El aniquilamiento del pueblo palestino es avalado por Iván Duque con la firma del nuevo TLC. Simultáneamente, es cómplice de la ocupación ilegal de los territorios y tolera el apartheid sionista y el terrorismo de Estado contra civiles indefensos
Alberto Acevedo
La entrada en vigencia de un Tratado de Libre Comercio con Israel, anunciada en la segunda semana de agosto pasado, brinda la ocasión de hacer una mención general sobre estos instrumentos de colaboración entre Colombia y algunos países con los que el comercio es más dinámico.
Con el que se acaba de anunciar ya son diez TLC vigentes con Colombia. El más activo es el que suscribió con Estados Unidos, bajo la administración de Uribe Vélez, que copa el 26 por ciento de las exportaciones colombianas. Se destacan también los firmados con Canadá y Corea del Sur. El que acaba de entrar en vigor es el primero que Colombia firma con un país del Medio Oriente.
Como en el viejo dicho de que “la mona, aunque se vista de seda, mona se queda”, los TLC en general, salvo la reactivación de algunos renglones de la economía, no han sido lo suficientemente beneficiosos como nos los han presentado. El atraso en materia de cumplimiento de normas fitosanitarias, hace que los productos agrícolas del campo colombiano no lleguen a los destinos prometidos. En este sentido, organismos como el Invima y el ICA resultan verdaderas entelequias. Y seguramente, en el caso de Israel, es probable que nuestros aguacates no vayan a llegar todavía a la mesa de los consumidores de ese país.
Desbalance
El costo de exportar desde Colombia, crea desestimulo en la mayoría de los casos, y es inevitable que aparezca un desbalance entre importaciones y exportaciones. Los efectos en las economías de los pequeños productores, es desastrosa, ha dicho recientemente la ONG internacional Oxfam. En el caso del tratado firmado con Estados Unidos, a los productores colombianos se les vendió la idea de que tendríamos acceso a un mercado de 350 millones de consumidores, lo que resultó un espejismo.
Después de la firma de los TLC con una decena de países, los productores colombianos perdieron competitividad frente a las importaciones, se incrementó el contrabando de alimentos, crecieron el desempleo y la quiebra de empresas. Y no hay garantía de que, al incrementarse el comercio con Israel, este panorama vaya a cambiar.
El acuerdo comercial con Israel, empero, tiene otras singularidades. Lo primero, es muy claro: implica un avance en el proceso de normalización de las relaciones con Israel, dándole la espalda al pueblo palestino, a su pretensión de que se le respete la soberanía sobre Jerusalén, su tierra sagrada. Este acuerdo se da en el contexto de la firma del llamado ‘acuerdo del siglo’ y del reciente acuerdo de paz entre los Emiratos Árabes Unidos e Israel, ambos acuerdos incubados en conciliábulos en la Casa Blanca, que apuntan a la legalización del genocidio, la política de apartheid, de asilamiento contra el pueblo palestino.
Plataforma de agresión
Implica que en la medida en que se echa una bendición a las políticas racistas y genocidas de Israel, se aleja más la posibilidad de encontrar una fórmula de acuerdo para el establecimiento de una paz duradera en esa región del Medio Oriente, sobre la base de la coexistencia de dos estados, uno israelí y otro palestino.
Es un espaldarazo al statu quo de Israel en materia de despojo de tierras, demolición de viviendas, de ejecuciones extrajudiciales, de cerco económico, que se expresa en los cortes de luz, de agua potable, de negativa a que los palestinos importen medicinas, material quirúrgico y doten hospitales para enfrentar el coronavirus, en fin, de imposición de leyes de exterminio étnico y de violaciones de otros derechos de ese pueblo.
Y semejante monstruosidad de aniquilamiento contra un pueblo, lo avala el presidente Duque, con la firma del nuevo TLC, mientras al mismo tiempo se le llena la boca diciendo que Venezuela es una dictadura, y tolera toda clase de planes intervencionistas desde el suelo patrio contra el país bolivariano.
Del lado de Estados Unidos
Desde hace por lo menos tres lustros, en el mundo se ha lanzado y fortalecido una campaña denominada BDS, que significa Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel por su política anexionista de los territorios palestinos. La campaña se lanzó en 2005, buscando que Israel cumpla con los estándares del Derecho Internacional, y las recomendaciones y resoluciones de organismos internacionales como la ONU en relación al conflicto palestino-israelí.
La campaña se inspira en la que entre los años 60s y 90s del siglo pasado se llevó a cabo a nivel global contra el régimen racista y segregacionista de Suráfrica. En esta ocasión, BDS se lanzó tras la condena que hizo la Corte Penal Internacional contra el estado de Israel por la construcción de un muro entre ese país y el territorio de Cisjordania. En esas condiciones, la campaña busca tres objetivos básicos: acabar con la ocupación israelí a territorios palestinos, quitar el muro sobre Cisjordania y permitir el retorno de los refugiados palestinos que hoy viven en asentamientos en países vecinos.
Una política exterior sensata por parte del gobierno colombiano, debió tomar en cuenta aspectos como este, hacer un pulso mejor de las tendencias que se mueven en el mundo, al menos las opiniones de la Organización de las Naciones Unidas que una y otra vez han condenado a Israel. Pero hasta en eso, nuestra política exterior se alinea con los intereses norteamericanos, que consideran a Israel -como a Colombia- ‘su mejor amigo’.
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