
Israel aplica una política de expulsión gradual del pueblo palestino del poco territorio que aún le queda e impulsa la desintegración total del estado palestino, para satisfacer su sueño racista del ‘pueblo escogido’, de la ‘tierra prometida’, que sustenta en una política de ‘limpieza étnica’ de corte fascista
Alberto Acevedo
La muerte de al menos 61 palestinos y las heridas causadas a otros 2.771, según cifras del ministerio de Salud de Palestina, en desarrollo de una protesta pacífica contra el traslado de la embajada de Estados Unidos de la ciudad de Tel Aviv a Jerusalén, constituye un crimen de guerra, es un acto de genocidio, que ya fue denunciado como tal ante los tribunales internacionales de justicia.
Así lo estima el centro regional del Medio Oriente de Amnistía Internacional, que la semana pasada hizo público un comunicado sobre los sucesos de la Franja de Gaza, en el que sostiene que se trata de “otro ejemplo terrible de cómo el ejército israelí está utilizando fuerza desproporcionada y munición real de modo absolutamente deplorable. Es una violación (esta conducta) de las normas internacionales, y en algunos casos pudiera tratarse de homicidios deliberados que constituyen crímenes de guerra”.
Baño de sangre
“Las imágenes de Gaza hoy son terriblemente preocupantes y es fundamental que mientras la violencia sigue aumentando sin medida, las autoridades israelíes controlen a su ejército y eviten que sigan perdiéndose vidas humanas y siga creciendo el número de heridos graves”, puntualiza la ONG. Hace un mes, Amnistía Internacional había pedido a la comunidad internacional detener el envío de armas y material militar a Israel y sugirió la necesidad de un embargo de armas a ese país.
Otro organismo internacional de carácter humanitario, Médicos sin Fronteras, dijo que “este baño de sangre es la continuación de la política del ejército israelí de las últimas siete semanas: disparar con munición real a los manifestantes, bajo la suposición de que cualquiera que se acerque a la valla de separación (de Gaza con Israel) es un objetivo legítimo. La mayoría de los heridos se verán condenados a sufrir lesiones de por vida”, puntualizó Médicos sin Fronteras. “Es sobrecogedor ser testigos de cómo un número tan elevado de personas desarmadas recibe disparos en tan corto tiempo”, declaró el organismo, al reconocer que decenas de personas recibieron disparos en la cabeza y en el pecho.
Por su parte, Reporteros sin Fronteras, solicitó oficialmente al Tribunal Penal Internacional, investigue a Israel por la posible comisión de crímenes de guerra. La solicitud se presentó ante la fiscal Fatou Bensouda y se menciona el caso de 20 periodistas palestinos que recibieron disparos de francotiradores israelíes.
Plan de dominio
También el Comité de las Naciones Unidas para la Prevención de la Discriminación Racial, pidió al gobierno de Israel detener “el uso desproporcionado de la fuerza contra los palestinos que participan en la Gran Marcha del Retorno” y abstenerse de “cualquier acto que provoque más víctimas”. El Comité ha dicho que los heridos, en su mayoría, no constituían una amenaza inminente cuando se les disparó, y denunció que Israel ha obstaculizado que los heridos reciban un tratamiento adecuado.
A los anteriores pronunciamientos se sumó una condena unánime de la comunidad internacional a la masacre desatada por Israel contra manifestantes indefensos, especialmente el día martes 15 de mayo, cuando se inauguró oficialmente la sede diplomática norteamericana en territorio de Jerusalén. Ese día se produjo el más alto número de víctimas mortales y heridos.
La decisión del presidente Trump y de los ‘halcones’ de la Casa Blanca, es, sin dudas, una grave provocación al pueblo palestino y a todo el mundo árabe. Tanto que ha comenzado a golpear la política interior de los Estados Unidos, y afectado su rol internacional. Pero además, agudiza los enfrentamientos en la Franja de Gaza y en todo el Oriente Medio.
Lo ocurrido la semana pasada indica que el eje Israel-Estados Unidos-Arabia Saudita busca imponer a cualquier precio su hegemonía en la región y el control total en el planeta. Hace parte de una estrategia para acorralar y satanizar a países como Siria, Corea del Norte, China, Rusia, y en América Latina Venezuela, donde sus gobiernos no se someten a los intereses norteamericanos. Los bombardeos en Siria, el abandono del acuerdo nuclear con Irán, las provocaciones contra Corea del Norte y las nuevas sanciones a Venezuela, hacen parte de ese correaje.
Ningún israelí herido
El día de la protesta contra la apertura de la embajada norteamericana en Jerusalén, tierra sagrada para los palestinos, unas 35.000 personas marcharon en forma pacífica sobre la zona limítrofe entre la Franja de Gaza e Israel, separada por un muro, protegido al otro lado por francotiradores, tanques de guerra y soldados de unidades élite, dotados de armas automáticas y de largo alcance.
Fueron las fuerzas israelíes quienes iniciaron la matanza. Lo prueba el hecho de que durante varias semanas de enfrentamientos, hasta ahora no ha resultado herido ningún soldado israelí. En cambio, de los casi tres mil heridos de la parte palestina, unos 450 recibieron impactos de bala de francotiradores. Varios de ellos lo fueron con proyectiles ‘dum-dum’, prohibidos por normas del Derecho Internacional de la guerra, que llevan cabezas huecas y estallan al penetrar la carne del ‘objetivo’, con lo que las esquirlas destrozan el cuerpo.
Desde que se iniciaron las protestas de la Gran Marcha del Retorno, el 30 de marzo pasado, alrededor de 90 palestinos han resultado muertos y los heridos ascienden a 10.000. En el caso de las protestas de los días 14 y 15 de mayo pasados, entre los heridos hay 225 niños y 86 mujeres. A las protestas acudieron familias enteras, respondiendo a la convocatoria que hiciera la organización Hamas.
Los líderes convocantes de la protesta, denunciaron que Israel aplica una política de expulsión gradual del pueblo palestino del poco territorio que aún le queda y dar paso a la desintegración total del estado palestino, para satisfacer su sueño racista del ‘pueblo escogido’, de la ‘tierra prometida’, teoría, que sustenta en una política de ‘limpieza étnica’ de corte fascista.
