El 8 de marzo de 1990, mientras en el mundo entero se conmemoraba la lucha de las mujeres, en Colombia estaba pasando algo que marcaría un hito en la historia. Carlos Pizarro Leóngomez, Vera Grave, Antonio Navarro Wolff y miles de guerrilleros más estaban dejando las armas y firmando un acuerdo de paz fundamental para la Constitución de 1991
Violeta Forero
@Violeta_Forero
Con el ejemplo de la Revolución cubana, la configuración y el desgaste de un régimen político bipartidista cerrado (Frente Nacional), la proliferación de experiencias armadas de distintas corrientes de izquierda y una extensión de la violencia en la vida nacional, el inicio de la década de los setenta sería el embrión del Movimiento 19 de Abril, M-19.
Jaime Bateman, un samario carismático encargado de la agitación y propaganda de la Juventud Comunista Colombiana, compañero de ejecutivo con Manuel Cepeda (secretario político de la misma organización), viajó a Marquetalia para conocer de cerca la experiencia de la resistencia armada del campesinado y volvió convencido, no solo que la vía armada era el camino para la revolución colombiana, sino especialmente en la necesidad de mutar en una guerra urbana.
En Bogotá intentó persuadir sus tesis políticas con poco éxito, al encontrarse con una organización juvenil leal a la línea política del Partido Comunista Colombiano, que en su tesis de la “combinación de todas las formas de lucha” priorizaba la lucha legal, en especial la electoral.
Bateman, derrotado y expulsado del PCC, crea una guerrilla urbana de clase media. En compañía de un grupo de estudiantes, la mayoría militantes de la Juco, y a raíz del fraude electoral de 1970 que da como ganador presidencial a Misael Pastrana Borrero sobre Gustavo Rojas Pinilla, se crea una guerrilla bajo el nombre Movimiento 19 de Abril, más conocida como M-19 o simplemente el Eme.
El Eme no se inscribía en ninguna corriente política del movimiento comunista internacional, sino que, por el contrario, y de manera muy novedosa para el momento, se autodenominaban nacionalistas y bolivarianas.
Su principal arma: la propaganda
Antes de que el Eme saliera a la luz como proyecto insurgente, en los periódicos de la época el país conoció una campaña publicitaria de un rectángulo negro, con letras blancas y dos triángulos enfrentados del mismo color, al lado de las letras M19, generalmente acompañados con un mensaje de posible amenaza a enfermedades que invadían cada uno de los departamentos colombianos.
Por ejemplo, en la edición de El Tiempo del 17 de enero de 1974 se podía observar “Parásitos… gusanos?, espere”, tal como lo haría un repelente contra insectos común.
Para la vox populi y analistas del conflicto armado, una de las mejores herramientas que tuvo el M-19 desde sus comienzos fue su contenido propagandístico transgresor, pues la gente, además de querer saber de qué se trataba, especulaba sobre su existencia.
“Bolívar, tu espada vuelve a la lucha”
Bajo el eslogan “Bolívar, tu espada vuelve a la lucha”, el M-19 hizo su presentación pública al hurtar la espada del Libertador el 17 de enero de 1974 que se encontraba en la Quinta de Bolívar en pleno Centro de Bogotá, reafirmando con este acto simbólico el contenido bolivariano del proyecto político que apenas nacía.
Se recuerda el Eme por sus actos propagandísticos y que confrontaban a las fuerzas del Estado más allá de lo militar. Acciones como el robo de armas del Cantón Norte el 31 de diciembre de 1978, en la denominada “Operación Ballena Azul”, donde el grupo insurgente creó un túnel de aproximadamente 80 metros de largo que atravesaba la calle llegando a la guarnición militar más grande del país. El resultado de este plan estratégico fue el hurto de cinco mil armas y el odio visceral del Ejército Nacional.
Así mismo, el M-19 realizó una mediática acción tomándose por la fuerza la Embajada de la República Dominicana el 27 de febrero de 1980, reteniendo a importantes representantes diplomáticos de distintos países del mundo. Este operativo, que era una respuesta al Estatuto de Seguridad del gobierno de Turbay Ayala, tuvo en vilo al país por cerca de dos meses.
Sin embargo, el 6 de noviembre de 1985, cinco años antes de firmar el acuerdo de paz, el Eme realiza un acto pretencioso que aún hoy continúa dividiendo el país y a la opinión pública en general: la toma y retoma del Palacio de Justicia. En esta acción, donde también participó el Ejército Nacional, fueron cobradas las vidas de decenas de personas civiles que no tenían nada que ver ni con la guerrilla ni con la contraguerrilla, pues, en varios videos se nota como muchos de ellos salen con vida y luego son declarados como desaparecidos.
Es importante mencionar que el coronel Alfonso Plazas Vega y el general Jesús Armando Arias Cabrales son dos de los miembros de la institución castrense que han enfrentado juicios y condenas por este hecho.
Desmovilización a la vista
El proceso de paz con el M-19 empezó bajo el mandato del entonces presidente Virgilio Barco, cuyo eslogan político era “Mano tendida y pulso firme” (poco diferente a “Mano firme corazón grande”). El Eme a cambio de entregar las armas, pedía una Asamblea Nacional Constituyente con el fin de cambiar la Constitución, pues la anacrónica carta magna de 1886 no garantizaba la participación de las minorías ni permitía la creación ni el desarrollo de otros partidos políticos diferentes al Liberal y al Conservador.
Se avecinaban las elecciones del 11 de marzo de 1990, donde además de elegir Senado, Cámara de Representantes, JAL, Concejo Municipal, alcaldes y Asambleas Departamentales, estudiantes de diferentes universidades deciden incluir una papeleta diferente a las seis que estaban en el tarjetón con el fin de promover la Asamblea Nacional Constituyente. A este movimiento se le conoció como “La séptima papeleta”.
El 8 de marzo de 1990 se realiza en Santo Domingo, Cauca, la entrega de las armas y el M-19 se transforma en la Alianza Democrática M-19. Sin embargo, aunque ya eran un partido político constituido, el asesinato de Carlos Pizarro Leóngomez el 26 de abril del mismo año, en un avión que viajaba hacia Barranquilla (por parte de un sicario con ayuda del DAS), conmocionó al país.
Después del magnicidio de Pizarro, quien era candidato presidencial, su lugar lo asume Antonio Navarro Wolff, el cual consigue la tercera mayor votación después de César Gaviria y Álvaro Gómez Hurtado.
De Pizarro a Vieira
Para finalizar, vale la pena recordar las palabras que Pizarro fraternalmente le escribió al secretario general del Partido Comunista, Gilberto Vieira, en una carta donde se planteaban las diferencias entre las dos organizaciones políticas. Aunque la correspondencia tiene más de treinta años, las palabras del máximo comandante del M-19 siguen teniendo la suficiente vigencia como para traerlas a colación en la Colombia de hoy, que no solo recuerda el pacto de paz con el Eme, sino que enfrenta un camino complejo en la consolidación de la paz democrática:
“Hoy la intolerancia habla en voz más alta y la amenaza de una violencia sin fin y sin sentido extiende su sombra sobre nosotros, es inaplazable encontrar el discurso lúcido y la acción heroica y eficaz que le dé otro rumbo al país, le entregue de nuevo un destino a los colombianos y en él la certeza de la paz y la justicia”.