José Ramón Llanos
Todos aquellos que de manera irresponsable y criminal se han puesto al servicio de los planes de Estados Unidos de derrocar al gobierno de Venezuela, para recuperar el control de las grandes reservas de petróleo del hermano país, deberían recordar el largo historial de violencia del país del norte contra todos los países y pueblos del mundo. Miren la sevicia y fríos cálculos destructores de la invasión a Irak y Siria. En el caso de este último país, el procedimiento fue similar al de Venezuela, inicialmente organización y movilización de bandas de civiles y posteriormente dotarlas de armas para atacar las fuerzas del Gobierno. La escalada armada ha conducido al panorama sobrecogedor que nos presenta la prensa internacional de Siria hoy.
Es el momento de detener la ejecución del bien diseñado y financiado plan norteamericano para defenestrar el Gobierno legítimo y soberano de la República Bolivariana de Venezuela. Se ha demostrado que la MUD recibió 100 millones de dólares para financiar las movilizaciones subversivas y por tanto ilegales. Ya hemos visto manifestantes incendiando a policías y sus motos; grupos atacando hospitales y clínicas.
Los periodistas, los políticos que hasta ahora se han empeñado en estimular el intervencionismo norteamericano en Venezuela, deberían asumir con entereza la responsabilidad que les cabe, ante la posible tropelía y destrucción que implica la intervención militar estadounidense en la República Bolivariana. Deberían pensar en la carnicería que causó la más reciente intervención yanqui en un país latinoamericano, en Panamá con el objetivo de capturar a su antiguo agente de la CIA, Noriega. Fueron decenas de muertos y heridos por los ataques de los marines en la nefasta madrugada del 20 de diciembre del año 1989.
Los gobiernos de Colombia, Haití, República Dominicana, Nicaragua, México, Guatemala, Chile, Uruguay, Cuba, Paraguay, Brasil, Panamá, deben recordar los genocidios y tropelías causados a sus pueblos por las invasiones directas de los marines norteamericanos a sus países o por el apoyo a las dictadores, con asesorías para que reprimieran y torturaran a los defensores de los derechos humanos y los opositores a esos regímenes.
A todos aquellos que directa o disimuladamente, como el malhadado secretario de la OEA, Almagro, ruegan la intervención armada de los Estados Unidos de América, les recordamos el contenido del artículo 2, numeral cuarto de la Carta de la ONU: “Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas”.
Es hora de la solidaridad. Todos con Venezuela y contra la intervención imperialista estadounidense.