corruptos, la mayoría de ellos vinculados al escándalo Odebrecth, o investigados por lavado de activos, tráfico de influencias y otros delitos. Dos de los mandatarios, Temer, y el anfitrión, Martín Vizcarra, ni siquiera fueron elegidos en procesos electorales directos. Los demás, tienen una credibilidad que apenas bordea el 30 por ciento de aceptación en promedio.

Ni siquiera el propio secretario general de la OEA, el señor Almagro, escapa a esta batahola de acusaciones. Empezando porque antes de comenzar el evento, hizo declaraciones desobligantes contra Cuba y Venezuela, y en el acto inaugural fue abucheado por la mayoría de los asistentes, que obligaron al funcionario a retirarse de la sesión para calmar los ánimos.

Almagro se ensucia las manos

Coincidiendo con la cita regional, varios medios de comunicación del cono sur del continente divulgaron los manejos inescrupulosos de los fondos de la cancillería de su país cuando fue Ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay. Reclamó generosos viáticos, estimados en 233.856 dólares, que no devolvió, a pesar de que en la mayoría de las ocasiones viajó como integrante de la comitiva presidencial, que cubrió todos sus gastos.

Pero tampoco ahora, como secretario general de la OEA, olvida sus mañas. En estos momentos hay una discusión entre los países miembros que manejan los asuntos administrativos del organismo regional, por el manejo de los dineros que pasan por manos de Almagro. En Estados Unidos ya le adelantan una investigación, que se centra en el manejo de los fondos del Maccih, un mecanismo del que Almagro ejecuta recursos a su antojo y sin control. Estos manejos non sanctos, involucran a dos colaboradores suyos, Luis Porto y Washington Abdala, connacionales de Almagro. Algunos países le han pedido la renuncia al secretario general.

Ofensiva neoconservadora

En contraste con este escenario de corrupción, la capital peruana fue escenario de un encuentro de lucha, de optimismo, de fe en el futuro de los pueblos latinoamericanos. Fue la Cumbre Alternativa de los Pueblos, que concluyó con una declaración final que ratifica la decisión de lucha de los movimientos sociales contra el imperialismo. Al encuentro asistió el canciller cubano, Bruno Rodríguez quien agradeció la solidaridad para con la revolución cubana, y el pedido de cese al bloqueo económico y comercial a su país, y la restitución de la zona de Guantánamo.

La rearticulación de la lucha popular continental, la solidaridad militante y la confluencia de las fuerzas de izquierda y progresistas de la región, a fin de detener la contraofensiva neoconservadora y abrir de nuevo una perspectiva de transformación en beneficio de las mayorías excluidas, fue el temario del que se ocupó la Cumbre Alternativa de los Pueblos.