José Ramón Llanos
La clase dirigente colombiana tiene una manera muy tramposa de concebir la democracia y sobre todo de practicarla. Toda vez que una decisión del pueblo cuestiona o no le conviene a la burguesía, trata de burlarla o neutralizar los efectos de esa decisión. Esta vez es una cuestión de significativa importancia, es nada menos que la decisión de los habitantes de las regiones sobre las actividades mineras que pueden incidir negativamente sobre las fuentes de agua, sobre la contaminación atmosférica, la destrucción de los bosques.
De conformidad con la Constitución y la legislación actual, las comunidades deben ser consultadas para que determinen si aceptan que las empresas mineras exploten las potenciales vetas metálicas, con las secuelas lesivas que esas actividades generan. A raíz de los resultados de las consultas de las poblaciones sobre si aceptan o no las actividades mineras en sus territorios, los resultados negativos, las votaciones que se pronuncian contra la actividad minera, tal como sucedió en Cajamarca donde la comunidad se pronunció contra la explotación aurífera de La Colosa por parte de la multinacional Anglo Gold Ashanti, el gobierno y los medios de comunicación tratan de manipular a la opinión pública para revertir la tendencia de rechazo a la minería.
Ya los medios de comunicación empiezan a entrevistar a gerentes de las empresas mineras y petroleras y a sus apoderados, quienes se han dedicado, una vez más, a manipular a la población con el fantasma de la inseguridad jurídica, que no es más que caracterizar así a cualquier normatividad que no favorezca los intereses de las empresas extranjeras dedicadas a las actividades extractivas. Siempre se refieren a las posibilidades de que los inversionistas se retiren del país y no inviertan en él.
Los periodistas y el gobierno agitan el espantajo del desempleo y los dineros que hipotéticamente dejarían de percibir las regiones. Pero nunca se refieren a los reales daños, las secuelas lesivas de las actividades mineras sobre el medio ambiente, la contaminación de las aguas y la atmósfera y finalmente sobre la salud humana. Tampoco se refieren a los efectos sobre la fauna y el irreversible cambio climático.
Aparte del irrespeto y subvaloración de la ciudadanía colombiana, esa estrategia y el contenido de las comunicaciones, acusan a la clase gobernante nacional de una vergonzosa incapacidad para diseñar y desarrollar políticas económicas que protejan al hombre colombiano y al medio ambiente. En vez de gemir porque no puedan utilizar los combustibles fósiles, porque desde hace cincuenta años están utilizando los espantajos mencionados, ¿por qué no han buscado la posibilidad de utilizar otras fuentes energéticas? ¿Por qué no han estimulado el desarrollo de una agricultura altamente tecnificada?