Tokio 2020: Los Juegos Olímpicos de las sorpresas

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La atleta venezolana Yulimar Rojas rompió el record mundial y olímpico en el salto triple, convirtiéndose en una de las presentaciones más memorables en Tokio 2020

Sin público y en medio de la incertidumbre producto de la pandemia, finalizaron las justas deportivas más importantes del planeta. El balance de la delegación colombiana fue agridulce. ¿Cuál es el balance general de la competencia? ¿Cómo fue la participación de los países latinoamericanos?

Yuldor Lizarazo
@aquelmancito

Este domingo culminó la reciente edición del evento más diverso y espectacular del deporte, donde durante 17 días miles de personas exigieron al máximo sus cuerpos y su destreza en busca de los preciados metales. En ese esfuerzo se superaron 188 marcas olímpicas que incluyen 20 nuevos récords mundiales.

Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 sorprendentemente superaron las expectativas como confirmó Jon Ridgeon, CEO de World Athletics, la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo: “Nunca se había visto tanto nivel de atletismo en unos juegos y eso que no tuvimos el calor del público en las gradas”. Además, 93 países lograron al menos una medalla, más que en cualquier otra edición.

China, un duro contendiente

El medallero también dio bastantes sorpresas y la primera de ellas fue la disputa por el primer lugar de la clasificación que se definió por foto finish, ya que la delegación estadounidense que era favorita para imponerse como lo había hecho en las anteriores ediciones, tuvo en vilo su victoria hasta el último día, cuando logró remontar con 39 medallas de oro, frente a las 38 conseguidas por la delegación de China que lideró la clasificación durante casi todo el evento pero tuvo que conformarse con el segundo lugar.

También fue sorpresa la anfitriona Japón, que ocupó el tercer lugar con 27 oros, 14 platas y 17 bronces, superando al Reino Unido y al Comité Olímpico Ruso, que llegaban con mayor favoritismo. Si bien los anfitriones suelen tener una actuación destacada, no se esperaba una mejoría tan grande, teniendo en cuenta la ausencia de público, que es una de las ventajas y motivaciones de competir como local.

Batiendo récords

De los récords mundiales y olímpicos que se superaron en esta edición, hay un par que vale la pena destacar tanto por su dificultad como por el contexto en el que se lograron: el primero es el de la final de los 400 metros con vallas masculino donde el noruego Karsten Warholm, con un registro de 45,95, no solo batió su propio récord mundial de 46,70, sino que además rompió la barrera de los 46 segundos, algo que se consideraba inalcanzable. Tan impactante fue esto, que el estadounidense Ray Benjamin que llegó segundo a la línea de meta, también superó el record mundial con 46,17 pero no le alcanzó para llevarse el oro.

La otra hazaña fue la de la venezolana Yulimar Rojas que, con 15,67 metros en el salto triple, pulverizó el récord mundial de 15,50 impuesto por la ucraniana Inessa Kravets desde hace 26 años, y superó por la escandalosa diferencia de 66 centímetros a la portuguesa Patricia Mamona, que se llevó la plata.

Latinoamérica, nuevos protagonistas

Cumpliendo con los pronósticos, las mejores actuaciones latinoamericanas corrieron por cuenta de Brasil y Cuba con siete medallas de oro para cada una, aunque los de la isla de las Antillas merecen especial reconocimiento, puesto que su representación era casi cinco veces menor que la del gigante sudamericano.

Las sorpresas en el continente corrieron por cuenta de los oros conquistados por Ecuador con Richard Carapaz en ruta y Neisi Dajomes en Halterofilia, la de Venezuela con la ya mencionada Yulimar Rojas en el salto tripe y la de Puerto Rico con Jasmine Camacho-Quinn en los 100 metros vallas, que les representaron sendas preseas doradas y los posicionaron en el medallero por encima de México, Argentina y Colombia que tuvieron una actuación inferior a las expectativas, al no conseguir ninguna medalla de oro.

Colombia, un balance agridulce

Lo dulce son las cuatro medallas de plata, una de bronce y 16 diplomas olímpicos conseguidos por nuestra delegación, y más cuando por parte de algunos deportistas se hicieron de manifiesto los esfuerzos económicos y personales que tuvieron que sortear para poder representar al país en Tokio.

Lo agrio es que desde Beijing 2008 Colombia no terminaba tan abajo en el medallero y sin subir a lo más alto del podio. Un retroceso que no se puede endilgar a la pandemia, ya que ésta afectó a todas las delegaciones, e incluso algunos países latinoamericanos mantuvieron o mejoraron sus registros.

Aquí cabe preguntarse si es tan importante la posición que se ocupa en el medallero y si el balance de la participación en los olímpicos refleja la realidad deportiva de un país, sobre todo, teniendo en cuenta que hay algunos gobiernos que se toman la participación en los juegos como un asunto de Estado; como EE.UU. que los utiliza, desde la época de la guerra fría como un medidor del éxito de su modelo económico y político, frente a la URSS en ese entonces y frente a China y Rusia en la actualidad. Por ese motivo la inyección económica a este rubro es significativa, muy superior a otros países del primer mundo.

Pero también es cierto que la inversión no necesariamente se ve reflejada en resultados, como en el caso de Chile, que tiene uno de los presupuestos para el deporte más altos en América Latina, tanto así que solo para la participación en Tokio destinaron 250 millones de dólares, pero sus 58 atletas no lograron ninguna medalla.

Aun así, a pesar de esta y otras pocas excepciones, la regla es que los países mejor ubicados en el medallero son los que le apuestan más al deporte y tienen mejor infraestructura y programas para los atletas.

Meritocracia versus estabilidad

El problema radica más en el enfoque y destinación de los recursos; ya que mientras en Colombia y en la mayoría de Latinoamérica el presupuesto se destina a premiar los éxitos deportivos y se gestiona a través de las federaciones privadas repletas de corrupción y burocracia, en países como Estados Unidos, China e incluso Cuba, el objetivo es garantizar la estabilidad económica de quienes se dedican al deporte desde el proceso de formación a través de becas y otros apoyos y hasta después del retiro por medio de oferta laboral dentro o fuera del deporte.

Para poner un ejemplo, en el caso colombiano el Ministerio del Deporte tenía destinados 250 millones de pesos para premiar cada medalla de oro obtenida por nuestros atletas en Tokio, esto es más de tres veces el valor del premio que otorgan en promedio las potencias olímpicas a sus atletas por el mismo logro, aun así, no se logró ninguna.

Por este motivo una persona en Colombia lo pensará dos veces antes de dedicarse a una disciplina olímpica, ya que sus únicos ingresos dependerán de sus premios por logros deportivos, o por el programa Deportista Excelencia, que es la instancia de apoyos a los atletas destacados, que solo cubre a 436 atletas en todo el país y que para aspirar a ser beneficiario se debe pasar por una selección meritocrática que exige mantenerse en competencia en el más alto nivel. En caso de una mala temporada, una lesión o el retiro, el futuro económico de estas personas quedaría dependiendo de sus ahorros, si es que los tienen.

Ahora sólo queda corregir los errores y prepararse de la mejor forma para tomar revancha en la próxima edición que será en París en 2024. La buena noticia es que solo está a tres años, esperamos que para entonces el covid-19 sea solo un mal recuerdo y se pueda realizar el evento sin las anomalías que caracterizaron a este.