En su importante blog de noticias sobre el mundo, en especial sobre la política exterior de Estados Unidos, Amy Goodman y Denis Moynilian, escriben sobre lo que llaman las declaraciones impulsivas del presidente Trump: “El Presidente Donald Trump amenazó esta semana con desatar una guerra nuclear, apenas a seis meses de haber asumido la presidencia. Trump advirtió desde su lujoso complejo de golf en Bedminster, Nueva Jersey: ‘Más vale que Corea del Norte no lance más amenazas a Estados Unidos, porque responderemos con fuego y furia como el mundo jamás ha visto. Corea del Norte ha utilizado un tono muy amenazante, sus declaraciones han ido más allá de lo normal. Y, como dije, nos enfrentaremos a ellos con fuego, furia y, honestamente, una fuerza que el mundo nunca antes ha visto. Gracias’”.
Más adelante, en sus declaraciones “impulsivas”, Trump no descartaría que sea necesaria la intervención militar en la República Bolivariana de Venezuela.
Graves declaraciones. Más que impulsivas son irresponsables, terroristas y provocadoras. Son la abierta amenaza a la paz mundial. El peligro de la guerra, en las condiciones de hoy, es real, no son elucubraciones o temores infundados. Con razón la República Popular China y Rusia, dos potencias importantes y miembros permanentes del Consejo de Seguridad, han llamado a Trump a aplacar sus ímpetus belicistas y a favorecer salidas negociadas que son las que deben darse en las condiciones del peligro de una guerra nuclear que amenazaría la existencia misma de la humanidad.
Lo de Venezuela es una grave amenaza a toda América Latina, hasta el punto que gobiernos títeres y enemigos del proceso bolivariano, se alejaron de la amenaza gringa, incluyendo al presidente Juan Manuel Santos.
La República Popular y Democrática de Corea ha respondido con dignidad. Cualquier ataque de los Estados Unidos será respondido en el terreno militar y con las armas nucleares que ya ha demostrado tener. Irán, por su parte, ante nuevas sanciones económicas, respondió fortaleciendo sus investigaciones en el plano militar.
No estamos en cualquier momento. Trump es un demente que juega con fuego y así lo han entendido en su propio país donde las encuestas lo colocan en el mínimo de la aceptación cuando lleva pocos meses de gestión. Habla y habla solo para amenazar, no tiene ninguna consideración por las buenas relaciones en el mundo y esgrime la vieja y anacrónica política del “gran garrote”, del intervencionismo y de la salida militar de los conflictos.
La amenaza contra la República Bolivariana de Venezuela es inaceptable. Es prepotente, imperialista. El gobierno bolivariano ha cerrado filas para rechazar cualquier pretensión de intervención militar y será respondida por un pueblo que ha resistido a la agresión exterior que apoya a la irracional oposición terrorista. Toda América Latina está en peligro porque es una clara advertencia de que no aceptará cualquier diferencia con sus políticas imperiales. El continente está notificado.
Una razón para una nueva etapa de la lucha antiimperialista. El imperialismo yanqui amenaza a la vieja usanza, los pueblos siempre han luchado contra esa práctica imperial de dominación y sojuzgamiento de los pueblos. Es contraria al derecho internacional y a la libre autodeterminación de los pueblos.
La OEA guarda silencio. El cachorro del imperio, el nefasto señor Almagro, respalda la intervención en Venezuela, al igual que el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, nueva versión de Fujimori y aliado de la derecha latinoamericana en la Alianza del Pacífico. La ONU no se pronuncia con contundencia.
En Colombia la izquierda y los sectores democráticos que han hecho causa común en la lucha por la paz, deben cerrar filas en solidaridad con el hermano país, demandar el respeto a las decisiones en la patria de Bolívar que escogió el camino de la Constituyente y de la convocatoria a elecciones regionales, así como demandar el diálogo constructivo y democrático.
La “gran prensa” guarda silencio o ve con simpatía la carta belicista de Trump para salvar al capitalismo salvaje. Lo dice con claridad meridiana el profesor argentino Atilio Borón: “Evidentemente, las crisis enseñan. Hacen caer las máscaras de quienes aparecían ante los ojos del público como ‘periodistas’ –serios, independientes, bien informados– y los revela como lo que son: agentes de propaganda, publicistas de los grupos dominantes para quienes este es el mejor de los mundos posibles. Un mundo en donde ocho individuos tienen más riquezas que la mitad de la población mundial y el 1% más rico tiene más que el 99% restante del planeta. Para quienes están en la cima de esa pirámide pretender cambiar este mundo es una locura y una amenaza a sus intereses y privilegios. Por eso organizan una legión de publicistas disfrazados como ‘periodistas’ o ‘académicos’ que se encargan de engañar a la gente sea mintiendo u ocultando lo que el común de los mortales no debe jamás saber. ¿El mensaje? El mismo que propalara Margaret Thatcher: este es el mundo que hay, no hay otro, ‘no hay alternativas’”.