Álvaro Vásquez: Un constructor de convicciones

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Archivo VOZ.

Jaime Caycedo
@JaimeCaycedo

El reciente fallecimiento de Álvaro Vázquez ha suscitado la valoración de su inmenso aporte a la lucha popular, a la organización, al estilo y a la identidad del Partido Comunista Colombiano. Esta apreciación toma en cuenta ante todo su contribución al carácter revolucionario del Partido, a la consolidación en el largo plazo de su dirección colectiva y de su unidad. 

Su papel va a ser muy importante en el transcurso de la clandestinidad y la ilegalización del Partido entre 1949 y 1957. En las condiciones más difíciles para el desarrollo político, la esencia de la construcción del Partido revolucionario consiste en la consolidación de la confianza política. Por tal hay que entender la formación de los cuadros, en el aporte de conocimientos y de análisis sobre la realidad, internacional y nacional, la caracterización del régimen político en la transición entre la dictadura militar y el Frente nacional.

Como una inspiración llegó el aire fresco del triunfo de la revolución cubana el 1 de enero de 1959. La confianza política está asociada también al crecimiento de la convicción en los integrantes del colectivo, en el esfuerzo personal autodidacta del estudio permanente y algunos rasgos en los que fundamentalmente insistirá Vásquez: la responsabilidad de los cuadros, la importancia del trabajo en equipo y la autodisciplina derivada de esa misma convicción, como una decisión voluntaria, de persuasión, autorregulación y compromiso.

El modo artesanal de actuar en lo político y organizativo, el sectarismo hacia adentro y hacia afuera y las deformaciones burocráticas siempre las consideró como signos de atraso e inercia, propios de un ambiente caracterizado por el conformismo y el miedo a pensar con cabeza propia. Solo el trabajo persistente, la planeación y la iniciativa constante permiten vencer el espontaneísmo típico de un medio social de raiz rural, reprimido violentamente por el mismo Estado que reclamaba la incondicionalidad del voto y, al mismo tiempo, incentivaba la desconfianza y el nihilismo abstencionista como postura “revolucionaria”.

Vásquez daba prioridad a todo aquello que estimulaba los factores dinámicos, la disposición enérgica para el trabajo político y en especial la actitud para impulsar la iniciativa en términos de propuestas de acción, de análisis y de estudio. Con motivo de la “Operación soberanía” (Marquetalia) de 1964, qué desató la guerra anticomunista contra las llamadas “repúblicas independientes”, el PCC se muestra como un Partido con capacidad de hablarle a todas las clases sociales del país, de llegar a la intelectualidad democrática de audiencia internacional, fundamentar la legitimidad de todas las formas de resistencia del pueblo, incluida la lucha armada como parte de una realidad nacional, pero sin perder de vista el carácter central de la lucha por la democracia.

Debido a esa lógica el partido defendió siempre su legalidad como un derecho democrático, incluido el de intervenir en el escenario electoral como otra forma de contrarrestar la persecución política y la tendencia excluyente del régimen. En ese batallar, un paso en la buena dirección fue la creación de VOZ de la Democracia. Éste organizador colectivo tendrá varias denominaciones, pero su permanencia identifica el carácter persistente de la organización. Para el enfoque constructor de contrahegemonía, Vásquez tuvo como obsesión suya las revistas, desde Documentos Políticos, Estudios Marxistas, Margen Izquierda, Izquierda y Taller. En cada una dejó su huella de pensamiento y trabajo.

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